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«Somos hermanos, rezamos juntos»
Francisco rechazó el puesto de honor que le ofreció el Papa emérito y ambos oraron de rodillas. Tras el encuentro, los dos pontífices comieron juntos con sus secretarios personales
El helipuerto de Castel Gandolfo fue ayer el escenario donde se produjo una imagen para la historia: el abrazo entre dos papas. A un lado estaba Benedicto XVI, obispo emérito de Roma desde que el pasado 28 de febrero puso fin a su pontificado de forma anticipada.
El helipuerto de Castel Gandolfo fue ayer el escenario donde se produjo una imagen para la historia: el abrazo entre dos papas. A un lado estaba Benedicto XVI, obispo emérito de Roma desde que el pasado 28 de febrero puso fin a su pontificado de forma anticipada. Al otro, su sucesor, el Papa Francisco, quien acababa de llegar en helicóptero desde el Vaticano para reunirse y comer con él en el palacio apostólico de esta localidad a las afueras de Roma donde los pontífices suelen pasar el periodo estivo. Allí permanecerá Joseph Ratzinger hasta que terminen los trabajos de acondicionamiento del monasterio Mater Ecclesiae, situado dentro del Vaticano, donde se mudará dentro de unos meses.
Franciso iba acompañado en el helicóptero, que tocó tierra a las 12:15 horas, por el sustituto de la Secretaría de Estado, el arzobispo Angelo Becciu; por el regente de la prefectura de la Casa Pontificia, monseñor Leonardo Sapienza, y por monseñor Alfred Xuereb, antiguo secretario personal de Benedicto XVI que ahora está al servicio del nuevo obispo de Roma. Tras los saludos, en los que el Papa Ratzinger agradeció repetidamente la visita, los dos pontífices subieron en el coche que los llevó al palacio apostólico. Francisco se sentó en el sillón trasero derecho, el que suele ocupar el obispo de Roma, y a su izquierda estaba su predecesor. Delante, junto al conductor, se acomodó el arzobispo Georg Gänswein, el primer secretario personal de Benedicto XVI, quien es además prefecto de la Casa Pontificia. Antes de montar en el automóvil, Francisco saludó a Marcello Semeraro, obispo de Albano, a cuya diócesis pertenece Castel Gandolfo, y a otras personalidades religiosas y civiles.
Al llegar al palacio apostólico, el obispo emérito de Roma y su sucesor fueron directamente a la pequeña capilla que hay dentro del apartamento pontificio. El Papa Ratzinger ofreció a Francisco el puesto de honor, pero éste lo rechazó y pidió que ambos oraran, de rodillas, en el mismo reclinatorio frente a la imagen de la Virgen de Czestochowa. A esta advocación mariana polaca le tenía gran devoción Juan Pablo II, quien de esta forma se hizo también presente en el histórico encuentro. «Somos hermanos», le dijo el Papa Bergoglio a su antecesor cogiéndole de la mano e instándole a que se colocaran uno al lado del otro. Permanecieron rezando en silencio durante varios minutos, conformando una imagen insólita e inolvidable: los dos pontífices, vestidos de blanco y orando al mismo tiempo. El portavoz vaticano, el jesuita Federico Lombardi, describió el encuentro como un «momento de profunda y elevada comunión».
Aunque al primer golpe de vista parecía que ambos llevaban los mismos atuendos, había ligeras diferencias. Benedicto XVI vestía una sotana blanca, sin fajín ni esclavina. Se protegía del frío con un abrigo también blanco y calzaba unos zapatos marrones, no rojos como hacía cuando era Papa. Eran negros los de Francisco, quien si llevaba el fajín y la esclavina. En el cuello del alemán pendía una cruz dorada, mientras que en el del argentino podía verse el crucifijo metálico que porta desde su ordenación episcopal y del que no quiso desprenderse cuando fue elegido sucesor de Pedro el pasado 13 de marzo.
Tras el momento de oración en la capilla, Ratzinger y Bergoglio se reunieron durante unos tres cuartos de hora. La conversación fue «totalmente privada», explicó Lombardi. Sólo ellos dos participaron en ella. Después de este encuentro, que terminó alrededor de las 13:15 horas, los dos Pontífices compartieron mesa y mantel con sus secretarios personales, el maltés Xuereb y el alemán Gänswein. Cuando terminó la comida y luego de haber pasado casi tres horas en Castel Gandolfo, Francisco tomó el helicóptero que lo llevó de vuelta al Vaticano a las 14:42 horas. Como ocurrió a su llegada, fue acompañado en su despedida por Benedicto XVI.
En la semana y media que lleva de pontificado, el Papa Bergoglio ha hecho continuas menciones a su antecesor. Nada más ser elegido sucesor de San Pedro en el cónclave, le llamó por teléfono a Castel Gandolfo para darle la noticia y agradecer su dedicación en el ministerio petrino. Luego, al salir al balcón central de la basílica de San Pedro para saludar por primera vez a los fieles, dijo: «Antes de nada, querría hacer una oración por nuestro obispo emérito, Benedicto XVI». En los días sucesivos, Francisco ha hecho otras tres menciones a su antecesor. La más significativa tuvo lugar en su encuentro con los cardenales el 15 de marzo, cuando comentó que el Papa Ratzinger, con «su magisterio, su bondad, su guía, su fe y su humildad», había «enriquecido y reforzado» la Iglesia.
Desilusión por no verlos en el balcón
Cientos de personas acudieron ayer a la plaza que se abre frente al palacio apostólico de Castel Gandolfo con la esperanza de que los pontífices salieran en algún momento al balcón central para saludarles. Se quedaron con las ganas, pues, como contó el portavoz vaticano, Federico Lombardi, no estaba previsto este gesto. «Estoy muy desilusionada. Llevamos horas esperando y aún nos quedaremos algunas más. Por cómo se presentó Francisco en la plaza de San Pedro, pensábamos que saldría a saludar junto a Benedicto XVI. Son dos grandes hombres y dos grandes papas, y nos hubiera encantado verlos juntos en vivo», comentaba Giuseppa, que había viajado a Castel Gandolfo con una amiga.
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