M. Hernández Sánchez-Barba
El espíritu de Oxford
Así resumió su programa Newman, como una defensa del principio dogmático y del sistema sacramental y como un retorno a la Iglesia universal y católica, cuando no a la romana.
El siglo XIX, en el campo de las ideas, la escuela histórica del catedrático de la Universidad de Münster Joseph Lortz, caracteriza la situación de la Iglesia católica significativamente centrada en el ataque de la cultura moderna. Ello implica varias líneas características de lucha, apreciables en la historia de la Iglesia: la lucha por la unidad de la fe y del saber; el aumento de la pastoral y la piedad, con el surgimiento de una importante serie de figuras, entre ellas la de Newman; por último, las misiones de infieles. De aquí deriva el florecimiento de la vida religiosa.
Entre 1833 y 1845 un puñado de profesores y clérigos de la prestigiosa Universidad de Oxford, con origen en Oriel College, tres de sus fundadores eran tutores («fellow»): John Keble, John Henry Newman y Richard H. Froude. El primero, uno de los más brillantes intelectuales, ocupaba la cátedra de Poesía, pero prefería el sosiego de la labor pastoral en la parroquia rural regida por su padre, lo cual le mantenía distanciado en períodos de tiempo, lo cual no le permitía llevar a cabo labor continua. Tampoco Newman ni Froude lo estaban, por ser muy jóvenes y poco conocidos. El movimiento ganó un mayor prestigio intelectual con la incorporación de E.B. Rusey, profesor de Hebreo y «fellow» en Christ Church. Se les conoció como «tractarianos» desde el momento de la publicación de un documento titulado «Tracs for the Times», con el que ganaron muchos integrantes del movimiento.
Las causas del movimiento son remotas. Pero en la generación inglesa de 1825/1850, en especial en el año 1830, se registraron liberalizaciones de muchos sectores de la vida, como es, por ejemplo, la aprobación de la «Catholic Emancipation Act» (1829) y el «Great Reform Bill» (1832), que amplió el derecho al voto. El secularismo, en materia religiosa, era frecuente compañía del deseo de reforma. Los obispos anglicanos se opusieron al proyecto liberal, pero el entronizamiento de la Reina-Emperatriz Victoria (1837-1901) y la importante generación de ministros reformistas (1832-1841) dio tono a la gran era imperial con el contraste liberal-conservador de los dos grandes ministros, Gladstone y Disraeli. Los «tractorianos» no se interesaban por los temas Iglesia-Estado, sino por la renovación de la Iglesia por dentro y la de sus miembros. Querían, ciertamente, una reforma, un regreso a los ideales anglo-católicos del siglo XVII. Al partido de los no-juradores, los que no hicieron juramento de fidelidad a la Supremacía Real, constituido por los arzobispos Andrews, Laud y Hammond.
Así resumió su programa Newman, como una defensa del principio dogmático y del sistema sacramental y como un retorno a la Iglesia universal y católica, cuando no a la romana. John Henry Newman en un viaje a Sicilia (1832) sintió una potente llamada para desempeñar una función especial y grande en su Patria nativa. Su gran inteligencia y su enorme capacidad para la organización le promocionaron el liderazgo de un movimiento cuya meta era atraer a la reforma a los clérigos y los fieles anglicanos. Ello fue llevado a cabo por medio de conferencias, «tracks», documentos breves donde se trataban problemas de la teología cristiana, tocantes a temas discutidos, enviados desde Oxford a las provincias, distribuidos también entre el clero de ciudades y localidades rurales. En los «tracks» contenían su apelación a la autoridad apostólica, la oposición al «erastianismo». En siete años se elaboró y distribuyeron noventa «tracks», casi todos redactados por Newman. Principales tratados fueron el relativo a la «Misión profética de la Iglesia», de Newman y las «Conferencias», sobre la justificación, en que se proponía la verdadera Iglesia como una vía media. En 1845 publicó Newman el último trabajo anglicano, «El desarrollo de la doctrina cristiana».
En 1828 Newman fue rector de Saint Mary, la capilla universitaria, cuyo púlpito fue el punto de predicación para los universitarios de Oxford, lo que bien puede considerarse la doctrina de la «vía media». El movimiento de los tractarianos ocurrió en 1841, cuando tuvo lugar la publicación del «track» noventa: revisión de los 39 artículos anglicanos con la doctrina católica romana. Newman fue considerado católico romano y condenado por todos los obispos. Se le pidió la promesa de no continuar publicando «tracks». A esto accedió y se retiró a Littlemore, una existencia monástica. Su lugar como líder del «movimiento de Oxford» lo ocupó William Ward, que se convirtió al cristianismo seguido por Newman. Muchos de sus discípulos siguieron su ejemplo.
Lo que había comenzado como un movimiento anglicano y anticatólico tuvo su fin regalando a la naciente Iglesia católica inglesa, cuya jerarquía había sido restablecida en 1850, el grupo de intelectuales de más prestigio de la Nación.
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