Opinión

De monjes y evolución

Siempre hay historias curiosas tras los grandes protagonistas de la Historia; en esta ocasión, en Genética. Alemania ha conmemorado con el rigor que les caracteriza el bicentenario del nacimiento de Gregor Mendel, monje agustino y científico, que marcó un antes y un después con lo que se conoce como las «leyes mendelianas».

Y España, a pesar de los esfuerzos de un puñado de investigadores que dan la impresión de estar huérfanos del amparo de las autoridades del flamante Ministerio de Ciencia, intentó dar a conocer la figura y la obra de uno de nuestros más insignes científicos, Antonio de Zulueta y Escolano, a través de una exposición en el Museo de Ciencias Naturales. Se cumplen cincuenta años de la muerte del que fue el introductor de la Genética en nuestro país.

Y en estas historias curiosas, como recuerda el profesor Pedro García Barreno a sus íntimos, aparece Francisco J. Ayala, el investigador mendeliano por excelencia. Con los hábitos de dominico y poco antes de colgarlos definitivamente, Zulueta le convenció para que marchara a Estados Unidos a trabajar con Theodosius Dobzhansky en la Universidad de Columbia.

Sobre el profesor Ayala se han vertido acusaciones sin pruebas, solo testimonios, de una serie de mujeres que le acusaron de acoso. Injustamente tratado, en mi opinión, le expulsaron de la Academia de Ciencias de Estados Unidos y de la Universidad de Irvine, donde dictaba clases.

Pero esa es otra historia que habrá que abordar en su día. Volviendo a Antonio Zulueta, recordar que obtuvo un reconocimiento internacional a principios del siglo pasado por sus trabajos sobre la herencia ligada al sexo en el escarabajo Phytodecta variabilis.