Testimonio

La vida bajo el síndrome de “arrancamiento” de Rocío Carrasco: “Me quitaron a mis hijos de las manos. Es una tortura”

“Tienen ocho y cinco años y viven con su padre maltratador, yo seguiré luchando para recuperarles”, relata Silvia, que lleva 383 días sin ver a sus dos hijos

Silvia Aquiles, de 42 años, lleva luchando desde 2015
Silvia Aquiles, de 42 años, lleva luchando desde 2015Miquel González de la FuenteMiquel González / Shooting

El vía crucis de Silvia Aquiles comenzó hace seis años. Ahora lleva 383 días sin poder ver a sus hijos de ocho y cinco años. Por eso, ayer, cuando siguió el documental de Rocío Carrasco, le fue imposible no verse reflejada en su testimonio. “Estoy tratando de contactar con ella”, explica a este diario antes de relatarnos su calvario. Después de una relación de 17 años (siete de los cuales como convivientes), Silvia confiesa que un día, su hija pequeña, que entonces tenía tres años, le confesó que su padre “le hacía daño, aquí comenzó un infierno del que todavía no hemos salido y al que no veo un final porque decidí proteger a mi hija. Entonces no supe lo que aquello significaba y ahora, que ya lo sé, solo me queda seguir luchando”.

Seis años después es ella la que se ha convertido en víctima del “arrancamiento”, es decir, la privación de contacto con sus hijos, al igual que ha ocurrido en el caso de Carrasco, según su relato. En los primeros momentos, la madre de familia no podía entender lo que estaba ocurriendo, “me llevó meses ver qué es lo que pasaba, aquello no era normal, así que fui a la pediatra y me derivó a la Unidad de Atención a la Familia y la Mujer (UFAM) del Hospital San Juan de Dios de Barcelona. Me atendió una trabajadora social la cual me acusó de estar usando esta historia para buscar la separación y quedarme con la custodia. Yo solo trataba de explicar lo que ahora ya sé, que mi pareja estaba maltratando y abusando de mis hijos”. Ella ni siquiera pensaba en el divorcio ni custodia, solo quería alejarles de quien, como los menores confesaron posteriormente en varias revisiones psicológicas, les hacía daño.

Conviviendo con el agresor

Acudió, por indicación de las instituciones públicas, a otras privadas “ya que me dijeron que había lista de espera de tres a cuatro meses”, pero la situación no fue a mejor: “Estuve tres meses conviviendo con el presunto abusador, necesitaba pruebas y cada noche me culpo por no haber conseguido la prueba definitiva”. Entonces tomó la decisión de irse de asa y lo hizo con lo puesto y con sus dos hijos: “Denuncié y llegaron las medidas cautelares, me denegaron la orden de alejamiento. En la vista de medidas provisionales dispusieron un punto de encuentro quincenal de dos horas, pero mi hija no quería ir. Suspendieron entonces las visitas y a mi hija y a mí nos mandaron a un especialista para ’'desbloquearnos’', pero la situación fue a peor”, relata.

Así, se generaron las pruebas de abuso en la que, según describe Silvia, se abundaba en la “manipulación materna”, es decir, que todo era una invención suya. “Nadie miraba por mis hijos, solo pensaban en que yo estaba en contra de mi marido. No me creían, pese a lo que contaban los menores. Tuve que denunciar también por abusos hacia mi hijo y conseguí un auto protector a partir de las grabaciones que descubrían a las instituciones que habían tratado a mi hija mayor”. Pero todo aquello se sobreseyó de forma provisional, “lo que no significa que no se hayan cometido los hechos, sino que no había suficiente medio probatorio para condenarle”. El relato de los menores, que no se incluye en este texto por lo estremecedor de sus descripciones, quedó en saco roto.

Aquiles, durante la entrevista con La Razón
Aquiles, durante la entrevista con La RazónMiquel González de la FuenteLa Razón

Para ella, el “inexistente” Síndrome de Alienación Parental (SAP) del que ahora se habla, no es más que una estrategia que se utiliza “para tratar a las madres de locas y malas madres. La Justicia ha obviado la situación de mis hijos y lo ha focalizado en mí. El SAP está demostrado por la OMS que no tiene base científica, pero se sigue utilizando para arrancar a los hijos de su madre, a pesar de que, incluso, el Consejo del Poder Judicial lo desacredita”. Llegó el juicio en 2020, “pero se llevó a cabo sin mi letrada (la cual estaba de baja) y sin mí, pese a haber solicitado un aplazamiento. Además, en el momento en el que se dicta el auto de arrancamiento, el padre de los niños tenía dos procedimientos en instrucción como investigado por presuntos abusos. La resolución fue la concesión de la custodia del hijo menor al padre y a la niña, la enviaron a un centro de menores. De un día para otro me veo con que ahora soy yo la que solo puede ver a mi hijo una hora cada 15 días”.

Omisión de socorro

Silvia, que se ha querellado conta la jueza del caso, explica que no se han cumplido las pautas de encuentro y desde hace un año y dos semanas no tiene contacto con sus hijos. La menor ha vuelto a casa con su padre después de diez meses en el centro de menores: “Esto es violencia contra la mujer, porque utilizan a los niños, haciéndoles daño, para también hacérnoslo a las madres. Nos arrancan a nuestros hijos de las manos, nos retiran sus custodias... esto es un martirio”, apostilla.

A sus 42 años, esta catalana está dispuesta a continuar con su lucha: “Esto que sufrimos muchas mujeres, como también Rocío Carrasco, es violencia vicaria. Yo vivo aterrorizada a diario por lo que estarán pasando mis hijos en esa casa. El sistema es cómplice de hacer omisión de socorro a niños y cuestionar a la madre por intentar dar voz a sus hijos, pero al padre no se le cuestiona. Y la presunción de inocencia no existe para la madre que pide que se investigue, pero para el investigado sí. Es ahora de la mano del abusador cuando quieren que vayan a ser explorados mis hijos en la administración pública. Es como tener que ir de la mano de tu violador a declarar que te ha violado, pero nosotras, las madres víctimas de violencia de género, estamos y seguiremos estando unidas”, confiesa.