Santa Sede
Francisco y Benedicto: la vacuna os espera
El lunes llegarán 10.000 dosis de Pfizer. El Estado más pequeño del mundo, con 800 residentes y 4.400 trabajadores, podría ser el primero en lograr la ansiada inmunidad de rebaño
Cuenta atrás para la vacunación contra el coronavirus en el Vaticano. La Santa Sede ha adquirido un cargamento de 10.000 dosis de Pfizer que llegarán este mismo lunes, por lo que se prevé una campaña rápida, para evitar romper la cadena de conservación que exigen las dosis de la multinacional farmacéutica.
Pero, sobre todo, teniendo en cuenta que se trata del Estado más pequeño del mundo, lo que le podría situar como el primero en conseguir la ansiada inmunidad de rebaño. Y es que en sus 14 kilómetros cuadrados residen unas 800 personas, si bien la estrategia sanitaria incluye también a los 4.400 trabajadores, así como a sus familiares que estén inscritos en el FAS, el Fondo de Asistencia Sanitaria de la Santa Sede. De la misma manera, también se incluye a los jubilados.
Entre ellos, se encuentra un grupo nutrido de españoles: desde sacerdotes curiales como el prefecto de Economía, Juan Antonio Guerrero, a laicos como Ángela Núñez, directora del departamento de restauración de la Biblioteca Vaticana.
A todos ellos se les comunicó hace unas semanas la puesta en marcha de la campaña a través de una circular que sigue las disposiciones marcadas por el sustituto de la Secretaría de Estado –ministro del Interior vaticano–, el venezolano Edgar Peña Parra, así como el salmantino Fernando Vérgez Alzaga, secretario del Governatorato. Así lo ha podido confirmar este diario, que ha tenido acceso a ese comunicado que les instaba a responder con fecha límite el 21 de diciembre para poder organizar así un calendario ordenado por parte del FAS y de la Dirección de Salud e Higiene del Governatorato.
«Creemos que es muy importante que también en nuestra pequeña comunidad se inicie lo antes posible una campaña», afirma Andrea Arcangeli, director de la Dirección de Salud e Higiene del Vaticano, que no descarta la compra de otros viales distintos al de Pfizer: «Posteriormente, podrán introducirse otras vacunas producidas con métodos diferentes tras evaluar su eficacia y plena seguridad».
Pero, ¿quién será el primero en vacunarse? Las miradas están puestas tanto en el Papa Francisco, como en el Papa Emérito, Benedicto XVI. Lo cierto es que ambos están considerados población de riesgo por su avanzada edad: 84 años el pontífice argentino, frente a los 93 años del alemán. Además, a esto se une en el caso de Jorge Mario Bergoglio que en 1957 le fue extirpado el lóbulo superior del pulmón derecho. «Tengo experiencia de cómo se sienten los enfermos de coronavirus que luchan por respirar conectados a un ventilador», ha expresado en su nuevo libro «Soñemos juntos», en el que relata cómo al comienzo de una infección de juventud «me sacaron un litro y medio de agua del pulmón, y ahí me quedé peleando por vivir». «Durante meses no sabía quién era y si me moría o no. Ni los médicos sabían si iba a sobrevivir», recuerda.
Sin embargo, esta conciencia de fragilidad no le ha frenado para estar al pie del cañón a lo largo de la pandemia. Aunque ha respetado el confinamiento y se ha visto obligado, por ejemplo, a celebrar a puerta cerrada las celebraciones navideñas, durante el verano se le pudo ver participando en las audiencias generales con fieles acercándose a ellos para saludarles sin mascarilla. No es porque Francisco sea un negacionista, sino más bien porque, como ha apuntado en alguna ocasión cuando se negó a utilizar un papamóvil blindado para protegerse de posibles ataques terroristas, no se imagina como Papa viviendo en una «lata de sardinas».
Sin embargo, a medida que avanzó el otoño y el invierno, sus precauciones han sido mayores. Aun así, ha mantenido un intenso ritmo de audiencias, tanto con el personal de la Curia como con visitas del exterior, bien sean autoridades internacionales –como el presidente Pedro Sánchez– o con obispos llegados de todos los rincones del planeta.
Es precisamente esta exposición pública la que hace que algunas fuentes vaticanas aseguren que es «muy probable» que Bergoglio vaya de avanzadilla. La preocupación por los riesgos que ha asumido el Papa a lo largo de la pandemia ha sido una constante en su equipo, aunque son conscientes de la tenacidad de Francisco.
En menor medida, Joseph Ratzinger también ha mantenido su agenda de visitas en el monasterio «Mater Ecclesiae», en el recinto del Vaticano. Unos encuentros controlados por su secretario, Georg Gänswein, y las cuatro consagradas «Memores Domini» que velan diariamente por su integridad. Juntos forman esa burbuja familiar para proteger su frágil salud de hierro, que se ha visto especialmente tocada en 2020 por un herpes zóster.
En cualquier caso, el acceso prioritario de los papas a la vacuna también buscaría ser un revulsivo ejemplarizante, a la manera de otros líderes internacionales. De hecho, en las últimas campañas la Santa Sede ha emprendido una intensa campaña de concienciación a favor de la inmunización en dos líneas.
Por un lado, se busca borrar toda sombra de sospecha en relación a la efectividad y moralidad de las dosis. De ahí que la Congregación para la Doctrina de la Fe –la antigua Inquisición– lanzara una declaración para respaldar todas las investigaciones para plantar cara al SARS-CoV-2, aun cuando se recurra a «líneas celulares que provienen de tejidos obtenidos de dos abortos ocurridos en el siglo pasado». Se buscaba tumbar así los rumores que comenzaron a circular en los propios ámbitos católicos más conservadores, vinculados al movimiento negacionista, que llegaron a cuestionar el uso ético de los viales.
En esta misma línea, se pronunciaron en vísperas de fin de año tanto la Pontificia Academia para la Vida como la Comisión Covid-19, que creó ex profeso el Papa para la gestión eclesial de la pandemia. Ambos organismos vaticanos advierten de que «el rechazo a la vacuna es un riesgo para los demás». O lo que es lo mismo, la Iglesia no solo no pone ningún obstáculo doctrinal a la vacuna, sino que alerta de que, aun siendo un ejercicio voluntario, no recibirla bien podría considerarse incluso un pecado de omisión: no hacer algo que es correcto y que puede generar consecuencias en el prójimo. Desde ahí, la Santa Sede llama a los católicos a «hablar, exhortar y contribuir a asegurar que las vacunas y los cuidados de calidad estén disponibles para nuestra familia mundial».
Todo este respaldo oficial tendría además su aval definitivo para el orbe católico con la imagen de los dos papas inyectándose la primera dosis de Pfizer. De forma paralela, Francisco también se ha convertido en el principal impulsor global de la iniciativa «Vacunas para todos».
Fue su demanda principal en la bendición «Urbi et orbi» navideña, al reclamar un acceso universal «a los responsables de los Estados, a las empresas y a los organismos internacionales» desde «la cooperación y no la competencia». De momento, a lo largo de estos días el Santo Padre valora cuántas dosis reservará para los colectivos que están en riesgo de exclusión de Roma, a quien ya les regaló en Nochebuena un total de 4.000 test rápidos de detección del coronavirus.
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