A pesar del...

El triple bulo de la desigualdad

Los argumentos destinados a demostrar que la desigualdad es nociva no se sostienen.

Como los socialistas de todos los partidos no respetan la propiedad privada, usurparon la idea de igualdad, que es originalmente liberal: la igualdad ante la ley, y la desvirtuaron. En vez de controlar al poder para preservar nuestros derechos y libertades, lo animaron a que los quebrante, alegando que ya no debe tratarnos como iguales ante la ley sino hacernos iguales mediante la ley.

Se trataba de un triple bulo: ideológico, analítico y empírico.

En términos ideológicos, el ardid consiste en esgrimir una nueva bandera para desviar la atención tanto del fracaso criminal del comunismo como de las grietas en el oneroso Estado de bienestar socialdemócrata.

El bulo también es analítico, porque los argumentos destinados a demostrar que la desigualdad es nociva no se sostienen. Si mi vecina es más rica que yo, y si se ha enriquecido honradamente, ello no causa ningún daño ni a mi persona ni a la comunidad.

Por fin, la supuesta perfidia de la desigualdad también es mentira empíricamente, porque la desigualdad no aumenta en el mundo.

Hace tiempo, el economista catalán Xavier Sala-i-Martín demostró lo que intuitivamente parecía más que probable, a saber, que, como la ola de libertad que se extendió por el planeta tras la caída del Muro de Berlín estaba contribuyendo a que cientos de millones de personas dejaran atrás la pobreza extrema, especialmente en Asia, era imposible que el mundo fuera más desigual.

No lo era, claro. Y entonces vino Piketty, personaje clave porque dio a la izquierda un respiro: la desigualdad que subía, afirmó, no era la mundial sino la nacional. Qué alivio.

Pues, tampoco. Las sucesivas investigaciones demostraron las deficiencias del economista francés, desde su exclusión del capital humano hasta su ignorancia de las transferencias de los Estados redistributivos. En el caso español el profesor Julio Carabaña desmontó los prejuicios progres: tampoco en nuestro país ha aumentado la desigualdad.

Chelsea Follett y Vincent Geloso afinaron el análisis de la desigualdad mediante el Índice del Progreso Humano, que añade a la renta otras medidas del bienestar: esperanza de vida, ecología, oportunidades, acceso a la información, etc. Su conclusión es que el mundo es cada vez menos desigual. Añaden que los antiguos índices subestimaron el grado en que el progreso económico mundial ha sido compartido por cada vez más gente: «la igualdad global ha crecido más de lo que muchos sostienen».