Francisco Nieva

Alta lección de cine

Acabo de ver una maravillosa película, no solo para los devotos de la pintura de William Turner, sino para todos los públicos; una coproducción del Reino Unido con Alemania y Francia

La Razón
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Se ha querido resucitar en carne y hueso a quien fuera un premonitor romántico del impresionismo. Pero aún más que eso: un visionario excepcional, un embaucador sensorial que nos hace partícipes de un viaje fantástico a través de los engaños y espejismos de la luz. Luz imaginada e inventada, mórbido sueño que no cesa de maravillar a tirios y troyanos.

El gran director de esta magnífica cinta ha querido servirnos a un Mr. Turner de verdad, y para ello ha elegido un intérprete en extremo parecido a los daguerrotipos de Turner en su madurez. Fosco y huraño, casi grosero, que cela una extrema y atormentada sensibilidad; un misántropo que apenas tiene en cuenta a sus dos hijas, dolidas por la miserable conducta del padre.

No se trata, pues, de ningún héroe cinematográfico, sino de un ser real y paradójico, un genio con los supuestos rasgos de un patán, como la dura concha que cela una ostra con perla, así se nos hace vivir en empatía con Mr. Turner. Es un prodigio la fotografía, pues cada plano es una meditación, con la responsabilidad de un cuadro. Su ambientación es literal, un compendio de fidelidad y verdad. Durante siglos de civilización no se ha concebido una cabeza al descubierto, fuera de la más estricta intimidad. Así, esta cinta nos acostumbra a ver constantemente enchisterado a Mr. Turner, enchisterado y errante por caminos desa-fectados e inhóspitos. Toda la película es puro historicismo plástico que nos hace viajar en el tiempo y penetrar en el secreto visual del pintor inglés, cuya obra no siempre es fácil de entender. Como antiguo vanguardista, yo opino que Turner es un ejemplo de la locura inventada de los artistas. Turner era un dueño de su locura que se decía: ahora toca delirar y desmadrarse. Genio y locura tienen un nexo muy claro. El Greco o Brueghel El Viejo son dueños y maestros de su locura. Turner era un loco circunstancial y muy dueño de sí mismo. Dueño de una locura espectacular y un adivino de su futuro, de su póstuma gloria y su consagración definitiva como romántico, como impresionista, abstracto, gestual, informal... Empeñado obsesivamente en la conquista de la luz. La luz como espectáculo y fuerza primordial del universo. Todos somos hijos de la luz, por eso nos atrae tanto su pintura.

También es muy de considerar en esta producción el trabajo de investigación ambiental, mobiliario, vestuario, vajilla, cristalería, medios de iluminación... Hay que informarse de las telas más empleadas en sastrería, tanto masculina como femenina, su color, su textura, su caída... Qué tipo de botonaduras y pasamanería, cómo dotar a una cocina de época de su típica cacharrería, adminículos de todo tipo, badilas, atizadores, cacillos metálicos o de madera. Así, en esta película, se nos ofrece el lujo de un bodegón fotográfico, parecido a un cuadro de Meléndez, primorosamente realista. Todo es poco para captar estéticamente al espectador. Yo he sido director artístico de algunas películas de Saura, y sé muy bien qué arduo trabajo es ser totalmente fiel a un clima de época. Muchas productoras alquilan diferentes enseres a museos y colecciones privadas. Yo mismo alquilé al Museo Romántico la pistola con la que se suicidó Mariano José de Larra. De esta gran dotación ambiental está sobrada la película sobre Turner. Un alarde de notas sugestivas. Lección magistral del mejor cine contemporáneo. Su imagen y su ritmo narrativo, nos adentran en el secreto de una obra de arte, que ensalza la ferocidad fantástica del Sol. «El Sol es Dios», fueron sus últimas palabras antes de expirar.

Las películas sobre pintores que he logrado ver hasta ahora son reiterativas y aburridas, y sus protagonistas son idealizaciones de un supuesto genio, un sujeto bien fuera de lo normal. Sólo pude disfrutar de un Rembrandt, interpretado magistralmente por Charles Laughton. Por eso esta producción ha significado para mí el más espléndido regalo en imagen y contenido. Lo recomiendo con la más natural vehemencia en un profesional de sobra experimentado. Pueden ustedes fiarse de mi aval. Déjense cautivar por este festival incantatorio en honor a ese loco genial que fue William Turner. Si ustedes no lo conocían, ahora lo conocerán.