La sucesión de Benedicto XVI

«El nuevo Papa tiene que ser un hombre de gobierno»

DARÍO CASTRILLÓN HOYOS/ Cardenal Prefecto emérito de la Congregación para el Clero. «En la Curia hay casos de personas ''carreristas'' que quieren el primer puesto», denuncia el colombiano

«El nuevo Papa tiene que ser un hombre de gobierno»
«El nuevo Papa tiene que ser un hombre de gobierno»larazon

«En la Curia hay casos de personas ''carreristas'' que quieren el primer puesto», denuncia el colombiano

–En la misa del Miércoles de Ceniza, su última Eucaristía pública como Papa, Benedicto XVI habló de cómo las «divisiones en el cuerpo eclesial desfiguran el rostro de la Iglesia». ¿Existen luchas de poder entre cardenales?

–Las palabras del Santo Padre son muy justas. Al lado de toda la grandeza de la Iglesia que él ve, de toda la santidad que encuentra aquí y allá, también hay lunares. Son mucho menores estos lunares del caudal de cosas positivas realizadas por quienes colaboran con el Santo Padre.

Sin duda, también hay problemas, algunos grandes, que no tienen por qué turbarnos. El Señor tuvo a Judas. Qué más da que en una Curia amplia haya casos de personas «carreristas» que quieren el primer puesto.

–¿Hay entonces algunos Judas entre los cardenales?

–No diría Judas, pero sí que hay gente con aspiración de hacer carrera, que es algo normal entre los hombres. Esto no opaca el panorama de personas totalmente dedicadas al servicio. El Santo Padre conoce este problema, que no creo que haya sido la causa de su decisión.

–¿Qué características debería reunir el nuevo Papa?

–Tiene que ser ante todo un pastor, un verdadero discípulo de Cristo, que lo ame profundamente. Un hombre convencido de la doctrina de Cristo y que quiere con su mandato ser pastor de la grey como vicario del Señor. Tiene que ser alguien que conozca al hombre de hoy y a su cultura.

–Tendría entonces que ser alguien con experiencia pastoral y capaz de entender la cultura contemporánea...

–Exactamente. Debe tener experiencia pastoral y conocimiento de esta cultura. Hoy el rebaño tiene unos signos, un vocabulario, tiene algo que es propio de este tiempo. Si no se entiende la cultura contemporánea no puede haber un auténtico diálogo.

Por otra parte, el hombre que conozca la cultura debe saber cuáles son las incompatibilidades con el Evangelio para corregirlas y qué riquezas culturales hay para la expresión de Dios. Por ejemplo, todo lo que se abre en el panorama inmenso de la informática.

Entiendo que debe ser también alguien diestro en el uso de las nuevas tecnologías de la comunicación...

–Debe estar abierto a ese mundo.

–¿Cree que tendría además que ser un Santo Padre menor de 70 años?

–Eso no cuenta tanto. Lo mismo ocurre con el lugar de origen. Lo importante es que sea un hombre de gobierno, porque así sabrá que en el mundo hay culturas distintas y haría una verdadera, leal y legítima internacionalización de la Curia romana y del Colegio Cardenalicio, que responda a las realidades católicas y culturales del mundo, más que a realidades del pasado que ya tuvieron su razón de ser y produjeron lo que tenían que producir.

–¿Las características que, en su opinión, debería reunir el nuevo Papa las encuentra en algunos cardenales?

–Sí, evidentemente se me ocurren nombres. Aunque por una elemental prudencia no los voy a decir.

–¿Alguno de esos nombres es de un cardenal latino?

–Puede ser.

–Teniendo en cuenta los equilibrios en que se mueve la elección del Papa dentro del Colegio Cardenalicio, ¿un latino podría ser hoy elegido Pontífice?

–No quiero entrar en ese punto. Lo importante es que el grupo de gobierno en torno al vicario de Cristo sea verdaderamente representativo y honestamente responsable. No debe estar para decir sólo que sí y para agradar al Pontífice. Debe decirle la verdad y que esta verdad venga de todos los rincones del mundo, con una Curia verdaderamente católica e internacionalizada.

–El apoyo que necesitaría el nuevo Papa, ¿lo ha tenido Benedicto XVI?

–Él lo sabe. No hay que hurgar desde fuera. Él ha sido dueño de sus decisiones. Permítame que le diga una cosa: cuando yo firmo una carta, no tiene ninguna responsabilidad el que la escribe en mi nombre.

–¿Cómo valora la renuncia?

–Fue la decisión de un hombre eminentemente responsable. Fue una admirable y ejemplar decisión, tomada con absoluta libertad. Él es un hombre de pensamiento. Debió de pensar profundamente lo que iba a hacer, vio la realidad de la Iglesia y tomó esa determinación como algo que le salía de la inteligencia y del corazón. No quiso evitar el trabajo y las penalidades que trae la carga pontificia, pero midió sus fuerzas y vio que no eran suficientes para realizar como quiere su oficio de pastor supremo.

–¿Qué sintió al escuchar las palabras del Papa? ¿Entendió de inmediato lo que estaba sucediendo?

–Me quedé muy sorprendido, porque se le veía bien de salud. Me pareció justamente ese día que entró caminando bastante bien. Quedé muy sorprendido de esta decisión tan respetable. Meditando sobre ella y tras oír las palabras posteriores del cardenal Sodano, nos quedamos unos cuantos cardenales, unos veinticinco, comentando lo que había pasado. Nadie sabía nada. Hablé un momento con el cardenal Bertone y con el cardenal Sodano y me dijeron que ellos tampoco lo sabían.