Restringido

Las TV públicas en la era de la participación creativa

Las tecnologías de la información y de la comunicación han transformado radicalmente las economías, la estructura de la industria, los productos, los servicios y el mercado laboral. También están transformando el sistema de medios de comunicación

La Razón
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«Si quieres algo nuevo, tienes que dejar de hacer algo viejo» (Peter Drucker)

La gestión del saber, además de propiciar el desarrollo de nuevas tecnologías e industrias vinculadas al software y al hardware, está ayudando a reinventar otras viejas, como las de la banca, la cultura o el transporte. La televisión, que es más que una industria, no ha permanecido indemne a estas transformaciones. Centrándonos en algo tan próximo como nuestros televisores, vemos cómo han dejado de ser esa caja mágica que alumbraba las noches, para convertirse en un terminal de información más, que convive y compite con otros terminales.

Las tecnologías de la información y de la comunicación han transformado radicalmente las economías, la estructura de la industria, los productos, los servicios y el mercado laboral. También están transformando el sistema de medios de comunicación. Por ello, cabe preguntarnos por el papel que deben desarrollar las televisiones autonómicas.

En un contexto tecnológico y social en permanente cambio y muy diferente al del año 1983, que fue cuando se aprobó la Ley de Terceros Canales, nuestros usos y el acceso a nuevos soportes de comunicación han cambiado radicalmente las exigencias sobre las televisiones autonómicas para seguir cumpliendo su función de servicio público. En su calidad de grandes productoras de información, estos canales deberían atreverse a explorar nuevos formatos, soportes, funciones y contenidos. Sólo así podrán seguir contando para las audiencias, para la ciudadanía.

Lo mismo que ha ocurrido en otras industrias, los gigantes del software se han introducido en toda la línea de valor de las televisiones. En apenas diez años, YouTube se ha convertido en el lugar de referencia del mundo para ver vídeos y en un competidor más.

Lo mismo sucede con las compañías de telecomunicaciones, que ofertan paquetes híbridos de telefonía y contenidos televisivos a la carta. El último actor en escena ha sido la televisión por internet Netflix, que puede ser vista desde cualquier terminal conectado a internet. Twitter y Facebook también han contribuido a trastocar el panorama televisivo por su gran capacidad prescriptora a través de las recomendaciones de sus usuarios. Y ésta es una de las claves: la participación. Es momento de que las televisiones apuesten por la innovación abierta, sumando el talento de fuera al de dentro. Un talento que incluye a todos lo profesionales del periodismo que la crisis ha sacado de las redacciones. Muchos de ellos desarrollan proyectos innovadores que no ejecutan por falta de recursos.

Es hora de colaborar. Por ejemplo, las televisiones de la FORTA podrían unirse para un nuevo «Netflix», o para diseñar contenidos para las infraestructuras de las «smart cities» o para nuevos dispositivos.

Es necesario aplicar los principios de la cultura «hacker» a la televisión, que no son otros que los de la innovación desde la base. Propongo imitar a las grandes compañías y organizar un hackathon en colaboración con asociaciones de profesionales de la comunicación, universidades o programadores para trazar los nuevos caminos de la televisión.

También podemos aprender de lo que están haciendo grandes como Microsoft que, tras aceptar que Windows ha dejado de ser el rey del software, se ha reconciliado con la cultura del código abierto para ganarse a los «makers», a quienes «The Economist» atribuye la tercera revolución industrial. Los «makers» trabajan en fábricas digitales globales como Fab Lab, Hackspace, Techshop o Makespace, mostrando una particular lógica práctica que asume el valor de la creatividad de la gente.

El sociólogo Richard Florida escribe que uno de los principales motivos que lleva a las clases medias profesionales a elegir una ciudad para vivir es su estilo de vida y dinamismo cultural. Las televisiones autonómicas podrían tener una importante labor como altavoces de los movimientos culturales que surgen en su territorio.

Madrid se ha caracterizado por su creatividad en todas las manifestaciones artísticas en distintos momentos de nuestra democracia. Su tejido e industria cultural son fundamentales en la creación directa e indirecta de riqueza, tanto económica, como simbólica. Desde exposiciones hasta una ingente variedad de nuevas experiencias, que van desde los laboratorios ciudadanos de producción, investigación y difusión de proyectos culturales, como es el caso de Medialab Prado; hasta los nuevos centros de innovación de las grandes empresas abiertos a la ciudadanía. Espacios donde transitan expertos y aficionados de todo el mundo que debaten acerca de las disciplinas profesionales de un futuro que ya está aquí. Sinceramente, creo que la televisión podría desarrollar una interesante función como agitadora de estas dinámicas culturales.