Francisco, nuevo Papa

Un relevo natural: organización alemana, naturalidad argentina

El vínculo con el Vaticano II aúna a los dos Papas

Un relevo natural: organización alemana, naturalidad argentina
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Resulta inevitable y humano mirar atrás. Establecer comparaciones. Con los zapatos de Benedicto. Con los viajes de Wojtyla. El perfil de Juan XXIII. El impulso renovador de Juan Pablo I. El Papa Francisco evoca a unos y a otros. Con su impronta personal. En primer lugar porque el nuevo sucesor de Pedro ha irrumpido con su espontaneidad. Algo que a priori le distancia de Benedicto XVI. El alemán, teólogo. El argentino, pastor. Buscar diferencias más allá de la personalidad y experiencia vital de cada uno de ellos, que es lo primero que entra por los ojos, llevaría al error si eso implica caer en un debate conservador/progresista que no se corresponde con las categorías en las que se mueven el Papa actual y el Papa emérito. Basta con detenerse en el discurso que Francisco pronunció ante los embajadores acreditados ante la Santa Sede el pasado viernes para descubrir el hincapié que hizo a uno de los caballos de batalla de su predecesor, la dictadura del relativismo. Los «juanpaulistas» verán en ese canto a la misericordia del primer Ángelus del Pontífice argentino a la devoción que el polaco tenía por la Divina Misericordia -recuerden que instituyó su fiesta-. Lo que está claro es que Francisco no hace sino ser hijo de su tiempo. Pero como el resto de papas, tiene como pilar el Evangelio y el desarrollo del Concilio Vaticano II como brújula que marca el rumbo de la Iglesia. Cierto es que Benedicto XVI salió al balcón central de la Plaza de San Pedro con la esclavina . Pero en sus primeras palabras, ambos fijaron la centralidad del ministerio petrino en Cristo y los dos invitaron al pueblo de Dios continuar de la mano. «Sigamos adelante», comentó el ya Papa emérito. «Caminemos juntos», diría Francisco.

No hay cambio, sí continuidad, como reflejan esas manos unidas ayer en Castel Gandolfo, las llamadas de los últimos días. También en las reformas por acometer. Está claro que será Francisco quien se ponga manos a la obra para los cambios en la curia demandados por los cardenales en las congregaciones, aquel que ponga los medios para que no se repita otro «Vatileaks» y para que la Banca Vaticana cumpla con los criterios de transparencia que exige Europa. También el que, desde la creatividad que tanto le ha acompañado al frente de la archidiócesis de Buenos Aires, dé pasos hacia adelante en materia de Nueva Evangelización.

Pero todo, desde las premisas marcadas por Benedicto XVI. Y no hay que entender esto como ataduras, sino más bien como todo lo contrario. Cimientos puestos. A saber. El Papa emérito ha iniciado su retiro con el juicio sobre el robo de los documentos resuelto y el informe interno cerrado. En los últimos años ha llevado a cabo una «limpieza» del Episcopado, tanto fuera como dentro de los muros del Vaticano. Y ha sido Benedicto el que ha creado el dicasterio que busca acercarse a los no creyentes con esa "alegría"en la que los dos hacen hincapié», aquellos a los que busca interpelar una y otra vez el relevo llegado desde «el fin del mundo».

Mensaje ecologista

¿Más puntos comunes? La apuesta por el ecumenismo y el diálogo interreligioso. Fruto de la mano izquierda de Benedicto XVI es la histórica presencia en la misa de inicio de pontificado del pasado martes de Bartolomé I, patriarca ecuménico (el primus inter pares, principal de los ortodoxos) de Constantinopla, algo que no había ocurrido desde el cisma de Oriente, en 1054. Y qué decir de los mensajes franciscanos en defensa de la creación que el nuevo Papa dejó caer en su encuentro con los periodistas y que reiteró el pasado martes. Antes de su renuncia, ya hubo quien definió a Benedicto XVI como el Papa ecologista, tomando por bandera sus palabras al parlamento alemán, aquellas que curiosamente no escucharon algunos diputados «verdes» porque decidieron plantarle.

Con estos puntos de partida, lo que no se puede obviar son sus diferencias a la hora de exponer estas ideas, es donde cambian las formas. El Papa Ratzinger establecía un discurso minuciosamente engarzado a la manera de un investigador universitario. En cambio, cuentan los más cercanos al Papa Francisco que estructura sus homilías bajo el principio de la «agenda digital». No las prepara a través del iPad, sino con los dedos de su mano. Además de incentivar su memoria, hace que precisamente no plantee más de cinco ideas. De tal manera se obliga a mostrar cinco ideas claves para no salirse demasiado del programa previsto cuando decide hacer algún guiño fuera del guión programado.

Benedicto xXVI

Con Cristo como centro de la Iglesia

Los dos comenzaron su Pontificado en el balcón de San Pedro presentándose como instrumentos en manos de Dios. Benedicto XVI destacó que «el Papa debe hacer resplandecer la luz de Cristo, no su propia luz». Idéntica idea en Francisco al reiterar que el «protagonista» es Cristo y no el Santo Padre.