El desafío independentista
Defenderse frente a la irrealidad
En esta batalla dialéctica es preciso desmontar, relativizar, o al menos situar en su debido contexto, la base ideológica del catalanismo nacional. Esta realidad sediciosa de novela se ha logrado gracias a los millones de euros que han venido recibiendo colectivos, organizaciones, asociaciones, profesores, etc. para ir organizando o fundamentando socialmente la ruptura de la unidad de España
Jurídicamente, no hay mucho recorrido: el artículo 155 es claramente posible o pertinente en términos de Derecho. Por otro lado, es evidente (o debería serlo) que el Sr. Rajoy no tiene ni el mérito ni la culpa de que un juez, cumpliendo la ley, decrete una medida de prisión provisional. Además, la prisión provisional acordada está razonada en la resolución judicial. En último término, es muy común que uno pueda estar en desacuerdo con fallos judiciales, a diario se experimenta la situación; pero esto es así, característico de la justicia, que unas veces favorece y otras no. Tampoco puede ser que, cuando la medida de prisión provisional se decreta contra una determinada persona (por ejemplo, un político del Partido Popular), dicha medida esté muy bien, no escatimándose descalificaciones contra quien la padece, mientras que en cambio dicha medida esté mal cuando perjudica a otros. Incluso si a veces alguien piensa que hay subjetividad a la hora de interpretar, ello es consustancial a la justicia misma; lo digo porque no se entiende bien por qué el Sr. Trapero está libre, pero así todo, hay que asumirlo porque esto es así y no puede, ni debe, ser de otra forma.
La táctica, incluso a nivel social, de los defensores de la independencia, es, por un lado, avanzar en algo tan radical y extremo como es un proceso de independencia, pero, por otro lado, causando una presión enorme al Gobierno para que no pueda reaccionar bajo ninguna forma que implique ejercicio de la fuerza. Creo que es prioritario que el Gobierno español, o alguien, haga ver que, aunque la respuesta sea proporcionada, el principio de proporcionalidad (en Derecho) tiene un margen enorme de actuación; en general es así, pero en especial en casos como éstos, ante lo extremo y grave de un proceso de independencia. Es preciso superar esta farsa, también internacionalmente, de no poder emplear medios coercitivos en un caso como este si llega el caso. Se sitúan en un cómodo (y burdo) pacifismo pese a la agresión tremenda que es una independencia, pero intentando evitar que se pueda reaccionar contra tal amenaza mediante cualquier uso de la fuerza. ¡Ridículo! En Derecho, el empleo de medios coercitivos está muy estudiado, desde siempre (es uno de los medios de ejecución de un acto por un poder público); además de que las cargas policiales son siempre lo que son. Y no pueden ser de otra forma, en especial cuando la agresión es especialmente grave. La nueva teoría que nos tenemos que tragar es que, a partir de ahora, cualquier pueblo del mundo hace unas elecciones (chapuceras) y ellos mismos proclaman al día siguiente una independencia, y, por supuesto, la Policía no puede intervenir porque todo es muy pacífico. Y yo mañana voy al supermercado, me llevo algo en los bolsillos y, si viene la Policía, les digo: ojo con detenerme y cumplir la ley porque yo soy muy pacífico.
La situación es compleja cuando tienes enfrente un colectivo que no se defiende racionalmente, sino que acude a tácticas de tergiversación de la verdad. Recordemos el reciente video («help Catalonia»), contra la que, por cierto, pienso que cabría plantear por cualquier español una demanda indemnizatoria por la vía civil del derecho al honor, ya que no se puede herir de tal forma la imagen y el honor de los españoles como pueblo. Se invocan las emociones, ya que en lo racional no hay recorrido discursivo, pero emociones hay de los dos lados, ¿saben una cosa? Nosotros también tenemos sentimientos.
Más allá, el problema se agrava cuando tienes enfrente un colectivo que llega a confundir la realidad con la irrealidad, creando una especie de novela o relato de ficción que pasa a ser un ideario a seguir. Es curioso cómo la raíz del problema podría estar en un hecho que parece anecdótico: de pronto, miles de personas cogen una culturilla media y se aprenden un par de datos históricos interesantes en los que se afianzan para vivir en una especie de novela histórica (de hecho están de moda en nuestros tiempos) de forma colectiva. Por eso, yo creo que la solución a este problema sería que, desde el poder (considerando que sin poder no se puede) se apoye una plataforma de personas de perfil ideológico, que contrarresten estos argumentos histórico-novelados. En esta batalla dialéctica es preciso desmontar, relativizar, o al menos situar en su debido contexto, la base ideológica del catalanismo nacional. Esta realidad sediciosa de novela se ha logrado gracias a los millones de euros que han venido recibiendo colectivos, organizaciones, asociaciones, profesores, etc. para ir organizando o fundamentando socialmente la ruptura de la unidad de España. En cambio, le darán a usted con la puerta en las narices (en el mismo Madrid) si se dirige usted a una institución o una editorial con cierto impacto para escribir un libro haciendo ver que la historia de Cataluña todo lo más coincide, en su grado de nacionalidad, con otros territorios como Baviera, Piamonte, Cerdeña, Córcega, Alsacia, Sajonia... etc. Hay dinero para lo que hay.
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