Psicología

Hipocondría y confinamiento, una relación “tóxica”

Preocupación por estar enfermo, angustia, hiper-observación y obsesión. ¿Te suena? Crisis como la actual son el caldo de cultivo idóneo para que se agraven los síntomas de patologías como la hipocondría. Aprende a detectarlos y a ayudar a quién la padece.

Mujer en la cama sonándose la nariz
Mujer en la cama sonándose la narizlarazon

¿Cuantas veces has pensado que estabas infectado de Covid-19 a lo largo de estos meses? ¿en cuantas ocasiones has repasado la lista de síntomas identificándote erróneamente con algunos o la mayoría de ellos? La buena noticia es que, aunque la respuesta sea afirmativa, eso no significa necesariamente que seas hipocondríaco. La hipocondría es una preocupación excesiva ante la posibilidad de padecer una enfermedad grave. En estos casos, la persona se observa más allá de lo necesario, de manera obsesiva y minuciosa, llegando a conclusiones erróneas sobre su salud, debido a un análisis inadecuado de signos y síntomas.

“Por lo general, la hipocondría se da de forma crónica, combinando periodos más agudos con otros de más reposo. A menudo empleamos el término hipocondría o hipocondríaco en un sentido coloquial, simplemente porque tenemos algún rasgo en común con este problema de salud mental y en esta crisis del Covid-19, aún más. Lo cierto es que la cantidad de hipocondríacos reales no tiene por qué haber aumentado por esta situación, sino que los síntomas de estos pacientes pueden estar agravándose, dificultando más de lo habitual la convivencia con ellos”, señalan los responsables de la plataforma efeel, una red online de psicólogos colegiados que ha dado soporte de manera gratuita durante los periodos más duros del confinamiento.

Cómo distinguir a un hipocondríaco

Parece que el comportamiento del hipocondríaco, a primera vista, es similar al de la personas que no lo son. La única y gran diferencia es el grado en el que se manifiesta: mucho más extremo en el caso de los primeros y, por tanto, con consecuencias más graves para su bienestar. Es decir, que todos en algún momento de esta crisis sanitaria hemos mostrado una preocupación leve, intensa o muy intensa por nuestra salud. Entonces nos alteramos más o menos y buscamos la manera de confirmar, tratar o aliviar ese síntoma. A menudo eso incluye darnos cuenta de que hemos exagerado algo tanto en nuestra preocupación como en los medios desplegados para mitigarla. “Lo que distingue al hipocondríaco es la frecuencia, duración e intensidad con que vive este patrón. Es decir, pasar de la preocupación a la angustia, de la comprobación a la hiper-observación, del hacer una consulta aislada, como se dice coloquialmente, ‘remover Roma con Santiago’ a la búsqueda de una confirmación para su grave problema de salud y, de ahí, una solución” explican.

¿Puedo desarrollar hipocondría a raíz de esta situación?

Para saber si un comportamiento determinado puede ser un rasgo de esta patología, debemos valorarlo en relación a las consecuencias y el nivel de coherencia con los hechos con el que está relacionado. Veamos un ejemplo:

  • ¿Tomarse la temperatura de vez en cuando es excesivo o no? “Si no tenemos sensación de que nuestra temperatura se haya desajustado parece excesivo incluso tomársela una vez, pero, por otro lado, si se trata de una comprobación puntual para salir de dudas en esta situación, tampoco pasa nada”.
  • ¿Tomarse la temperatura cada día es excesivo? “Probablemente sí, si no nos encontramos mal. Probablemente no, si estamos infectados y queremos hacernos un seguimiento”
  • ¿Tomarse la temperatura cinco veces al día es excesivo? “Sí, sea cual sea la circunstancia, porque no aporta información útil, quita tiempo para otras actividades y -aunque puede tranquilizar momentáneamente- en realidad altera nuestro estado de ánimo, porque es la causa y el efecto de poner nuestro foco más veces de lo necesario en lo relativo a la enfermedad."

Cómo saber si convivimos con un hipocondríaco

En una situación como la actual, en la que la salud es el centro de todo, es más complicado que nunca determinar donde termina la coherencia, el auto cuidado y la prudencia ante el miedo al contagio, por ejemplo, y donde empieza la obsesión patológica. Los psicólogos nos dan algunas pautas identificar si, es este contexto, alguien de nuestro entorno puede estar sufriendo por culpa de preocupaciones irreales. “Por ejemplo, abusar de un medicamento anti térmico ante la sola sospecha de tener una décima de fiebre; gastar mucha energía en conseguir mascarillas y guantes de látex cuando, en realidad, no sale casi de casa y no va a ningún lugar de riesgo o reaccionar exageradamente ante una tos o un estornudo ajeno, limpiar la casa o la ropa más allá de lo necesario o incluso de lo conveniente”.

La parte positiva es que muchas de estas conductas que, de manera aislada, no tienen porqué significar que exista ningún cuadro clínico de hipocondría, terminan desapareciendo por si mismas cuando el contexto de preocupación generalizada se atenúa. Pero, si generan verdaderos problemas en el funcionamiento de la persona, se cronifican y se alargan en el tiempo, la mejor solución será animarle a consultarlo con un profesional.