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Las otras secuelas
Nadie duda a estas alturas que vamos a salir tocados de esta pandemia. Que el confinamiento por el Covid-19 dejará unas secuelas más profundas que las puramente físicas
Decía el otro día la escritora Elizabeth Gilbert (autora de «Come, reza, ama») en una entrevista en la plataforma TED que «quien no esté sufriendo ansiedad durante el confinamiento es un ser iluminado o, directamente, un psicópata». Y teniendo en cuenta que la mayoría de la población no es ni una cosa ni la otra, eso significa que casi todos los españoles hemos sufrido malestar psicológico durante el arresto domiciliario que aún no ha concluido del todo.
Tener nuestros derechos limitados, desde la libertad de movimientos a la de reunión, es una situación completamente nueva para una nación democrática como la nuestra, y genera una sensación de impotencia y claustrofobia enorme. No es extraño pues que ese enclaustramiento, unido a la enorme incertidumbre laboral, económica, sanitaria y de toda índole nos genere dificultades para conciliar el sueño, nos altere el apetito, nos vuelta más irritables e iracundos. Nos haga, en definitiva, sentirnos fatal.
Hay que tener muy en cuenta también que, por primera vez en décadas, somos todos los que estamos en un mal momento. Todos al mismo tiempo. Tu familia también lo está pasando mal, la cajera del supermercado tiene miedo, los ancianos con los que te cruzas en el ascensor te miran con suspicacia, a los niños les molesta la mascarilla... La aldea global al completo está afectada; no hay nadie que se haya librado de los efectos negativos del Covid-19. Ni siquiera el dinero ha sido un elemento diferenciador en el sentido en que la muerte se ha cebado también para los poderosos. En esta ocasión, no hay cura para nadie. Al menos de momento.
Por delante tenemos ahora una época de desescalada que también está sembrada de trampas para nuestra mente. Todo lo que nos llega es negativo: el desplome del PIB, el paro disparado, la imposibilidad absoluta de planear la escapada veraniega... Tampoco hay que desestimar el sensación de ahogo que nos va a provocar la obligatoriedad de llevar mascarilla y el temor a ser multados. Lo dicho, quien no tenga ansiedad se puede considerar un gurú.
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