España
Carrón: «El testimonio de Francisco es mayor que cualquier discurso»
Presidente de Comunión y Liberación
El gran problema del mundo de hoy ya no es una pregunta teórica, sino una pregunta existencial. No «¿quién tiene razón?», sino «¿cómo se puede vivir?». A esta pregunta trata de responder el movimiento católico de Comunión y Liberación, una realidad eclesial que, nacida en Italia en 1954, trata de afrontar los desafíos de nuestro tiempo y la educación cristiana de sus miembros para colaborar con la misión de la Iglesia en todas las esferas de la sociedad. Desde la muerte de su fundador, Luigi Giussani, es Julián Carrón quien preside el movimiento en todo el mundo.
–El lema del inicio de curso de Comunión y Liberación de este año es una pregunta: ¿cómo nace una presencia?
–Nace del encuentro con alguien tan absolutamente fascinante para la vida, que uno no puede prescindir de ello para mirar la realidad. Es como cuando te enamoras, y toda la vida está determinada por esa presencia. Estás en la realidad con esta novedad dentro, en todo lo que tocas, en todo lo que miras, en todo lo que te sucede.
–¿Es este encuentro posible para todos?
–Sí. El ejemplo es María Magdalena, una persona desconocida que en el encuentro con Jesús descubre quién es y la posibilidad que tiene de vivir la vida con una intensidad que nunca podría haber imaginado.
–Acaba de publicarse el libro sobre la vida de don Giussani, el fundador del movimiento. ¿Cómo era su relación con él?
–Tuvo distintas fases, porque yo vivía en Madrid cuando encontré el movimiento, y le veía raramente. Después, se fue intensificando la relación hasta el punto de pedirme que fuera a Italia a echarle una mano en la guía del movimiento, una sorpresa total para mí.
–Preguntado sobre por qué la gente le escuchaba y le esperaba, don Giussani respondía: «Porque creo en lo que digo». ¿Por qué la gente le escucha a usted?
–Intento comunicar también aquello que creo y aquello que vivo, lo que me ayuda a mí a vivir. No tengo ningún otro deseo que vivir. Mi problema es uno, como el de todos los hombres: vivir.
–¿Cómo ha crecido el movimiento de Comunión y Liberación en España? ¿Qué tiene que aportar hoy ante nuestra situación?
– Como en cualquier parte del mundo, debe aportar lo más querido que ha encontrado: la posibilidad de que Jesucristo, cualquiera que sea la circunstancia, pueda significar una novedad para vivir todo, desde las relaciones en la familia, hasta el trabajo, el desempleo o la enfermedad. Todo puede ser acompañado por la presencia de Cristo, que hace todo nuevo.
–La voluntad de don Giussani era proponer un camino cristiano verdaderamente humano. ¿Sigue teniendo vigencia hoy?
–Creo que cuanto más pasan los años, más significativo se revela este camino, porque él ha hecho una cosa difícil de encontrar: se ha implicado en la vida de unos jóvenes durante años para poder verificar que su propuesta cristiana podía responder a las exigencias del vivir. Y esto ha hecho que nosotros podamos haber visto con nuestros propios ojos qué significaba vivir la vida en la fe. Esto es lo que nos ha fascinado.
–¿Es posible la unión de pensamiento teórico y experiencia personal que proponía don Giussani? ¿De qué forma la atención a lo cotidiano puede ser ocasión de un encuentro con Cristo?
–Él siempre partía de la experiencia, porque la realidad, decía, se hace transparente para nosotros en ella, igual que se hace transparente qué es el amor no en una teoría o en un discurso, sino al enamorarse. Por eso es fácil. La vida es fácil, el cristianismo es fácil, porque es una experiencia al alcance de todos. Uno debe darse cuenta de qué significa la experiencia que hace para poder crecer en esta autoconciencia de sí y de la realidad.
– Citando a Dostoievski, «Un hombre culto, un europeo de nuestros días, ¿puede creer en la divinidad de Jesucristo?»
–¡Absolutamente! La fe cristiana sólo interesará a los que no renuncian ni a su razón ni a su libertad. A aquellos que, respetando toda la exigencia de su razón, no se conforman con menos que con encontrar una respuesta total. Es decir, de un significado verdadero de la vida que esté delante de cualquier circunstancia y de una plenitud que pueda saciar el corazón del hombre.
–El Papa Francisco, en su respuesta a Scalfari en «La Repubblica», afirmaba la necesidad de «suscitar un diálogo sincero y riguroso». ¿Es posible este tipo de diálogo?
–Es posible porque todos los hombres, como han demostrado tanto Scalfari como el Papa, deseamos encontrar un significado para vivir, deseamos encontrar una respuesta que nos ayude a entrar en relación con todo en la vida. Sólo si cada uno de nosotros no censuramos este deseo, esta exigencia que tenemos, podemos encontrar siempre personas que tengan el mismo deseo que nosotros.
–Usted habla de que «la lealtad hacia esta exigencia que nos constituye, este deseo de luz, es lo que estimula a los hombres al verdadero diálogo». ¿Esta exigencia está presente en todo hombre?
–Sí, nos la encontramos cada uno de nosotros dentro de lo más íntimo de nuestro ser, es lo que nos constituye. No existe un ser humano sin esta exigencia de verdad, de belleza, de justicia, de felicidad, de plenitud... No sería humano.
–¿Qué tiene que ver esta exigencia con el cristianismo?
–Precisamente, el cristianismo se propone como una respuesta total a esta exigencia. Por eso nada podrá ser más interesante para quien tenga este deseo y esta exigencia de felicidad que poder encontrar una respuesta a su altura.
–En su entrevista con el director de «La Civittà Cattolica», el Papa afirma que su fe nació de un «encuentro personal con Jesús» pero que «sin la Iglesia, no hubiera podido tenerlo». ¿Hasta qué punto lo uno no se entiende sin lo otro?
–No podemos conocer a Jesús sino en la Iglesia. Nos ha llegado a través de ella: sería un personaje desconocido si no fuera por los testigos que han transmitido la sorpresa y la novedad que ellos encontraron en Jesús. Como todo hecho histórico, y el cristianismo lo es, no se puede conocer si no es través de los testigos.
–¿Cuál cree que es la clave del liderazgo que está llevando a cabo el Papa Francisco?
–Su genialidad es su capacidad absolutamente sencilla de testimoniar qué es el cristianismo hoy sin tener que apoyarse en ninguna otra cosa más que en la potencia de su propio testimonio. A nosotros tantas veces esto nos parece demasiado poco, pero el Papa nos está demostrando que la potencia del testimonio es mayor que cualquier discurso.
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