Sociedad

Epidemiología

La pandemia empeora el pronóstico y mina la salud mental de las afectadas

Los trastornos emocionales de las mujeres diagnosticadas de cáncer de mama se han disparado un 15% ante el temor de que la detección tardía lastre la supervivencia

Infografía
InfografíaTania Nieto

Nunca es una buena noticia convertirse en parte protagonista de las estadísticas, esas que dicen que al menos una de cada ocho mujeres tendrá un tumor de mama a lo largo de su vida. De hecho, se estima que se diagnosticarán 276.239 nuevos casos de cáncer en nuestro país durante 2021, de los cuales 33.375 serán de mama, según datos de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM). Y esos mismos cálculos son los que corroboran que, a pesar de que la tasa de superviviencia en estos casos es altísima (un 86%), esta enfermedad se alza como la primera causa de muerte entre las féminas afectadas por el cáncer.

Pero si esa palabra se cuela en la vida de alguien en medio de la pandemia más grave de los últimos cien años, además de la salud física, lo que más se tambalea es la salud mental. «Hemos comprobado que el 44% de las mujeres diagnosticadas con cáncer de mama en estos últimos meses ha sufrido problemas emocionales importantes, como ansiedad, depresión y trastornos de adaptación, cuando lo habitual es que estas situaciones se den en aproximadamente un 30% de las afectadas, lo que quiere decir que la pandemia ha disparado los desórdenes mentales al menos un 15%», asegura Carmen Yélamos, responsable de Psicooncología de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC).

Pandemia y cáncer
Pandemia y cáncerTania Nieto

Tal y como refleja el informe titulado «Impacto de la pandemia de la Covid-19 en personas afectadas por cáncer en España», el miedo al contagio, la sensación de soledad y la incertidumbre han sido los fantasmas más presentes entre quienes conviven con un tumor de mama durante estos meses. «Y esto ha provocado la necesidad de abordar la enfermedad de otra manera, ya que la pandemia se ha convertido en un factor estresante más que se suma a los ya propios de padecer una patología de este tipo, lo que agrava la huella psicológica», alerta Yélamos. De hecho, la experta de la AECC reconoce que «ha aumentado la inquietud y el temor ante el futuro de aquellas mujeres que ahora han sido diagnosticadas, porque sienten que la pandemia ha podido mermar parte de las posibilidades de su curación por culpa de los retrasos en las pruebas de screening, de la demora en las revisiones o por el hecho de que ellas mismas no han acudido al médico cuando les correspondía por temor al contagio por el SARS-CoV-2».

Sin embargo, esa carga mental, que puede resultar inevitable en algunas ocasiones en muchos pacientes, en este caso debe estar compartida con la Administración, ya que la realidad es que la pandemia ha ralentizado tanto el diagnóstico, como el tratamiento de la enfermedad. Así lo confirman las estadísticas de las principales sociedades científicas involucradas en esta patología, que apuntan a que durante 2020 se produjo una reducción del 21% en el número de las primeras consultas oncológicas en nuestro país, sumado a que la realización de las biopsias cayó estrepitosamente un 41% entre marzo y junio del año pasado. «Durante la primera ola de la pandemia se suspendieron los programas de cribado y, además, para muchas mujeres fue más difícil acceder al sistema sanitario, o no consultaron por miedo a acudir a las consultas médicas y hospitales y, por tanto, ha habido retrasos diagnósticos. Esto supone que se han detectado en ciertos casos tumores más avanzados, y esto ha podido conllevar la necesidad de tratamientos más agresivos (cirugías mayores, realización de mastectomías y linfadenectomías, necesidad de quimioterapia…). En los casos más complicados, incluso ha podido suponer perder la oportunidad de hacer un tratamiento con intención curativa por el desarrollo de metástasis», lamenta Isabel Echavarría, secretaria científica de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) y oncóloga médico del Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid.

