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Cambio de hora

La ciencia lo confirma: así afecta el cambio de hora a tu salud

El debate sobre mantener o eliminar el cambio horario vuelve a la agenda política y científica: los expertos advierten que los reajustes estacionales alteran el sueño, el metabolismo y el bienestar general

Cada otoño y primavera, los relojes europeos se convierten en protagonistas involuntarios de una rutina que, aunque lleva décadas implantada, nunca ha estado exenta de controversia. Este 2025, la discusión ha vuelto con fuerza. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha anunciado este lunes que España propondrá ante el Consejo Europeo eliminar definitivamente el cambio de hora estacional, argumentando que ya no cumple su propósito original, ahorrar energía, y que, además, perjudica la salud de las personas. La propuesta reabre un debate en el que la ciencia lleva años advirtiendo: mover las agujas del reloj dos veces al año no es tan inofensivo como parece.

El cambio horario comenzó a aplicarse de forma generalizada en Europa durante el siglo XX, principalmente como una medida para optimizar el uso de la luz solar y reducir el consumo energético en épocas de guerra o crisis. En España, se estableció oficialmente en 1974, durante la crisis del petróleo. Sin embargo, estudios recientes, como los realizados por el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) y la Comisión Europea, coinciden en que el ahorro real es hoy mínimo o inexistente, debido al uso constante de aparatos eléctricos y al cambio en los hábitos de trabajo y ocio.

Pero si el beneficio económico se ha desvanecido, el coste biológico parece mantenerse. Investigaciones médicas y psicológicas alertan de que modificar artificialmente el reloj interno del cuerpo puede tener consecuencias que van más allá del simple malestar matutino.

¿Cómo afecta a tu salud el cambio de hora?

El ser humano funciona según un ritmo circadiano, un ciclo interno de unas 24 horas que regula procesos fundamentales como el sueño, la temperatura corporal, la secreción hormonal o el apetito. Cuando el reloj social y el biológico dejan de estar sincronizados, como ocurre con el cambio de hora, se produce un desajuste temporal que afecta al rendimiento físico y mental.

Según la Sociedad Española de Sueño (SES), este desequilibrio puede provocar insomnio, irritabilidad, dificultad de concentración y cansancio persistente durante los días posteriores al cambio horario. Los niños, adolescentes y personas mayores son los más vulnerables, ya que sus ritmos circadianos son más sensibles a las alteraciones.

Un estudio de la Universidad de Turku publicado en Sleep Medicine Reviews también encontró un incremento del 5% en el riesgo de infarto durante la primera semana después del cambio al horario de verano, posiblemente por la falta de sueño y el aumento del estrés fisiológico. En cambio, el paso al horario de invierno, aunque menos brusco, puede afectar el estado de ánimo por la reducción de horas de luz natural, un factor asociado a los trastornos afectivos estacionales.

Consecuencias mentales y metabólicas

La Universidad de Harvard ha señalado que la falta de luz matinal tras el cambio de hora puede alterar la producción de melatonina, la hormona que regula el sueño, y reducir los niveles de serotonina, que influye directamente en el estado de ánimo. Esto explicaría por qué muchas personas experimentan tristeza, falta de energía o desmotivación en las semanas posteriores al ajuste horario.

Además, el desajuste circadiano interfiere en el metabolismo y el apetito. Investigaciones del National Institute of Health (NIH) de Estados Unidos indican que las alteraciones del sueño provocadas por los cambios de horario pueden favorecer el aumento de peso, la resistencia a la insulina e incluso un mayor riesgo de diabetes tipo 2.

Un consenso creciente: eliminar el cambio

El Parlamento Europeo ya votó en 2019 a favor de poner fin al cambio horario bianual y permitir que cada Estado miembro decidiera si mantener el horario de verano o el de invierno de forma permanente. Sin embargo, la pandemia y la falta de consenso político retrasaron la aplicación de la medida.

Ahora, España pretende reactivar la propuesta en el Consejo Europeo de octubre de 2025. Según el presidente Sánchez, el objetivo es “escuchar a la ciudadanía y a la ciencia”, que coinciden en que los beneficios energéticos ya no justifican los perjuicios para la salud.

Los expertos apoyan esta iniciativa, aunque advierten que será fundamental elegir cuidadosamente qué horario mantener. Permanecer en el horario de verano implicaría amaneceres muy tardíos en invierno, lo que podría agravar los trastornos del sueño y la fatiga matutina. En cambio, mantener el horario de invierno, el que rige durante los meses fríos, se considera más alineado con el ritmo natural del organismo.

Más allá del debate político, la ciencia parece tenerlo claro: el cuerpo humano no se adapta fácilmente a que el reloj se adelante o se retrase. El cambio de hora, que durante décadas se presentó como una medida racional y eficiente, se ha convertido en un recordatorio de que la biología no entiende de calendarios administrativos.

Y mientras Europa decide si detener definitivamente las manecillas del tiempo estacional, los expertos recomiendan una transición más amable: mantener rutinas de sueño estables, exponerse a la luz natural por la mañana y reducir el uso de pantallas por la noche.