Y volvieron cantando

Lo volverán a hacer

El núcleo duro de Sánchez sabe mejor que nadie que no hay escándalo que dure unos cuantos meses y mucho menos cuatro años

Especialmente indicativa resultaba la encuesta publicada por este periódico a propósito de la percepción de los votantes sobre las consecuencias de la amnistía que negocian PSOE y soberanistas para beneficiar a una parte de estos últimos condenados por el «procés». Tres de cada cuatro españoles rechazan el referéndum y más de la mitad cree que la convivencia en Cataluña no ha mejorado. Pero, sobre todo, lo que mayoritariamente se teme es otro desafío al estado tras la amnistía. Pura lógica teniendo en cuenta que la medida de «gracia» destinada de entrada al mismísimo Puigdemont, no condenado por fugado acaba borrando cualquier atisbo de delito en los graves sucesos de octubre de 2017 y en consecuencia viste de total legitimidad e incluso legalidad a lo que se hizo bajo la instigación de la propia Generalitat como institución, ergo, pocas dudas pueden quedar sobre un «lo volveremos a hacer» ante tamañas garantías derivadas de una amnistía que, sencillamente da la razón y carta de normalidad –con la firma del Rey por delante– a aquellos sucesos.

Esta es la verdadera madre del cordero de una negociación que llaman «discreta», por encima del espantajo del inviable referéndum y este es el auténtico golpe de gracia a la división de poderes en un estado de derecho. Pero la realidad es tozuda y a pesar de encuestas tan reveladoras como la publicada en este periódico, en La Moncloa ya se han habituado a contemplar escándalos estratosféricos anteriores como los indultos, el cambio del código penal para favorecer a políticos malversadores o aquella propuesta del «mediador» que precipitó unas elecciones, olvidados por la opinión pública y prácticamente sin incidencia alguna en la demoscopia electoral. El núcleo duro de Sánchez sabe mejor que nadie que no hay escándalo –y el de la amnistía es especialmente grave– que dure unos cuantos meses y mucho menos cuatro años de una nueva legislatura. Así de claro y así de preocupante en un país donde lo que antes eran delitos graves ahora pasarán a ser legítimos actos y en el que el pacto entre la izquierda y el separatismo es tan seguro como que el fugado as de la baraja pasará del ostracismo de Waterloo en los últimos cinco años, a un periodo en el que no se moverá una mosca en la política española sin que se pronuncie la frase «a ver que dice Puigdemont».