Trabajo
La hermana de Cintia quería que siguiera la tradición familiar y aprendiera a tocar la guitarra. Por aquel entonces tenía tan sólo ocho años y, aunque pusiera todo su esfuerzo, el instrumento le quedaba demasiado grande. Así que, cuando llegó a la orquesta, le dieron un violín. Bueno, en realidad era un molde para hacer pan pegado a un palo de madera sobre el que se sujetan las cuerdas gracias a un tenedor. “Aunque no lo parezca, suena igual de bien”, cuenta sobre su violín-lata realizado con residuos. Fernando Solana es uno de los impulsores de este proyecto, un lutier en cuyas manos descansa la experiencia de tres generaciones. En especial la de su abuelo, de quien ha heredado este “don” para convertir en arte lo que otros consideran deshechos.
Sus maracas de yogur, saxo-tuberías o paegongs pasan, desde hace tres años, a las manos de los niños de “La música del reciclaje”, el proyecto español hermano de la orquesta de Cateura, en el que jóvenes en riesgo de exclusión social de Vallecas (Colegio Manuel Núñez de Arenas), Pozuelo de Alarcón (Residencia Materno Infantil Villa Paz) y Madrid (Residencia Infantil Vallehermoso) aprenden música, fabrican sus propios instrumentos y se suben al escenario del Teatro Real con sus colegas paraguayos para poner punto y seguido a su formación. “No es una cuestión de nuevas oportunidades, sino de dárselas a quienes no las han tenido”, reconoce sobre esta iniciativa que, este año, cuenta con la colaboración Rosario Flores.
“Hay que partir de la base de que todo suena”, explica Solana, quien lleva más de 15 años al frente el negocio familiar. “Recuerdo cuando de pequeño ponía cuerdas en una caja de zapatos para hacer música en el colegio. En este caso es parecido, pero con el objetivo de aproximarlo a una orquesta”. Para ello, intentó fijarse en lo que previamente había hecho la formación de Asunción. Sin embargo, se dio cuenta de que la basura española no es igual a la paraguaya. “Por ejemplo, los moldes de bizcocho que utilizan para los violines nos son los mismos porque los materiales son más o menos duros que aquí. Así que tuvimos que conformar nuestros propios instrumentos según el tipo de envase”.
De esta forma, de cajas de puros, tenedores, latas de sardinas, tuberías y bidones de aceite creó gongs, trompetas, guitarras, violas y tambores que permitiesen igualar al proyecto impulsado por Favio Chávez, director de la Orquesta de Instrumentos Reciclados de Cateura. Estos instrumentos reciclados, al ser construidos con materiales no convencionales, tienen una caja de resonancia distinta a las reales, pero pueden tocarse de la misma manera. “Hay que ir probando. Por ejemplo, los envases de lata suenan peor que los de madera por éstos se asemejan más a los materiales propios de un taller”.
Para ello, Solana ha convertido su taller de Malasaña en un lugar donde priman las segundas oportunidades. “Lo más complicado es dar con la imaginación, sentar la idea y ver en ese envase un futuro violín que funcione. Al principio, vas a ciegas, pero de lo que se trata es de intentar volver a ser un niño y ver cosas donde no las hay”, reconoce sobre esta iniciativa impulsada por Ecoembes en España que ya cuenta con 91 alumnos de entre 8 y 16 años que, durante este curso académico, han recibido 1.300 horas de formación y elaborado 41 instrumentos nuevos. “La música no deja de ser una cuestión elitista, por eso me empeñé también en formarlos como lutieres. Así, podemos darles clase e instrumentos que por lo general son caros y al mismo tiempo participan en un proyecto profesional y personal”. Por el momento, ya son 14.
El reciclaje, desde casa
Mientras que en Asunción los materiales proceden del vertedero del barrio, en España son los vecinos, los familiares o los propios chicos quienes realizan esa tarea de reciclaje desde casa. “En torno a nosotros se está creando un movimiento de gente que se acuerda de nuestra labor y nos guardan algunos residuos”, reconoce Solana, quien además destaca la importante labor de socialización y educación que esto tiene sobre las nuevas generaciones. “Estamos creando niños que reciclarán más que nosotros porque se les está formando para ello. Nuestros abuelos y nuestros padres no le prestaban suficiente atención, pero hoy están en otra tesitura porque lo relacionan con sus propios proyectos. La concienciación y la implicación es importante”.
Al principio, lo más complicado fue que se interesasen por el proyecto, que se comprometiesen y que tuviesen una disciplina. “Son chavales que se buscan la vida cada día y, en ocasiones, demasiado tienen con eso”. Por eso, aunque los ensayos no fueron los esperados, poco a poco se dieron cuenta de que les compensaba ir a clase y sacar buenas notas si querían continuar en la orquesta. De lo contrario, no habría vuelta atrás. “Cuando se vieron delante de tanta gente en su primer concierto entendieron que lo que les ofrecimos era verdad y algo en la vida a lo se pueden acoger. Al final, sólo buscan sentirse parte de algo, sentirse importantes”.