Educación
Las escuelas no han cambiado en 50 años
Magisterio debería ser una carrera mucho más práctica y menos teórica
Hoy celebramos el Día Internacional de la Educación, un día clave en el que los miembros de la comunidad educativa alzamos la voz para hacer visibles la multitud de reivindicaciones que llevamos haciendo desde hace años para mejorar la educación de nuestro país.
Esta necesidad de progresar hacia algo mejor se ha hecho aún más visible desde que se desató la pandemia, que trajo consigo un cambio en la forma de impartir clase: hace más de un año las casas se convirtieron en escuelas y los alumnos aprendían a través del ordenador; y actualmente lo siguen haciendo de manera intermitente con los confinamientos de las clases. Esta situación ya tan habitual ha dejado en evidencia la poca o nula evolución que hemos tenido en la manera de enseñar, se siguen utilizando las mismas técnicas que hace 50 años. Los alumnos memorizan los contenidos y en un periodo corto de tiempo los acaban olvidando. Pese a haber existido una predisposición a cambiar las metodologías, los cambios no han sido suficientes. Algunos centros han optado emplear nuevas tecnologías, aunque realmente lo que han cambiado es el soporte, en lugar de tener el libro físico, ahora lo tienen en la tablet.
Así que tengo que insistir en que la forma de enseñar debería cambiar. Las asignaturas en infantil y en primaria no se han renovado. Se sigue enseñando como me enseñaron a mí y, a su vez, como enseñaron a mis padres. Es algo palpable, el mundo ha cambiado vertiginosamente, pero esta evolución, por desgracia, no ha traspasado los muros de los centros educativos. Lo veo con mis alumnos: no son capaces de escucharme, necesitan escribir lo que les explico. Yo siempre les digo que me tienen que escuchar y comprender primero y que yo después se lo dicto si hace falta, pero no están acostumbrados.
Otro aspecto que no ayuda son las ratios por clase, que siguen siendo muy altas. En las próximas oposiciones deberían ofertar más plazas como solución a la falta de maestros y duplicar la plantilla de los centros educativos.
Otro punto para analizar es la importancia de no suprimir algunas materias como la música, que es primordial, así como lo son el latín y la filosofía. Son asignaturas que nos enseñan a comprender el porqué de las cosas y a pensar, algo básico para el conocimiento.
También quería hacer una parada en la formación de los maestros en las universidades, que también se sigue haciendo como hace años. Magisterio debería ser una carrera mucho más práctica y menos teórica. Además, se tendría que enseñar a programar, a hablar en público, a tratar a cualquier tipo de estudiante y a sus las familias, entre muchas otras cosas. Doy por hecho que la vocación es importante, pero hay cosas que son necesarias enseñar. Desgraciadamente, cuando salen de la facultad los alumnos no están preparados para enfrentarse a un aula. Esto cambiaría si, desde el primer año, los estudiantes estuvieran estar cuatro días con prácticas y uno en la facultad. De esta forma, las escuelas también tendrían más recursos, que tanta falta hacen. Por lo que para afrontar esta situación propongo, como hacen mucho de mis compañeros, que haya un MIR Educativo que, aunque se ha hablado, todavía no se ha puesto en marcha. Sin embargo, lo verdaderamente importante es que la Educación dependa del Gobierno central y no de las autonomías, para que exista una unidad y que las brechas entre comunidades se disminuyan lo máximo posible.
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