El futuro de la isla

La Palma, así será la vida después del volcán: desalojos por gases, suelo negro y tóxico...

A corto plazo, se implantarán zonas de exclusión por la situación en la atmósfera y el terreno perderá calidad, pero entre las rocas magmáticas la vida «rompe las barreras a veces dolorosamente»

Un hombre observa el volcán de Cumbre Vieja, que este sábado continúa su actividad
Un hombre observa el volcán de Cumbre Vieja, que este sábado continúa su actividadMIGUEL CALEROEFE

En una de las escenas de «Parque Jurásico» más aplaudidas por los amantes de la ciencia, el investigador Ian Malcom (Jeff Goldblum) hace un bello alegato sobre la tenacidad de la vida. «Si algo nos ha enseñado la historia de la evolución es que la vida no puede contenerse. La vida se libera, se extiende a través de nuevos territorios y rompe las barreras a veces dolorosamente. La vida siempre se abre camino».

Ante el paisaje desolado de la tierra de La Palma arrasada por las coladas de lava es difícil plantearse que el personaje de ficción tenía toda la razón del mundo… pero la tenía. Incluso es esos suelos hoy negros e hirvientes, entre las rocas magmáticas cristalizadas y tóxicas volverá a brotar la vida. Y puede que antes de lo que creemos.

Hasta que eso ocurra, el azote de la erupción va a generar un daño para muchos irreparable, va a condicionar el modo de vivir animales, plantas y humanos durante años, va a arruinar cosechas, limitar cultivos y cambiar costumbres. Aunque desde el mismo momento en el que la erupción se detenga, la vida empezará a abrirse camino de manera silente pero imparable.

Los tiempos geológicos y los humanos son incompatibles. Lo que hoy a todos nos preocupa no es si dentro de unas décadas brotarán las primeras plantas verdes y microorganismos en las lindes de una colada o si el suelo regado de lapilli será más fértil para los agricultores de la próxima generación. Lo que nos asusta y es si mañana podremos beber agua, respirar por la calle o recoger plátano.

Y, curiosamente, es más fácil responder a la primera pregunta (predecir lo que pasará a largo plazo) que a la segunda.

Las autoridades del Cabildo de La Palma monitorizan permanentemente las circunstancias ambientales derivadas de la erupción. En concreto prestan su atención en dos valores que son fundamentales para la afectación de la vida cotidiana: la calidad del aire y la calidad de las aguas.

En el primer caso, es obvio que la emanación de gases volcánicos en primera instancia y de subproductos derivados de la entrada de la lava en el agua salada del mar pueden afectar a las condiciones del aire respirable. Tanto los gases sulfurosos que expulsa la tierra desde sus entrañas, como los gases clorados producidos por el contacto de las lavas con el mar pueden ser dañinos para la salud. Pero el impacto real en materia de salud pública depende de muchas circunstancias. La más importante de ellas es la cantidad de gases diluidos en un volumen de aire respirable. La dirección del viento permite predecir dónde se van a producir las mayores concentraciones de gas tóxico. La altura de la columna de gases también es una variable de interés. Cuanto más asciendan las emisiones, más se diluirá el gas y menos probable es que se produzcan daños en la población.

A corto plazo, los efectos para los ciudadanos ya son evidentes: se han establecido áreas de exclusión, zonas de confinamiento y recomendaciones de uso de mascarillas que se mantendrán durante un tiempo. Los cambios de dirección del viento pueden provocar ampliaciones de estas medidas y mayores inconvenientes para otras áreas de la isla e incluso para islas cercanas.

La calidad de las aguas también es un foco de preocupación. Las cenizas caídas en los depósitos pueden contaminar el líquido elemento y los minerales y gases que corretean por el interior de la superficie pueden llegar a deteriorar aguas subterráneas o acuíferos. El Cabildo también monitoriza permanentemente esta calidad y ha anunciado en reiteradas ocasiones que el agua de la isla sigue ofreciendo todas las garantías de siempre pasa su consumo.

Otra cosa es su disponibilidad. Son varias las canalizaciones y tuberías dañadas y las zonas agrícolas que llevan días sin acceso al agua de riego. Cuando llegó al pueblo de Todoque, la colada de lava no solo destruyó su iglesia sino que arrasó el canal de agua que traía riego desde el embalse de Dos Pinos, la única fuente con la que cuentan decenas de cultivos. Las conexiones de agua de costa que suministraban riego a cientos de hectáreas también se han visto afectadas. Ayer mismo, en la zona de El Remo.

El problema principal es la dificultada para realizar ningún tipo de obra pública de restitución. Los accesos a fincas, incluso a algunas que conservan la disponibilidad de agua, también han sido cercenados. El plátano es un caso de cultivo muy especial. Los retoños de las plantas pueden aguantar mucho tiempo (incluso meses) sin riego porque se alimentan de los nutrientes de la planta madre. Ellos son los embriones de las futuras cosechas y de su estado de salud dependerá el fututo de las plantaciones. Pero aunque les afectara menos la ausencia de agua, el impacto de las cenizas sí que les perjudica. Sin capacidad de acceder a una plantación para realizar tareas de recogida o limpieza, la ceniza termina bloqueando la llegada de la radiación solar e impidiendo la fotosíntesis. Aguacates y uvas requieren otro registro de riegos y cuidados y su afectación también es preocupante.

A los palmeros afectados por la lava les costará regresar a la «nueva, nueva normalidad», la vuelta a la vida cotidiana después de la pandemia, ahora recibe una inesperada fase de prórroga. Pero el ser humano (y los canarios en particular) saben bien la vida cotidiana también se abre paso siempre.

A corto plazo, el terreno ocupado por la lava será un gigantesco malpaís, una extensión rocosa y árida impracticable. Pero, tal como ha demostrado la historia reciente de las islas, incluso en ese paisaje aparentemente desértico existen tesoros ocultos. El lapilli (las toneladas de material de piroclastos atomizados a tamaños de menos de 70 milímetros y que cubre kilómetros de suelo) puede ser utilizado para rellenar el suelo horadado del malpaís y cultivar sobre él, tal como descubrieron los agricultores del siglo XVIII afectados en Lanzarote por la explosión del Timanfaya.

Las zonas de ceniza no demasiado densas resultaron ser aliadas de los cultivos y, mediante una sabia y dura técnica de tratamiento y protección frente al aire y la erosión, impulsaron en la isla una revolución agrícola que permitió explotar productos propios de la agricultura tropical más allá de los consabidos secanos cerealísticos.

Los volcanes son catástrofes naturales a cámara lenta. La respuesta a la mayoría de las preguntas que ahora nos hacemos tardará mucho en llegar. Algunos de los cambios que la lava produce en el terreno se estarán desarrollando a lo largo de muchos años.