Opinión

Vacunas en la edad adulta: una inversión inteligente

Invertir en la inmunización de las personas mayores genera un indudable retorno positivo de la inversión en términos de costes sociales y de atención médica

Vacunas en adultos
Vacunas en adultosEFEAgencia EFE

A pesar de los avances en la inmunización infantil a nivel mundial, a menudo se pasa por alto el valor de los programas de vacunación en adultos. Por este, y otros motivos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) aprobó en 2020 la Agenda de Inmunización 2030, que busca reforzar la importancia de la vacunación durante todas las edades de la vida y convertir estos programas en una inversión clave para un futuro más saludable, seguro y próspero a nivel global.

Esta iniciativa se basa en el imperativo demográfico que enfrentan las sociedades desarrolladas, donde el envejecimiento y las enfermedades crónicas representan una carga sustancial que se mide en términos de mortalidad, morbilidad, discapacidad, pérdidas económicas y sufrimiento individual y familiar.

Los modelos matemáticos pronostican un aumento significativo en el número de personas mayores de 60 años para 2030, superando los 1.400 millones de personas en todo el mundo.

Este contexto, un auténtico desafío que amenaza los sistemas de pensiones y salud en su actual concepción, obliga a priorizar políticas centradas en la prevención y el envejecimiento saludable, facilitando que los más mayores puedan vivir de manera más plena, manteniendo o alargando su vida laboral y reduciendo los costes asociados a su atención médica.

El envejecimiento saludable es un importante factor de productividad, sostenibilidad socioeconómica y crecimiento del PIB. El colectivo de mayores es altamente productivo, crea empleo y contribuye a ampliar el margen de ingresos fiscales a través de sus impuestos. En Europa y Estados Unidos se estima que la contribución de las personas mayores de 50 años en 2015 alcanzó los 1,1 billones de euros, equivalente al 8% del PIB de estas regiones.

Los programas de vacunación en adultos, como parte esencial de ese «envejecer saludable», son altamente rentables y generan ahorros netos para los sistemas de salud. Infecciones causadas por patógenos como la gripe, el neumococo, el virus respiratorio sincitial o el herpes zoster reactivado contribuyen significativamente al uso intensivo de recursos sociosanitarios. Estudios recientes destacan no solo los beneficios en salud asociados a los programas de inmunización contra estas infecciones, sino también el retorno financiero de esta inversión derivado de evitar cientos de miles de consultas, hospitalizaciones, jubilaciones y muertes prematuras en Europa.

Sin embargo, aunque los adultos son más susceptibles a padecer enfermedades infecciosas como consecuencia de su fragilidad inmunológica, todavía son muchos los que no aprovechan la oportunidad de vacunarse. Y es que, pese a sus claros beneficios, las coberturas de vacunación en adultos se mantienen en porcentajes sensiblemente más bajos que los obtenidos en los grupos de edad infantiles.

En muchos casos, estas bajas coberturas son secuelas de la fatiga vacunal y la sobreexposición pandémicas, unidas al negacionismo y a la desinformación organizada que, escondida tras oscuros intereses y mensajes de apariencia pseudocientífica, circula sin control en las redes de comunicación informal.

En este sentido, merecen una pormenorizada reflexión los resultados que arrojan múltiples análisis que demuestran cómo los bulos sobre las vacunas están influyendo de manera decisiva en la reticencia vacunal, incluso entre los propios sanitarios. Estos factores también están relacionados con el resurgimiento, en forma de brotes, de enfermedades como el sarampión o la tos ferina de las que sólo los mayores teníamos recuerdo. Para pensar…

Tributarios de reflexión son también los beneficios de la inmunización más allá de evitar determinadas enfermedades agudas en mayores y ancianos. Estos beneficios se extienden a la prevención de las comorbilidades o de la cronificación de la mala salud, también a la reducción de complicaciones en enfermos crónicos y a la disminución de las resistencias antimicrobianas al prevenir la aparición de coinfecciones bacterianas y virales, lo que reduce el uso y abuso de antibióticos. Invertir en la expansión de los programas de vacunación en adultos además de generar un indudable retorno de la inversión puede contribuir a la equidad en salud y económica, beneficiando especialmente a las poblaciones vulnerables y a las comunidades desatendidas.

Para lograrlo, todos los actores involucrados, incluyendo la sociedad civil, los profesionales de la salud, la industria, los medios de comunicación, la academia y las administraciones, deben asumir su responsabilidad en el objetivo de mejorar la vacunación de los adultos y aprovechar al máximo los beneficios de esta probada, eficiente e inteligente inversión en salud.

Esto implica, además de promover las oportunas recomendaciones, investigar para desarrollar nuevas y mejores vacunas, establecer la inmunización en adultos como un estándar de atención, fortalecer la formación de los profesionales responsables del consejo vacunal, monitorizar las coberturas y actuar en áreas de mejora, así como fomentar el conocimiento público sobre los riesgos de las enfermedades infecciosas y el valor individual y social de la inmunización en adultos.

Trabajando juntos, podemos avanzar hacia un futuro más saludable y sostenible para todos.

Ana Hernando es directora de Relaciones Institucionales del área de Vacunas de la compañía biofarmacéutica GSK