Historia
La cristianización de Inglaterra
La conversión al cristianismo comenzó en Inglaterra en el año 597 y significó el regreso de la civilización romana desde el centro estelar de la Roma de los papas, que enseñaba la caridad, la humildad y el interés sobre las cosas espirituales
El año 430 de nuestra Era se inició el acceso de los anglosajones germanos a Inglaterra. Con anterioridad lo habían hecho los celtas indoeuropeos en los comienzos del primer milenario (a.C.). El año 55 (a.C.) Julio César, que ha conquistado la Galia, atraviesa el Canal de La Mancha y efectúa un reconocimiento breve por el Támesis. Al año siguiente, el 54 (a.C.), regresó, al frente de cinco legiones –unos 27.000 hombres–, que rompieron fácilmente la resistencia de los celtas, dirigida por Caswallawn, que Julio César, en la «Guerra de las Galias», singulariza con el nombre latino de Cassivellaunus. Éste fue sometido, tuvo que entregar rehenes a César y accedió a pagar tributo a Roma. Los romanos no volvieron a invadir Inglaterra hasta unos cien años después, bajo el emperador Claudio, un siglo después de las expediciones militares de César, cuando tuvo lugar la verdadera conquista de la isla.
Se habían establecido en Inglaterra comerciantes, cortesanos y huestes militares que convirtieron parte de la isla en una provincia romana, impusieron la cultura mediterránea y elevaron un límite norteño que es la muralla de Adriano, procediéndose a la romanización de Inglaterra, que en realidad es una sociedad multicultural. Se establecieron soldados que crearon familias. Muchas ciudades se desarrollaron en torno al ejército: Exeter, York y Caerleon fueron bases militares; Colchester, Lincoln, Gloucester eran colonias, donde se asentaban los veteranos después de, al menos, 25 años de servicio activo en el ejército. Londres era la ciudad mayor y corazón comercial. Eran ciudades pequeñas, de unos 15.000 habitantes, con organización municipal. Londres era el centro de donde salía una red de caminos que aún hoy mantienen la relación. La agricultura alcanzó gran prosperidad. El gobierno lo ejercían pocos magistrados. No existía una rígida burocracia; los municipios gozaban de autonomía, cada uno tenía jurisdicción sobre un área rural casi tan extensa como un condado moderno. Cinco ciudades tenían esta jurisdicción: Verulamium, Lincoln, Colchester, York y Gloucester.
La conversión al cristianismo comenzó en Inglaterra el año 597 y significó el regreso de la civilización romana desde el centro estelar de la Roma de los papas, que enseñaba la caridad, la humildad, el interés sobre las cosas espirituales y una conciencia activa y sin sosiego; distinción entre alma y cuerpo, un dogma y un extraño sometimiento a la fraternidad y los valores. Naturalmente, el juego de estas fuerzas sobre el carácter nórdico, sumamente lento, les abría más bien a adorar a Odin o Thor, religión común del anglosajón y el escandinavo era religión de laicos, de guerreros, que les planteaba preocupaciones de otros matices. La propagación del cristianismo inglés tiene el motor en Roma. Cuando el Papa Gregorio el Grande, el año 597, al saber que el rey Adalberto se había casado con una reina franca cristiana envió a Inglaterra al monje Agustín y a otros monjes romanos. El rey Adalberto se convirtió y Agustín fundó un monasterio en Canterbury, donde fue nombrado en el año 601 primer arzobispo de Canterbury, sede primada de Inglaterra. El año 604 se fundó una segunda sede en Rochester y también en Kent. Los sajones orientales aceptaron también el cristianismo y construyeron una catedral dedicada a San Pablo en Londres.
El impulso más importante del cristianismo fue misión principal de la Iglesia celta de Irlanda. San Patricio fue el motor de la expansión misionera céltica al exterior. Columba llegó a Escocia, convirtió a los pictos del norte en el año 563 y fundó un monasterio en la isla de Iona. San Aidan erigió un monasterio en la isla Lindisfarne. Otro centro de expansión del cristianismo fue el reino de Northumbria, gobernado por el rey Oswy (641-670), que venció a los mercios en el 655 y les impuso la nueva religión. El año 709 los reinos principales de la «Heptarguía anglosajona» se habían cristianizado. Oswy convocó el Sínodo de Whitby, en donde se acabó adoptando la opinión de Roma. De este modo se consiguió que la Iglesia de Inglaterra quedara unificada bajo el mismo primado, situación a la que se consiguió llegar con Teodoro de Tarso como arzobispo de Canterbury durante los años 668-670. Este gran arzobispo grecoparlante puso los cimientos definitivos de la Iglesia en Inglaterra, para lo cual estimó como mejor sistema la creación de una estructura diocesana que permaneció hasta la Edad Media. De modo que la unidad eclesial se consiguió mucho antes que la unidad política y sin duda fue la función para unir los distintos pueblos ingleses. Además, al introducir la cultura escrita contribuyó poderosamente a introducir entre los pueblos una lengua común.
Misioneros ingleses empezaron a difundir, en el siglo VIII, el cristianismo. Monasterios y catedrales fueron las comunidades con mayor y mejor grado de organización y mayores resultados en el orden de expansión del cristianismo.
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