Opinión
Los consejeros autonómicos desprecian a Mónica García
La anestesista ha vuelto a incendiar esta semana el Consejo Interterritorial

Mónica García no es precisamente la persona más indicada para predicar con el ejemplo ni para dar lecciones a nadie. Casi dos años después de obtener el cargo de ministra en el Gobierno de Pedro Sánchez por el mero hecho de ser cuota de Sumar, su balance no puede ser más desolador. Todos los médicos de este país –hasta los de izquierdas– están en guerra contra su proyecto de Estatuto Marco. Las listas y los tiempos de espera diagnósticos y quirúrgicos arrojan peores cifras que nunca, y los nuevos medicamentos, los más innovadores, los que prologan la supervivencia de los pacientes, llegan a veces a España con 600 días de retraso con respecto a otros países. Para colmo, la planificación es nefasta y en nuestra sanidad faltan miles de sanitarios.
En su ansia de notoriedad, la anestesista ha vuelto a incendiar esta semana el Consejo Interterritorial, el órgano llamado a coordinar la política sanitaria del conjunto del Estado. Ninguno de los consejeros del PP la respeta, el vasco directamente no la traga y alguno del PSOE la desprecia y no tiene reparos en proclamar allá por donde va su inutilidad. La ministra no duda en «manosear la sanidad con fines políticos», denunciaba la titular de Madrid, Fátima Matute, a cuenta de la polémica autonómica en torno a los cribados para la detección precoz del cáncer de mama, colorrectal y de cérvix. Para muestra del desastre que es la ministra, basta un dato. En Melilla, la gestión sanitaria corresponde al Ingesa, que depende de su Ministerio. Pues bien, los ciudadanos de esta ciudad autónoma se han tirado dos años sin cribados de cáncer de mama, útero y colon, como adelantó este periódico. ¿De qué presume García, si no es capaz de manejar la sanidad en un territorio limitado? ¿Por qué no se pide los datos a sí misma?