Un año de travesía sin rumbo

El misterioso viaje de una manada de elefantes por China

La destrucción de su hábitat podría ser la razón de la larga marcha de 15 paquidermos, cuyo rumbo se desconoce, y que sigue día a día la televisión y un ejército de 400 efectivos

La familia de elefantes descansa en el claro de un bosque en Jinning (China) después de 500 kilómetros de travesía durante el último año
La familia de elefantes descansa en el claro de un bosque en Jinning (China) después de 500 kilómetros de travesía durante el último añoCHINA DAILYVIA REUTERS

Un teletipo de la agencia Reuters informaba ayer solemnemente: «Los elefantes salvajes de China vuelven a moverse después de un día de descanso». Así, las 15 hermosas criaturas reanudaban la marcha después de 500 kilómetros recorridos en una larga travesía que ya dura un año, sin que nadie sepa hacia dónde ni por qué. La manada, integrada por machos y hembras y algunas crías, compone una familia venerable y encantadora. Su aventura se ha convertido en la atracción de las televisiones en directo y de las agencias de noticias, que, igual que la policía y las autoridades chinas, siguen sus pasos cada día tan intrigados como preocupados por el destino de la familia de mamíferos, que sigue recorriendo kilómetros impulsados por una secreta ambición. Y su largo viaje comenzó en marzo del año pasado, hace ya más de un año.

La manada de elefantes cruza la ciudad de Eshan a finales de mayo / Reuters
La manada de elefantes cruza la ciudad de Eshan a finales de mayo / ReutersESHAN COUNTY FANG YUAN CAR CAREvia REUTERS

En su ruta, la familia de paquidermos ha devorado cultivos, destrozado graneros e irrumpido en negocios. La manada ha inspeccionado jardines particulares e incluso se ha aventurado al interior de una destilería y un concesionario de coches. Han protagonizado 418 «incidentes» y se calcula que han causado daños por valor de algo más de un millón de dólares, pero el valor de sus vidas –en China apenas quedan 300 animales de esta especie– es incalculable. Como impulsados por un instinto ancestral, los elefantes atraviesan ciudades, ocupan las calles y cortan el tráfico, se presentan por las avenidas y los cruces de carretera como ídems en una cacharrería. Y por supuesto han pernoctado en parques, desfallecidos después de un día completo de marcha, tumbados sobre la hierba mientras los drones les vigilan desde el aire. Las cámaras de las brigadas forestales y de la televisión nacional del país les han registrado bajo las tormentas, vadeando ríos, y cruzando bosques. Son mejor que la familia real para un «reality show». El grupo inició la marcha desde Xishuangbanna, muy al sur del país, cerca de la frontera con Laos y Birmania y, durante el camino, dos de los integrantes de la expedición dieron la vuelta y una de las hembras ha dado a luz a una cría. En las últimas fotografías distribuidas del grupo se les podía ver plácidamente dormidos en el claro de un bosque en el distrito de Jinning.

El viaje de esta familia por los caminos de China, digno de ser narrado en una superproducción, ha desplegado a más de 400 efectivos de emergencia para seguir a los animales y protegerles tanto a ellos como a los ciudadanos que se crucen en su camino. Las autoridades han advertido que podría ser necesario evacuar pueblos enteros si los elefantes entran en algunas pequeñas localidades donde las viviendas son vulnerables. En los últimos años, el estado Chino ha ido reduciendo paulatinamente el hábitat y el espacio para la conservación de esta especie en peligro de extinción en favor de terrenos para el cultivo de plátano o caucho. Hay quien piensa que el deterioro de su hábitat les ha empujado a esta andadura por su propia supervivencia. Casi parece como si una manada de ellos estuviera manifestándose, reivindicando que esa tierra es su tierra, como cantaba Woody Guthrie. Nadie sabe cómo terminará este viaje, pero ellos, sin pretenderlo, han llamado la atención del mundo entero. O quizá sí lo pretendían.