Opinión
La sexta ola remata otro año sanitario para olvidar
Casi dos años después de la llegada de la Covid-19, España carece de una ley de pandemias y la cogobernanza se ha transformado en un desmadre
Si 2020 fue sanitariamente un año nefasto por el estallido de la pandemia de covid, 2021 ha terminado por superarlo. En estos 365 días España ha sufrido tres nuevas olas y atraviesa ahora una cuarta –la sexta de toda esta crisis de salud pública–, especialmente cruenta por el avance de la variante Ómicron. Lo positivo de este tiempo han sido las vacunas. Sin ellas, el número de muertos podría contarse por centenares de miles en nuestro país y la economía estaría mucho más hundida, porque habría resultado imposible cualquier actividad presencial. Desde este punto de vista, las autoridades sanitarias han actuado con verdadero acierto. A diferencia de otros países de nuestro entorno, los porcentajes de inmunización en España están siendo muy elevados, y los negacionistas, residuales, algo verdaderamente importante para resistir el empuje de un virus que muta para sortear todos los obstáculos con los que se encuentra a su paso. Afortunadamente, la población española ha contribuido a ello al ser consciente de la necesidad de autoprotegerse y acudir en masa a hospitales y vacunódromos.
También fueron conscientes de la importancia de la diligencia los laboratorios fabricantes, las consejerías de salud autonómicas y los profesionales sanitarios. Gracias a todos ellos se montó sobre la marcha una logística compleja que, más allá de errores puntuales y lógicos, ha sido un verdadero éxito y modelo para vacunaciones futuras. Sin embargo, no todo deben ser parabienes.
A pesar de lo sucedido durante la primera ola, allá por marzo de 2020, las autoridades sanitarias han repetido muchos de los errores cometidos, siendo los principales la negación del riesgo, la autocomplacencia y la incapacidad de anticiparse a los problemas antes de su llegada. La quinta ola fue todo un ejemplo de ello, con más de 5.000 muertes en verano, y lo está siendo también de forma especialmente intensa esta sexta ola acrecentada por la variante Ómicron. Hasta el último momento, el Ministerio de Sanidad se ha resistido a imponer restricciones, más preocupado por no restar aún más votos al Gobierno que por poner cerco al virus. Casi dos años después de la llegada de la Covid-19, España carece de una ley de pandemias; tampoco cuenta con un gran centro coordinador de la Salud Pública y la cogobernanza se ha transformado en un desmadre de medidas difusas, improvisadas y aplicadas en los diferentes territorios más por una suerte de efecto dominó que por fundamentados razonamientos epidemiológicos, mientras los sanitarios se baten el cobre sin conseguir que las administraciones les recompensen más que de boquilla. Por si fuera poco, la población asiste atónita a cambios constantes en los discursos oficiales.Eso sí, las mascarillas que más protegen siguen soportando un IVA del 21%. Un dislate en toda regla.
Por segundo año consecutivo, la pandemia ha oscurecido los otros ámbitos capitales en la Sanidad. Los avances en psoriasis, algunos tipos de tumores y hasta en el alzhéimer han quedado algo difuminados para sacar a la luz el drama de las listas de espera, disparadas en toda España. La resolución de todas las consultas e intervenciones quirúrgicas que la Covid-19 ha forzado a aplazar es uno de los principales deberes pendientes de la pandemia, junto con las enfermedades mentales, una suerte de pandemia silenciosa dentro de la pandemia. Hará falta voluntad política y un incremento presupuestario suficiente para corregir un drama de dimensiones colosales que todavía no ha llegado casi a los titulares de los grandes medios informativos. Desafortunadamente, lo prometido por el Gobierno de España a la Comisión Europea no parece suficiente para que esas listas de espera minoren hasta niveles razonables, con lo que el sistema sanitario seguirá deteriorándose.
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