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¿Cómo nacen las teorías conspiranóicas?

El SARS-CoV-2 nació en un laboratorio, se cura con inyecciones de lejía, está provocado por el 5G… Las noticias falsas se difunden con gran rapidez y su efecto puede ser devastador

«Fake News»
«Fake News»Teresa Gallardo

Bill Gates no tiene nada mejor que hacer que poner nanoespías en las vacunas para saber qué hacemos. Google y Apple nos instalan programas para espiarnos. El 5G emite unas radiaciones tan peligrosas y potentes que son capaces de crear vida o al menos un virus. De la noche a la mañana Miguel Bosé y Enrique Bunbury se han convertido en expertos en ingeniería, telecomunicaciones y física…Y la lista sigue. ¿Cómo es posible que teorías sin fundamento científico se difundan con tanta velocidad? ¿Cómo se diferencian de la información veraz?

Un nuevo estudio, publicado en PLOS One, busca responder a estas preguntas. De acuerdo con sus autores, Timothy Tangherlini y Vwani Roychowdhury, el objetivo era comprender cómo surgen en internet las teorías de conspiración. Para ello combinaron inteligencia artificial y un análisis de cómo se estructuran los relatos (los falsos y los verdaderos) para unir hechos que no están relacionados.

Los investigadores utilizaron aprendizaje automático, una forma de inteligencia artificial. Básicamente y en este contexto, el aprendizaje automático consiste en analizar millones de datos (perfiles de usuarios en redes, noticias, estudios científicos, comentarios, etc.) y buscar patrones complejos en ellos. Gracias a esta información es posible predecir con cierta precisión, comportamientos futuros. En este caso en particular, el aprendizaje automático permitió señalar a todas las personas, lugares y organizaciones en una historia que se difunde online, independientemente de si es verdadera o falsa y descubrir cómo se relacionan entre sí. Esto es fundamental ya que la relación entre las distintas partes de la historia es lo que le da coherencia. O se la quita.

La conclusión de Tangherlini y Roychowdhury es que las noticias falsas se desmoronan rápidamente si algunos de sus elementos se eliminan del relato. De este modo, según los autores del estudio, las teorías de la conspiración tienden a formarse alrededor de ciertos elementos que actúan como adhesivos que mantienen unidos los hechos y los personajes.

«Una de las características de un relato falso –explica Tangherlini en un comunicado de la universidad– es que se desconecta fácilmente. Si eliminamos uno de los personajes o elementos de la historia de una teoría de la conspiración, las conexiones entre los otros elementos de la historia se desmoronan. Por el contrario las historias vinculadas a eventos reales, tienden a mantenerse incluso si algún elemento de la historia se elimina del marco».

Por ejemplo, si quitamos a Bill Gates de la teoría de nanobots en vacunas, rápidamente la noticia pierde relevancia y veracidad. Por el contrario, si analizamos el origen de la Covid-19, todos los datos y los personajes están relacionados y, aunque quitemos a uno de los personajes (desde el animal de origen o el país en el cuál se produjeron los primeros contagios), la información sigue estable. «Cuando miramos las capas y la estructura narrativa de las noticias verídicas descubrimos precisamente eso –añade Tanghierini–. La clave es el uso de una interpretación creativa de los hechos, en lugar del uso exclusivo de los hechos».

Pero hay otra clave para identificar a las noticias falsas: su velocidad. De acuerdo con los científicos, la estructura narrativa de las teorías de la conspiración tienden a desarrollarse rápidamente, mientras que las reales tienen una historia que se remonta a años atrás o al menos meses de investigación. Cuando surgió la noticia de la Covid-19, los expertos realizaron investigaciones y pudieron retroceder en el tiempo para hallar pruebas de contagios que se remontaban a meses atrás. Esto es uno de los signos más claros de una historia con fundamento real.

Hany Farid, profesor de la Universidad de California Berkeley, es uno de los mayores expertos en análisis forense digital. Esto es básicamente el desarrollo de tecnologías que permitan identificar noticias falsas. Para él «este año ha sido el de la desinformación sobre la Covid. Hay personas que creen que puede matar el virus usando un secador de pelo dirigido a la garganta, bebiendo plata o ingiriendo cloro. Y lo peor es que a veces se ve una conexión directa entre las tonterías en internet y las acciones de las personas. No son solo trolls e influyentes rusos. Es, literalmente, el presidente de EE UU con este increíble megáfono, que son las redes sociales».

Para Farid hay dos tipos diferentes de «fake news» en cuanto a sus orígenes. El primero de ellos tiene que ver con personas que se aprovechan de los algoritmos de las redes sociales (que buscan el conflicto como herramienta para viralizar) para crear un post que tenga mucha repercusión y así obtener más seguidores. Estos son los más «inocentes», según el experto. Utilizan conspiraciones previas, como los efectos del 5G, para vincularlo con algo actual, en este caso la Covid, pero dentro de un año podrían ser las elecciones en EE UU, la radiación solar o los alimentos transgénicos. El segundo tipo de generadores de utiliza una estrategia más elaborada. Se sirve de declaraciones para tergiversarlas, de estudios no revisados y de rumores, para hacer un popurrí y así crear una historia que cuenta con referentes y una base «conocida». Estos son los profesionales que buscan desestabilizar la situación.

El problema para Farid no tiene que ver con la tecnología: «Las compañías tecnológicas controlan el flujo de información. Incluso si desarrollamos un sistema de detección de “fake news” muy avanzado, es necesario que Mark Zuckerberg deje de decir que no quiere ser el árbitro de la verdad».