Psicología

Alberto Soler, psicólogo infantil: “Hay señales a los 0-2 años que pueden indicar que tu hijo tiene altas capacidades”

Detectar indicadores tempranos de altas capacidades puede evitar diagnósticos erróneos y facilitar un desarrollo emocional y académico saludable

Alberto Soler, psicólogo infantil: “Estas señales a los 0-2 años pueden indicar que tu hijo tiene altas capacidades”
Alberto Soler, psicólogo infantil: “Estas señales a los 0-2 años pueden indicar que tu hijo tiene altas capacidades”Freepik

Reconocer el potencial intelectual en la primera infancia no es una tarea sencilla. Los primeros años de vida están marcados por un ritmo intenso de aprendizaje, cambios físicos y descubrimientos constantes, y distinguir entre un desarrollo avanzado y un signo de altas capacidades suele generar dudas en las familias y en los profesionales.

La situación se complica cuando algunos comportamientos se confunden con trastornos como el TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad), lo que puede llevar a diagnósticos equivocados y a respuestas educativas inadecuadas. En este contexto, la mirada clínica y divulgadora de expertos como Alberto Soler aporta claridad a una cuestión que cada vez preocupa a más padres y docentes.

Altas capacidades o TDAH: cuando la inteligencia se confunde con hiperactividad

Alberto Soler, psicólogo infantil, explica un fenómeno que observa con frecuencia en consulta: “Hay niñas y niños que tienen altas capacidades intelectuales que muchas veces se diagnostican erróneamente como TDAH”. Según su experiencia, algunos menores presentan comportamientos inquietos no porque tengan problemas de impulsividad, sino porque “su capacidad está muy por encima a la del resto de sus compañeros”. Mientras el resto del grupo aún se organiza para empezar una tarea, estos niños ya la han completado y buscan nuevos estímulos. La consecuencia es inmediata: se aburren, se mueven, hablan y acaban etiquetados como problemáticos.

Esta confusión está documentada en la literatura científica. El National Association for Gifted Children (NAGC) advierte de la existencia de solapamientos entre síntomas de altas capacidades y TDAH, especialmente en conductas relacionadas con la falta de atención, la impulsividad y la necesidad de actividad continua. Cuando ambos perfiles se juntan, aparece lo que Soler define como “doble excepcionalidad”: niños con gran capacidad intelectual y, simultáneamente, con TDAH. Esta condición, según Soler, puede hacer que algunos menores “vivan de rentas” académicas durante años, sin adquirir hábitos de estudio sólidos, hasta que la exigencia del instituto o la universidad “les pega un tortazo”.

Señales tempranas entre los 0 y los 2 años

Aunque formalmente las altas capacidades no se diagnostican a edades tan tempranas, existen comportamientos que la investigación asocia a un desarrollo intelectual acelerado. No deben interpretarse como un diagnóstico, sino como señales que justifican observar la evolución del niño y evitar interpretaciones precipitadas.

Entre los indicios más descritos por entidades como el Child Mind Institute y estudios publicados en la British Journal of Educational Psychology, destacan:

  • 1. Atención y memoria inusuales: Bebés que recuerdan rutinas, reaccionan ante cambios mínimos o muestran interés persistente por objetos o estímulos concretos.
  • 2. Hitos del desarrollo adelantados: Gateo, caminar, primeras palabras o frases completas antes de lo habitual, acompañado de una curiosidad constante por explorar su entorno.
  • 3. Alta sensibilidad sensorial y emocional: Niños que se muestran intensos, atentos a sonidos, luces o expresiones faciales, y que expresan frustración cuando se interrumpe su concentración.
  • 4. Observación profunda antes de actuar: A diferencia de la impulsividad del TDAH, estos niños analizan, miran y procesan antes de intervenir.
  • 5. Búsqueda constante de estimulación: Interés prematuro por libros, mecanismos, patrones o juegos que requieren más complejidad que los habituales de su edad.

Por qué es clave no precipitar un diagnóstico

El riesgo principal no es que un niño con altas capacidades sea confundido con alguien sin dificultades, sino que se le diagnostique un trastorno que no tiene. Esa etiqueta condiciona su autoestima, su trayectoria educativa y su relación con el aprendizaje. Identificar con precisión la causa del comportamiento infantil evita expectativas erróneas, frustraciones innecesarias y, en muchos casos, un impacto emocional duradero.

Los niños con altas capacidades no necesitan solo contenidos más avanzados: requieren un entorno flexible que respete sus ritmos, reduzca la frustración y evite el aburrimiento como castigo. Cuando ese ajuste no se produce, el rendimiento escolar puede desplomarse, apareciendo ansiedad, rechazo a la escuela e incluso fracaso académico.

Los expertos coinciden: observar, escuchar y preguntar antes de etiquetar. Las altas capacidades no son un privilegio ni un problema; son una forma diferente de aprender.

Entre los 0 y los 2 años, algunos bebés muestran señales que pueden indicar un desarrollo cognitivo extraordinario, pero interpretarlas exige prudencia y acompañamiento profesional. Antes de etiquetar a un niño como inquieto o desatento, conviene recordar que, en palabras de Alberto Soler, “lo que quieren es hacer otra cosa diferente”. Y detrás de esa necesidad puede haber mucho más que un simple exceso de energía.