Toros
Muere un torero
No ha transcurrido un año desde la cornada mortal de Víctor Barrio en Teruel, cuando otro héroe vestido de luces pierde la vida en Francia. Iván Fandiño, Iván de Orduña, torero de origen vasco y gallego, afincado en Guadalajara casi como un alcarreño más, ha dejado su vida en el albero de Aire Sur L`Adour.
Con independencia de que a veces los aficionados a los toros seamos más o menos críticos con los ganaderos, empresarios e incluso actuaciones de los toreros, siempre nos estremece pensar que un congénere nuestro se juega de verdad su vida en el altar de la tauromaquia para crear un obra de arte. Iván Fandiño ha sido un torero de raza, que creó su personalidad a sangre y fuego pues desde su vizcaína Orduña natal no encontró precisamente un camino de rosas para abrirse hueco en el escalafón de matadores. Torero muy respetado por muchos públicos, triunfó en plazas importantes como Bilbao y Madrid. En Francia, en aquella tierra tan profundamente taurina donde ha apagado la luz de su carrera y de su propia vida tenía legión de seguidores. Torero ambicioso, de retos, al que en este momento triste damos todo el valor que tuvo su no exitosa encerrona con seis toros el Domingo de Ramos de 2015 en Las Ventas. Su apuesta en la promoción, su arrojo en enfrentarse a carta cabal a seis toros de encastes legendarios hoy cobra todo su valor y su sentido melancólico. Torero que siempre gozó del respeto de sus compañeros, de los aficionados puros y de quienes creemos que más allá de las estéticas peculiares de cada coleta lo genuino es vestirse de torero y afrontar con tu nombre y apellidos un cartel de una tarde taurina. Técnico, a veces sobrio pero siempre encastado, Fandiño deja una brillante página más en esta hora negra para la historia del toreo.
¡Va por ti siempre Iván!
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