Cáncer de mama
Cáncer de mamaTania Nieto

«Con estos datos, podemos decir que la pandemia ha impactado ciertamente en la asistencia de las mujeres con cáncer de mama, pero no sabemos todavía las consecuencias que eso tendrá en la supervivencia y en el pronóstico, es decir, en cuanto a la tasa de curaciones o a un potencial aumento de los fallecimientos por este tipo de tumor», explica Ander Urruticoetxea, vicepresidente del Grupo Geicam de Investigación en Cáncer de Mama. Esto se debe a que «el éxito terapéutico en esta enfermedad no depende solo del diagnóstico precoz, que ciertamente resulta fundamental, sino que hay otros muchos determinantes como la eficacia de los tratamientos que pueden llegar a ser capaces de compensar una detección tardía. Por eso, ahora mismo todavía es muy aventurado valorar las consecuencias de la pandemia. Habrá que esperar a que pasen unos años para cuantificar si habrá un pico de incidencia de cáncer y de fallecimientos derivados de esta crisis sanitaria», advierte Urruticoetxea.

Pero no sólo las nuevas pacientes pueden achacar a la pandemia un peor pronóstico, sino que las mujeres que ya estaban en tratamiento previo también se han visto afectadas, aunque lo cierto es que en menor medida. En concreto, se estima que los tratamientos con radioterapia y con quimioterapia disminuyeron un nueve por ciento durante la primera ola de coronavirus, mientras que el número de pacientes atendidos en hospitales de día cayó un 14% en ese periodo.

Retraso científico

Más allá del impacto de la pandemia en el pronóstico de las mujeres con cáncer de mama, la crisis sanitaria derivada de la Covid-19 ha supuesto un duro mazazo a la investigación. «El parón en los ensayos clínicos ha sido bastante más importante, porque los hospitales se han convertido durante meses en fortalezas y eso ha provocado que las actividades no esenciales como el reclutamiento de pacientes o la monitorización de esos estudios por personas externas al centro no se ha podido realizar», lamenta Urruticoetxea, quien recuerda que «el número de personas reclutadas en estudios clínicos disminuyó un 30% en 2020 y, según la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps), se registraron 334 estudios en 2020, frente a los 361 de 2019, en un país en el que año tras año se va incrementando. El impacto es claro, pero no sabemos muy bien en qué se va a traducir eso. Todavía es difícil de valorar».

A pesar de las circunstancias, la normalidad ya es prácticamente total. «Tras la primera ola se reanudaron los ensayos y, por suerte, ha podido mantenerse dentro de una cierta normalidad desde entonces. De la misma manera, la investigación traslacional se vio muy afectada al principio y ha ido recuperando la normalidad posteriormente. Sin embargo, es fundamental garantizar una adecuada financiación de la investigación para poder seguir avanzando en el conocimiento y tratamientos del cáncer de mama», asegura Echavarría. Y es que a pesar de que este tumor es uno de los más estudiados, lo cierto es que todavía queda mucho por avanzar. «Aún hay un 20% de mujeres que no superan el cáncer de mama, principalmente a causa de las resistencias a los tratamientos y a la aparición de metástasis. Por eso ambas cuestiones son los principales retos actuales y donde nosotros hemos decidido centrar los esfuerzos», asegura Jesús Sánchez, responsable de Proyectos Científicos de CRIS contra el Cáncer. Y es que, tal y como se ha comprobado con el hito de las vacunas frente a la Covid-19, la investigación, también en el caso de los tumores, sigue siendo la gran esperanza a la que se agarran todas las pacientes.

La esperanza del Big Data

La tecnología es una de las herramientas más esperanzadoras que tiene la comunidad científica para enfrentarse al cáncer de mama para dar una vuelta de tuerca a la medicina de precisión y convertirla en alta definición. «Este enfoque se basa en obtener una gran cantidad de información sobre la paciente: datos clínicos, entorno familiar y socioeconómico, datos moleculares del tumor, de su sistema inmunitario, metabolismo celular, hábitos, estilo de vida y riesgos ambientales. A partir de ahí se utilizará Big Data para integrarlos y analizarlos. Esto permitirá establecer modelos predictivos, realizar simulaciones y poder determinar el seguimiento y tratamiento óptimo para cada una de las afectadas. Se trata de llevar la medicina a unos niveles de personalización nunca vistos», avanza Jesús Sánchez, responsable de Proyectos Científicos de CRIS contra el Cáncer.