Entrevista
Pablo D' Ors: "El 'coaching' mercantiliza la ayuda profunda a las personas"
El sacerdote y escritor ha creado una fundación para dar soporte a la red de meditadores Amigos del Desierto, a la vez que cautiva a los lectores con su obra «Devoción»
No es solo el sacerdote más leído en nuestro país. Su inmersión en la meditación le ha llevado a constatar que es posible la contemplación en medio del ruido polarizante. Pablo d’Ors es un místico de lo cotidiano que ha sido capaz de contagiar a otros. Once años después de que pusiera en marcha Amigos del Desierto, una red de meditadores que ha sido reconocida por la Iglesia como asociación privada de fieles, acaba de crear una fundación que busca servir como soporte jurídico-económico al proyecto Athos, una futura colonia monástica. Entre tanto, sigue buceando en la «oración del corazón», como lo certifica «Devoción» (Galaxia Gutemberg) que él mismo define como «una versión y una interpretación de ‘El peregrino ruso’, un clásico de la espiritualidad ortodoxa».
Cuando alguien asocia la palabra gurú a Pablo D’Ors, ¿le da algún salpullido?
En noviembre viajé a la India y me ha cambiado la visión prejuiciosa que tenemos en Occidente del gurú. Quizás lo asociamos a los impostores y a quienes viven de una manera banal y frívola. Pero allí he comprendido el sentido de los conceptos devoción, sacralidad y gurú. Su visión no es materialista como la nuestra. Es decir, nosotros pensamos primero en el pan, en la materia. Para ellos, la visión de que el espíritu es lo importante genera una devoción, un amor a la realidad, una entrega real. Y ahí es donde aparece la figura del gurú, como una mediación, una fuente de transmisión. Para ellos, el gurú no es solo el que tiene un mensaje que transmitir, sino que equivaldría a la figura del profeta, el que encarna la gracia. A mí me encantaría encarnar esa gracia para los demás, por lo que, si alguien no lo utiliza en tono despectivo, no me parece mal. En cualquier caso, lo que sienten o piensen los demás de mí, intento que no me toque lo más mínimo, no pierdo el tiempo.
Seguimos con más etiquetas: ¿es usted un «coach»?
Espero y deseo que no. Eso no significa que no atienda a muchas personas y grupos para ayudarles en su camino. El «coaching» es una mercantilización de una relación de ayuda, del acompañamiento profundo a las personas. Dedico bastantes horas a la semana a acompañar procesos personales y creo que la misión específica del acompañante es mucho más profunda y diferente. Mientras el «coach» quiere que la persona esté bien, el acompañante lo que quiere es que la persona sea lo que tiene que ser, que es distinto, aunque sea atravesando oscuridades y dificultades… Yo me muevo en este segundo ámbito.
¿Se sabe peregrino?
De hecho, el editor quería que «Devoción» se llamara «Peregrino» Sin embargo, me empeñé en retomar un término que pertenece a nuestra tradición. Peregrino soy, eso es indudable. Mi vida ha sido una aventura de búsqueda espiritual muy clara, de desinstalación permanente. Y sigo viviendo en esa dinámica. El peregrino es el que tiene suelo bajo sus pies y un horizonte. Para mí, el horizonte es muy claro y el suelo a veces es más inestable. Ha llegado un momento en que las etiquetas como escritor, sacerdote, peregrino o maestro, me parecen limitantes, aunque sean útiles. Las respeto y me gustan, pero no expresan por separado la identidad completa.
En «Devoción» escribe: «El día en que se pusieron a venerarme como si fuera un santo, temiendo que pudiera malograrme, tuve la determinación de partir». ¿Teme que le idealicen?
No hay peligro, porque mis imperfecciones son muy evidentes, gracias a Dios. No busco la perfección, sino la excelencia, lo mejor de mí mismo, que es muy distinto. Creo que los peligros fundamentales que acechan a un movimiento, como Amigos del Desierto, son por una parte el activismo. Hay grupos que nacen con una voluntad contemplativa, pero degeneran en una acción frenética. Esa tentación está ahí. Por otra parte, está la idolatría, una veneración exagerada hacia el fundador. Yo tengo intención de «jubilarme» pronto, de apartarme. Lo voy haciendo poco a poco. Cuando el sabio apunta a la luna, el tonto se queda mirando el dedo. Yo solo soy un dedo. Lo interesante es la luna.
«Que en el principio sea la Palabra, no es una mera consideración piadosa, sino la clave de la bóveda de toda cosmovisión cristiana», sentencia. ¿El católico se ha enredado con otras cosas que no son propiamente el Evangelio?
De Dios nos olvidamos permanentemente. De hecho, la espiritualidad es el recordatorio de Dios. He llegado a una conclusión que seguramente algunos considerarán muy conservadora y retrógrada. La espiritualidad es una tradición y un discipulado, es decir, que si no nos insertamos en una corriente de vida, de oración, de pensamiento, de acción determinada y no la seguimos discipularmente, difícilmente podemos caminar hacia nuestro interior. Por todo ello, las espiritualidades más o menos «lights» o improvisadas tienen poco futuro.
Entonces, ¿cómo situarse como cristiano en el mundo hoy?
Es un tema delicado, porque es verdad que tenemos que estar en el mundo, pero sin ser de él. A la vez, el mundo te puede devorar. Hay que estar con mucho cuidado, no tiene sentido estar de cualquier manera. Todo creyente puede ser un pastor del diálogo o de la alternativa. O realmente piensas que lo cristiano es una alternativa al mundo y, por tanto, tú tienes eso que ofrecer, o bien piensas que es bueno que el cristiano entre en diálogo con otras alternativas para, juntos, generar un modo de convivencia que sea que sea la mejor de las posibles. Yo estoy situado en la clave del diálogo.
Al final del libro, recomienda lo siguiente: «Mira breve y amorosamente cualquier pensamiento nocivo o emoción malsana en cuanto te asalte o sobrevenga». ¿No es mejor esquivarlos sin más?
No, es entrenamiento espiritual. En esa frase se podría resumir la enseñanza del sacerdote Franz Jalics, mi maestro. Él propone la redención en la conciencia. Es decir, Jesús abrazó la cruz para ser luz y eso es lo que va a hacer en nosotros en nuestro interior. Cualquier moción, pensamiento, imagen oscura, en lugar de escaparnos o querer resolverlo inmediatamente, mirémoslo amorosa y brevemente para irlo redimiendo y cambiarlo de signo. Esa es la aventura de la transformación interior.