Psicología

Fernando Mora, psiquiatra: “Esto es por lo que te cuesta desconectar del trabajo en tus días libres”

Si después de haber salido del entorno laboral sigues sintiéndote agotado, quizá no sea tu cuerpo el que necesita descanso, sino tu mente

Fernando Mora, psiquiatra: “Esto es por lo que te cuesta desconectar del trabajo en tus días libres”
Fernando Mora, psiquiatra: “Esto es por lo que te cuesta desconectar del trabajo en tus días libres”Montaje propio

Cuando llegas a casa tras una larga jornada y el cuerpo se relaja, muchas veces la mente sigue en marcha. Esa incapacidad para desconectar , aunque tengas libre el resto del día o todo el fin de semana, ya no se entiende como simple “preocupación”, sino como un problema real que afecta a la salud mental. Según el psiquiatra Fernando Mora, la raíz está en cómo operan nuestros cerebros tras años de estímulos constantes y estrés acumulado. Su advertencia pone el foco en un hallazgo científico reciente que explica por qué no basta con “apagar el portátil”: la mente debe aprender a parar de verdad.

El origen del malestar: mente en modo alerta continua

El problema empieza cuando, aunque el cuerpo deje de trabajar, el cerebro no lo percibe así. Como explica el propio Mora, “si sigues pensando en todo lo que tienes que hacer o estimulando tu cerebro, tu mente continúa en modo alerta”. En la práctica, eso significa que no importa cuántos planes o escapadas hagas: la fatiga persiste, el descanso no llega y el agotamiento se instala.

Ese estado de alerta permanente impide que el sistema nervioso active los mecanismos de recuperación. La consecuencia puede abarcar desde insomnio o irritabilidad hasta un desgaste emocional crónico.

Un artículo reciente de la editorial de Harvard Health Publishing titulado Want a calmer brain? Try this y firmado por Maureen Salamon analiza cómo actividades aparentemente simples, como la meditación, la respiración consciente o caminar sin rumbo fijo; pueden reducir la hiperactivación cerebral y favorecer la regulación emocional.

Según este enfoque, para que el cerebro se “calme” no basta con interrumpir el trabajo, sino con ofrecer silencio, pausa, atención consciente al momento presente. Ese descanso real permite reducir la reactividad emocional, bajar los niveles de ansiedad y a largo plazo, reestructurar conexiones cerebrales relacionadas con el estrés.

Otros estudios coinciden: períodos prolongados de descanso, sin estímulos constantes, ayudan a bajar los niveles de cortisol, restauran patrones de sueño saludables y mejoran la memoria, la creatividad y la regulación emocional.

¿Por qué no sirven los “planazos” para desconectar?

Cuando tratamos de “desconectar” llenando el tiempo libre con actividades, salidas o compromisos, la mente muchas veces lo interpreta como más estímulos, no como descanso. Según Fernando Mora, la clave no está en huir de la rutina, sino en darle espacio a la mente para no hacer nada. Esa pausa, aunque incómoda al principio, le da al cerebro la oportunidad de desacelerarse.

Algunas de las estrategias sugeridas son:

  • Hacer paseos tranquilos, sin música ni podcasts, simplemente caminando y prestando atención al entorno.
  • Tomar unos minutos al día para estirar el cuerpo, cerrar los ojos y concentrarse en la respiración.
  • Apagar el móvil o silenciar notificaciones durante periodos prolongados, para evitar la constante activación del sistema de alerta.

Tal como dice Mora: “Tu mente no necesita más estímulos. Necesita espacio para desconectar”.

Beneficios reales de una desconexión consciente

Cuando el cerebro logra entrar en modo descanso, reaparecen una serie de beneficios comprobados:

  • Mejora en la regulación emocional: menor ansiedad, más calma y mayor claridad mental.
  • Recuperación de energía, reducción de fatiga y mejor calidad del sueño.
  • Mejora en la memoria, la creatividad y la capacidad de resolución de problemas, gracias a que el cerebro utiliza el descanso para reorganizarse internamente.

Además, estos efectos no son flor de un día: con prácticas regulares de “desconexión consciente”, pueden consolidarse cambios neurofisiológicos reales que favorecen la salud mental a largo plazo.

Cómo practicar una desconexión efectiva

Para que el descanso sea auténtico y no un mero descanso físico conviene incorporar algunos hábitos sencillos:

  • Dedica cada día al menos 10–15 minutos a respirar conscientemente o a caminar en silencio.
  • Evita pantallas y notificaciones en esos momentos; reserva espacios libres de estímulos digitales.
  • Haz pausas cognitivas: permítele al cerebro “no pensar” en obligaciones laborales.
  • Si puedes, practica meditación, mindfulness o técnicas de relajación guiada, especialmente después de una jornada estresante.
  • Mantén horarios regulares de sueño y procura que esté libre de interrupciones externas.

Descansar no es rendirse, es recargar

La incapacidad para desconectar no es un defecto de carácter, ni una simple fatiga mental pasajera. Es una señal de que el cerebro necesita un descanso profundo, consciente, reparador. Como advierte Fernando Mora, respaldado por la ciencia de Harvard, dejar de trabajar no basta si la mente no deja de trabajar. Quien aprende a frenar, a apagar las distracciones y a regalarse silencio, no solo descansa mejor, sino que se prepara para volver con más energía, claridad y salud mental. No se trata de huir del estrés, sino de ofrecer a tu mente la pausa que merece.