Tres meses sin la casa de la playa

Entre los europeos, chipriotas, griegos y españoles son los ciudadanos que, porcentualmente, claro, más invierten en una segunda residencia para los meses de verano o los fines de semana. En el caso de España, son más de seis millones quienes disponen de una casa de vacaciones, el 36,2 por ciento de la población, frente al 6,1 por ciento de los habitantes de los Países Bajos o el 17 por ciento de los alemanes. Nosotros, en general, preferimos la casa en la playa. El 65 por ciento de las segundas viviendas están en zonas costeras, principalmente en el Mediterráneo, donde hay precios para todos los gustos, si bien, el apartamento tipo está en torno a los 120.000 euros. Quienes eligen las zonas de interior se decantan mayoritariamente por los ambientes rurales, pero hay un 47 por ciento que se decide por una zona urbana, normalmente, en una capital de provincia tranquila y coqueta, con buenos servicios.

La pandemia del coronavirus, con los límites a la libre circulación impuestos por el estado de alarma, ha hecho que muchas segundas residencias permanezcan vacías y sin atender desde, prácticamente, el mes de diciembre pasado, y, también, que se hayan tenido que aplazar muchas decisiones de compra. Pero, extrañamente, no ha ocurrido así con respecto al mercado extranjero. Las distintas inmobiliarias confirman que se ha mantenido el nivel de ventas de casas de veraneo a foráneos –de «inverneo», mejor dicho–, con muchas operaciones realizadas a través de sistemas telemáticos. El covid-19 no ha tenido el mismo efecto negativo que en la crisis de 2008 e, incluso, ha podido influir positivamente en el mercado. En lo que va de año han vendido en la Costa Blanca 20.000 viviendas a extranjeros. Algunos afirman que de venir una segunda oleada de epidemia en otoño, prefieren pasar la cuarentena en España. Por nacionalidades, los que más compran son los británicos, con un 14 por ciento de todas las viviendas vendidas, seguidos por los franceses, alemanes, rusos y holandeses.