Psicología

Patricia, psicóloga: "Tu cuerpo y tu mente te están diciendo que estás sobrepasado"

En una conversación cargada de claridad y sentido común, la psicóloga Patricia lanza una advertencia que no deja indiferente

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A lo largo de la charla, desmenuza cómo el estilo de vida moderno nos lleva a vivir con ansiedad, frustración y una desconexión profunda de nuestros propios límites.

Patricia parte de una observación sencilla pero poderosa: la mayoría de las personas repite sus propósitos de vida cada año sin reflexionar por qué fracasaron antes. En lugar de preguntarse qué barreras existieron o qué tendrían que cambiar antes de volver a intentarlo, lo vuelven a hacer como “un borrego”, sin cuestionarse si eso que persiguen tiene sentido real en sus vidas.

Según ella, es fundamental revisar nuestros valores y creencias antes de iniciar cualquier nuevo proyecto. El problema es que muchas personas no se plantean sus valores hasta los 40 o 50 años, y entonces sienten decepción o incluso entran en crisis. “No puedes ser un hipócrita social toda tu vida”, advierte, “viviendo una vida que otras personas han diseñado para ti, cumpliendo expectativas de tus padres solo para no fallarles”.

Esto genera frustración, ansiedad, tristeza e irritabilidad. Personas que antes se reían de todo ahora viven con una actitud irascible. “La vida es cortísima”, recuerda Patricia, y si no tiene un sentido personal, la experiencia puede volverse decepcionante.

Estrés y ansiedad

Durante la conversación, también se hace una diferencia clara entre estrés y ansiedad. Mientras el estrés es una respuesta adaptativa a un cambio —como una mudanza, una ruptura o un pico de trabajo—, la ansiedad es una respuesta más profunda: es lo que sentimos cuando nuestro cuerpo y mente perciben una amenaza.

Esa ansiedad se manifiesta en síntomas físicos como sensación de ahogo, dolor de estómago, sequedad de boca, caída del cabello, bruxismo nocturno, o incluso visión en túnel. También incluye pensamientos negativos y catastrofistas.

El gran problema, según Patricia, es que activamos el sistema de alerta de nuestro cerebro en situaciones que no son peligrosas, solo incómodas: un comentario que nos hace sentir mal, el tráfico, la comparación constante en redes sociales. Y nuestro cerebro, que no distingue entre una amenaza real y un disgusto cotidiano, reacciona igual: pone al cuerpo en modo huida o lucha.

Esto nos lleva a vivir constantemente tensos, hiperactivos, agotados. Y aunque el cuerpo da señales, seguimos adelante en piloto automático. “Hasta que no enfermamos de verdad, no paramos”, sentencia.

¿Somos imprescindibles?

Patricia también pone el foco en algo que suele pasar desapercibido: la falsa creencia de que somos imprescindibles. Nos convencemos de que no podemos parar, que todo depende de nosotros —en casa, en el trabajo, en la vida de los hijos—. Pero cuando la vida nos frena, descubrimos que sí podíamos haber delegado, renunciado o puesto límites. “No lo hacemos, y así va el cuerpo, hasta que se rompe”, afirma.

Como consejo final, plantea una herramienta muy concreta: la reinterpretación positiva. Ante cualquier conflicto cotidiano, como un conductor impaciente, sugiere pensar que quizá esa persona tiene una urgencia real. Tal vez su mujer está de parto, o tiene un problema de salud. Aunque no sea cierto, imaginarlo así reduce el enfado. “No sabes la paz que da pensar que el otro actúa así porque lo está pasando mal”, confiesa.

Este enfoque no cambia la realidad externa, pero sí el modo de vivirla. Y en una vida donde el tiempo es limitado, como recuerda el logotipo roto de su proyecto, vivir en paz con uno mismo y con los demás es una decisión vital.