Salud
Las unidades de cardio-oncología reducen la toxicidad de las terapias
Muchos de los fármacos eficaces contra el cáncer tienen potencial cardiotóxico, lo que obliga a monitorizar a los pacientes de alto riesgo en servicios multidisciplinares
Atacar un tumor sin dañar órganos vitales se ha convertido en uno de los mayores retos a los que se enfrentan los oncólogos hoy en día. Entre esos daños «colaterales» el corazón se convierte en un blanco perfecto cuando se trata de combatir un cáncer de pulmón, de mama o hematológico, entre otros, provocando lo que se conoce como cardiotoxicidad. Conscientes de ello, los expertos abogan por la utilización de unidades multidisciplinares (cardiólogos, oncólogos, hematólogos,..) especializadas en cardio-oncología con el objetivo de abordar de manera precoz y preventiva el tratamiento de los pacientes con mayor riesgo cardiovascular asociado al tumor.
«Ante un enfermo con cáncer y necesidad de iniciar tratamiento con quimioterapia y/o radioterapia en el tórax, hay que prestar especial atención a su historia clínica, sus antecedentes cardiológicos y sus factores de riesgo cardiovascular, insistiendo en un adecuado control de los mismos, especialmente durante el tratamiento antitumora», advierte Manuel Anguita, jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Quirónsalud Córdoba y ex presidente de la Sociedad Española de Cardiología, SEC, quien hace hincapié en que «los pacientes sometidos a tratamientos especialmente dañinos para el corazón deben ser vigilados de forma más estrecha por el oncólogo y el cardiólogo, con exploraciones cardiológicas que confirmen que la situación cardiaca del es adecuada antes de iniciar la terapia. Durante el periodo de tratamiento resulta importante preguntar acerca de la aparición de síntomas como el dolor torácico o dificultad para respirar mayor de lo normal, disminución de la cantidad de orina diaria o aparición de hinchazón de pies y piernas. Éstos pondrán al especialista en alerta para ampliar el estudio cardiológico».
Seguimiento preventivo
La apuesta por esta alternativa es clara. De hecho, tal y como asegura Jesús García Foncillas, jefe del Departamento de Oncología y director del Instituto OncoHealth del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz de Madrid, «el seguimiento estrecho de los pacientes que van a recibir tratamientos con potencial cardiotóxico es la mejor estrategia para evitar este problema. Obviamente no se puede realizar un seguimiento exhaustivo a todos. Así, la selección de los que tienen mayor riesgo de desarrollar cardiotoxicidad resulta fundamental. Para todo ello, la creación de unidades de cardio-oncología multidisciplinares se convierte en un gran avance en este sentido».
Los avances existentes en el campo de la investigación en terapias contra el cáncer hacen que cada vez sean más los fármacos antitumorales de los que dispone el oncólogo para hacer frente a esta enfermedad. Pero con ello también crece el número de medicamentos que pueden provocar complicaciones cardiacas. «Muchos de los fármacos eficaces contra el cáncer tienen potencial cardiotóxico, bien sea a nivel del músculo cardiaco, o de las arterias, o mediante el desarrollo de hipertensión. Cada uno de ellos tiene un posible efecto que hay que estudiar en particular en cada caso», advierte Borja Ibáñez, cardiólogo intervencionista del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz y director de Investigación Clínica del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC).
Entre los fármacos que más daño hacen al funcionamiento del corazón «se encuentran las antraciclinas (usadas para el cáncer de mama, linfomas o leucemias, entre otros), el trastuzumab y pertuzumab (utilizados en mama) así como aquellos que pueden dar lugar a trombosis o daño en la pared de las arterias, como el 5-fluorouracilo y la capecitabina (usados para el tratamiento de tumores de origen digestivo) o los inhibidores de la tirosinaKinasa, utilizado para diversas patologías oncológicas», detalla Mónica Delgado, cardióloga del Hospital Quirónsalud Córdoba.
Ante la tesitura de sopesar beneficio frente a toxicidad, los expertos lo tienen claro: los tratamientos son eficaces y la prioridad es atajar el proceso oncológico. «Encontrar que un fármaco provoca daño al corazón no siempre implica suspenderlo, pues posiblemente podrá salvar la vida del enfermo. Todo lo contrario, nos permite iniciar tratamiento “cardioprotector”, que permite al oncólogo continuar y completar el procedimiento frente al cáncer. En otras ocasiones, ante la detección de daño cardiaco severo, que impida continuar con un fármaco antitumoral, el oncólogo podrá cambiar la línea inicial de tratamiento por otro que resulte menos lesivo para el corazón», explica Delgado. Para controlar esos efectos resulta necesaria la monitorización de la función cardiaca «mediante ecocardiografía específica, que nos dará el grado de alteración de cada paciente, para así plantear alternativas terapéuticas, como reducir dosis o cambiar de fármaco», coinciden los expertos.
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