Religion

Guardar el corazón

Textos de oración ofrecidos por el sacerdote – vicario parroquial de la parroquia de La Asunción de Torrelodones, Madrid

Christian Díaz Yepes

Hijo mío... sobre todo, guarda tu corazón, porque de él brota la vida (Proverbios 4, 23).

Guarda tu corazón como guardaba María las palabras del ángel para que La Palabra tomara carne totalmente en ella y siguiera creciendo y dando vida más allá de ella. Guárdalo en ese silencio donde resuena la voz de Dios. Aunque no entiendas sus designios siempre mayores, que tu corazón acepte lo que Él le confía.

Guarda y aguarda en tu corazón como aguardaron los magos la esperanza de los tiempos y siguieron su destello hasta el portal de la vida. Que tu corazón siga paso a paso la luz de Dios. Mira hacia lo alto, indaga, confía, ponte en camino y, sobre todo, adórale.

Guarda tu corazón, como el Señor en el desierto, que venció por su Palabra toda insinuación engañosa. Guarda esa Palabra. Asienta sobre ella cada paso de tu camino y, roca a roca, cada fortaleza que edifiques. Aunque vuelvan a asediarte las tentaciones, permanece inquebrantable en ser quien eres. Y tú eres quien ante Dios eres.

Guarda tu corazón como se guarda el tesoro encontrado en un campo por el que se vende todo lo que se posee para comprar el campo y ser del todo dueño de aquel tesoro. Justo eso: pon todo en juego por ser dueño de ti mismo. No pretendas arrebatarlo ni que te lo den de gratis. Conquista tu corazón, y solo así podrás ofrecerlo.

Guarda tu corazón como el pastor que deja las noventa y nueve ovejas para rescatar la perdida. Porque así actúa el que ama. No deja perder nada de lo que le ha sido confiado y ha hecho parte de sí mismo. Por eso has de rescatar lo que tu corazón pueda haber perdido. Llénalo de la gracia de Dios para sanarlo y darle nueva vida hasta que pueda andar en libertad.

Guarda tu corazón como se prepara la semilla que has de esparcir sin escatimar, confiada a los designios de Dios y a la respuesta de sus hijos. Espera que dé frutos a tiempo y a destiempo. Confía en que podrá germinar una y otra vez en tantos brotes como suscite el Espíritu que renueva la tierra.

Guarda tu corazón cada alborada, cada día y cada noche cuando te retires a discernir, agradecer, a pedir nuevas gracias. Algunas veces lo harás subiendo al monte en soledad, otras con los amigos que querrás que te acompañen en tus horas decisivas y en las alegrías que repartas. Guarda tu corazón inclinándote para lavar sus pies antes de sentarlos a tu mesa. Ofréceles el pan de tu vida y el vino de tu pasión por darles todo lo que eres. Escúchalos, sírvelos, perdónalos. Guárdalos en tu corazón dilatado a la medida del corazón de Cristo, que lo ha dado todo para hacernos amar a todos. Y con él guarda tu camino hasta el Calvario, levantándote una, dos, tres y tantas veces cuantas puedas caer. Que lo importante es no fijarte en tu debilidad, sino en la fuerza del que te levanta.

Y con él, lucha. Defiende tu corazón con las armas de su combate. Porque tanto vale tu corazón que muchos querrán arrebatártelo o hacer que se pierda detrás de cualquier pasión sin razón o cualquier razonamiento sin amor. Por eso revístelo con la coraza de la fe y protégelo con el escudo de la verdad. Con la espada de su Palabra anuncia, consuela, y hasta llegarás a levantar muertos. Tu yelmo, como el suyo, será de espinas, pero no temerás ser herido. Tampoco temerás la lanza que pueda atravesarte. Tu gran victoria será esa herida de tu corazón unido al suyo. Herida fecunda, manantial de vida que mana incesantemente.

Porque ante todo, hijo, ese corazón custodiado te hará padre también a ti. Y para ser verdaderos padres, hermanos y amigos hemos venido a esta tierra. Para eso el Dios-Hombre ha entregado por ella su corazón y así nos ha llenado por siempre de vida. La verdadera.