Roma

Los Magos de Oriente, ejemplo de «santa astucia»

En la fiesta de la Epifanía del Señor. El Papa Francisco pide a los cristianos «sagacidad espiritual» para reconocer «los peligros y evitarlos»

Francisco saluda a los fieles de la parroquia de San Alfonso de Liguori
Francisco saluda a los fieles de la parroquia de San Alfonso de Liguorilarazon

La «santa astucia». En la misa de la Epifanía del Señor que presidió ayer en la basílica de San Pedro del Vaticano, el Papa Francisco exaltó esa virtud de los Magos de Oriente tras proponerlos como modelos a seguir para los católicos de hoy. Al explicar cómo el recorrido que siguieron tras la estrella simboliza el «destino de todo hombre», destacó la necesidad de desarrollar una «sagacidad espiritual» que permita «reconocer los peligros y evitarlos». Los Magos «nos enseñan a no caer en las acechanzas de las tinieblas y a defendernos de la oscuridad que pretende cubrir nuestra vida. Ellos, con esta santa ''astucia'', protegieron la fe».

Los fieles han de seguir sus pasos para evitar que su fe no caiga en «la oscuridad», aunque ésta en ocasiones no parezca tal. «La oscuridad a menudo se disfraza incluso de luz. Porque el demonio, dice San Pablo, muchas veces se viste de ángel de luz. Y entonces es necesaria la santa ''astucia'', para proteger la fe de los cantos de sirenas, que te dicen: ''Mira, hoy debemos hacer esto, aquello...'' Pero la fe es una gracia, es un don», advirtió el Pontífice en su homilía. Ahondando en la idea de la «santa astucia», dijo que ésta se desarrolla por medio de «la oración, el amor y la caridad». «Es necesario acoger en nuestro corazón la luz de Dios y, al mismo tiempo, practicar aquella astucia espiritual que sabe armonizar la sencillez con la sagacidad». Subrayó el Papa esta idea con una cita del Evangelio de San Mateo, en la que Jesús le pide a sus discípulos que sean «sagaces como serpientes y sencillos como palomas».

Los Magos de Oriente son una referencia para los fieles porque la vida de todo hombre es igualmente «un camino» en el que hay algunas luces que nos permiten «entrever el sendero, hasta encontrar la plenitud de la verdad y del amor, que nosotros cristianos reconocemos en Jesús». Como aquellos sabios, que estaban vigilantes para escuchar a Dios y tenían a su disposición el libro de la creación y el de las Sagradas Escrituras para orientarse, también los católicos deben dejarse guiar por la lectura, la meditación y la escucha del Evangelio, pues es el «alimento espiritual» que permite «encontrar a Jesús vivo, hacer experiencia de Él y de su amor».

Al analizar las lecturas del día, recordó los temores del rey Herodes por el nacimiento de Jesús, pues lo veía como a un rival. «Todo un mundo edificado sobre el poder, el prestigio, el tener, la corrupción, entra en crisis por un niño», destacó Francisco, deteniéndose a continuación en cómo el miedo de Herodes al sentir que «el entramado de su poder se resquebrajaba» le llevó «incluso a matar niños». Es precisamente en el palacio del monarca en Jerusalén donde los Magos perdieron de vista la estrella, pues allí reinaba «la oscuridad, la desconfianza, el miedo, la envidia». Los sabios de Oriente, sin embargo, supieron sobreponerse a esta situación gracias a que creían en las Escrituras, «en la palabra de los profetas que señalaba Belén como el lugar donde había de nacer el Mesías». «Así escaparon al letargo de la noche del mundo, reemprendieron su camino y de pronto vieron nuevamente la estrella», aseveró.

Los católicos deben buscar esa estrella para «seguir los grandes deseos de nuestro corazón» y no contentarse «con una vida mediocre, de poco calado». El Papa pidió en cambio que se ceda ante la fascinación que provocan «la bondad, la verdad, la belleza», encarnadas siempre en Dios, «que es todo eso en modo siempre mayor». Los Magos de Oriente, concluyó, nos enseñan a «no dejarnos engañar por las apariencias, por aquello que para el mundo es grande, sabio, poderoso» y a «proteger la fe», algo «muy importante en este tiempo».

En busca del no creyente «con respeto y amor»

Tras la celebración de la eucaristía, el Papa Francisco dirigió la oración del Ángelus desde la ventana de su estudio en el palacio apostólico del Vaticano ante los cerca de 80.000 peregrinos congregados en la plaza de San Pedro. El Papa les dijo que el amor de Dios «viene siempre antes del nuestro», pues Él siempre «tiene la iniciativa», como muestra la estrella que siguieron los Magos de Oriente anunciándoles el nacimiento de Jesús. «La luz nos precede, la verdad nos precede, la belleza nos precede. Dios nos precede». Al explicar su idea de Iglesia como pueblo en movimiento hacia Dios, se detuvo en particular en los alejados de la fe, asegurándoles que Dios les llama y les busca «con gran respeto y amor». «El Señor no hace proselitismo, da amor, y ese amor te busca, te espera, a ti que en este momento no crees o estás alejado».

El detalle

EL OBISPO DE ROMA, EN UN BELÉN VIVIENTE

Iba a ser una visita estrictamente privada, pero el Papa Francisco no pasó inadvertido al acudir al belén viviente organizado por los feligreses de la parroquia romana de San Alfonso de Ligouri. Después de rezar en privado en el tiempo, el Obispo de Roma salió y saludó a las personas discapacitadas, enfermos y niños que le esperaba. Durante la hora que estuvo en la parroquia romana pudo hablar con los particulares actores.

«Termina la Navidad, comienza el año, pero Jesús queda entre nosotros. ¿Creéis en esto?», preguntó el Papa Bergoglio a los niños de la parroquia, a lo que éstos respondieron a coro que sí. «¿Jesús vence al Diablo?», preguntó el Pontífice, quien, ante la respuesta afirmativa de los niños, sonrió y dijo: «Felicidades a los catequistas». Dirigiéndose a la comunidad parroquial, señaló: «Os agradezco por la acogida, por vuestro fervor cristiano y por este belén viviente que habéis hecho». Antes de abandonar la parroquia, el papa subió al estrado y dijo a los presentes: «Viva Jesús, viva María, viva José. Muchas gracias y adiós».