Entrevista
Jana Martínez-Piqueras: «Las altas capacidades no crean problemas de salud mental, es su no atención»
La alta inteligencia puede correlacionarse con una mayor vulnerabilidad al estrés, la ansiedad y el síndrome del impostor, tal y como cuenta la presidenta de la Fundación Indifferent Minds, experta en altas capacidades y referente en España en este ámbito
¿Tener una inteligencia superior a la media puede generar problemas de salud mental en quienes la tienen?
No es así. Tener altas capacidades no genera problemas de salud mental, es la no atención de las necesidades de ritmo, intereses o modos de aprendizaje diferentes que presentan, sostenido en el tiempo, lo que sitúa a la persona con alta capacidad en una posición de inadaptación, dificultades en la construcción de su autoconcepto, estrés, ansiedad, etc. que puede derivar en problemas de salud mental.
¿Cuáles son los problemas de salud mental más frecuentes?
Es frecuente la ansiedad, a menudo vinculada a la necesidad de control, el miedo al error y la autoexigencia exacerbada. También puede derivar del aburrimiento crónico o la falta de retos intelectuales. La depresión, que puede presentarse como apatía, vacío existencial o desmotivación, especialmente en adolescentes y adultos. A veces se camufla bajo una apariencia de indiferencia o cinismo. El trastorno obsesivo-compulsivo o rasgos obsesivos, que puede presentarse como rigidez de pensamiento, hiperperfeccionismo o necesidad excesiva de orden o control. A menudo pasa desapercibido porque se confunde con responsabilidad o meticulosidad. Problemas de regulación emocional (suelen presentar alta intensidad emocional y baja tolerancia a la frustración); aislamiento social o dificultades relacionales; altos niveles de estrés crónico derivado de la hiperresponsabilidad, la autoexigencia, y a veces del síndrome del impostor. Diagnósticos erróneos (es frecuente confundirlo con TDAH o TEA) o trastornos del ánimo o la personalidad. Y trastornos del sueño debido al sobrepensamiento.
Aunque suelen asociarse con la infancia, muchos adultos que las poseen no están identificados. ¿Qué porcentaje de casos cree que están sin identificar?
Aunque según la OMS el porcentaje de personas con altas capacidades es de un 3%, los expertos estiman que es un 10% de la población. Dado que en España hay detectado un 0,62%, es evidente el porcentaje pendiente de identificar., en especial en la edad adulta, donde el sistema educativo ya no actúa como «filtro inicial» de detección.
"Es frecuente confundirlas con TDAH o TEA, o trastornos del ánimo o la personalidad"
¿Cómo influye en su bienestar psicológico y social esa falta de detección?
Tiene efectos profundos. No es un lujo, ni una excentricidad. Es una necesidad de salud pública, educativa y laboral. La invisibilidad tiene un precio emocional y social muy alto.
¿Qué pistas pueden hacernos sospechar que alguien tiene altas capacidades?
Un ritmo mental acelerado; hiperobservación y profundidad de pensamiento; alta sensibilidad y empatía desbordante; sensación crónica de no encajar; alta autoexigencia o perfeccionismo; alta tolerancia a la complejidad y bajo umbral al aburrimiento; camuflaje crónico; o historial de incomprensión, diagnóstico erróneo o malestar inexplicado. Estas señales no son síntomas clínicos, sino indicadores funcionales y emocionales que apuntan a una posible alta capacidad no reconocida ni integrada, por lo que es necesaria una evaluación multidimensional.
Hay padres que sospechan que su hijo puede tener altas capacidades, pero prefieren no hacer las pruebas por el «estigma» o los «problemas» que puede suponer. ¿Qué les diría a esos padres?
Que se confunden. La información permite el conocimiento adecuado para la toma de decisiones desde la comprensión y la gestión adecuada de la situación. Con la información de las características individuales, podemos cubrir las necesidades específicas derivadas de ellas y así evitar dificultades y proporcionar los medios para que cada persona pueda desarrollarse con plenitud y crecer de manera sana y feliz.