El Corte Inglés

Navidad en verano

Las Navidades son uno de los periodos de mayor consumo del año, si no el que más, y por eso los comercios y fabricantes de todo tipo intentan aprovecharlo al máximo adelantando el comienzo de estas fiestas cada vez más. Los ayuntamientos también apoyan esta iniciativa encendiendo las luces y adornos navideños semanas antes, y es normal que en noviembre empiecen a sonar los villancicos en las tiendas y calles. Claro que puede parecer una exageración que en pleno verano podamos ver anuncios de un producto tan vinculado a esas fechas como la Lotería de Navidad.

La campaña tiene una estrategia absolutamente lógica y ya se ha realizado varios años, por lo que parece una prueba de que está logrando resultados positivos. El sorteo de Navidad representa un alto porcentaje de las ventas totales del organismo Nacional de Loterías y Apuestas del Estado, en él es habitual que jueguen muchísimas personas que no lo hacen apenas el resto del año, y tradiciones como compartir e intercambiar participaciones de los décimos lo han convertido en un fenómeno social absolutamente arraigado desde hace décadas. Por otra parte, desestacionalizar la venta de un producto es uno de los retos más complicados que puede afrontar la comunicación comercial, pues se trata de cambiar usos y costumbres que suelen llevar muchos años. ¿Cómo convencer a la gente de que consuma un producto navideño cuando está tomando el sol en la playa o disfrutando de las montañas en pleno calor estival?

La campaña de la agencia Tactics recurre a una idea clara y simple, pero no por ello menos eficaz: «¿Y si cae aquí?». Cuando se realiza el sorteo todos los medios de comunicación informan inmediatamente de las poblaciones donde ha caído el gordo, y los anuncios se centran así en que si se veranea en un lugar en el que ha habido premios podría haber tocado a todos los que pasaron por ese sitio y decidieron comprar algún décimo. Es el mismo planteamiento que hace que las administraciones donde se ha vendido algún gordo logren aumentar sus ventas y tengan enormes colas de gente atraída por la posibilidad de ser afortunadas. Porque parece que pocas cosas hay tan frustrantes como que toque el premio a un grupo de amigos o familiares, en el bar o la administración del barrio, y ahora también en el sitio donde se ha estado de vacaciones, y ser el único que no tiene un décimo o una participación en el bolsillo.