Avances en Inteligencia Artificial

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Nuevos estudios demuestran que la inteligencia artificial ya mejora a los doctores humanos en muchos campos

Medicina del futuro
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Puede usted pedir cita con su robot. Más vale que nos vayamos acostumbrando a escuchar esta frase. Porque cada vez son más las informaciones científicas que avalan las excelencias de la Inteligencia Artificial (IA) a la hora de diagnosticar enfermedades.

Un estudio de gran profundidad publicado esta semana, sin ir más lejos, ha sugerido que esta tecnología puede ser una herramienta prometedora en la lucha contra el cáncer de mama si se aplica en los programas de rastreo habituales entre las mujeres.

La costumbre de realizarse mamografías periódicas a partir de una determinada edad ha facilitado la detección y control de una buena cantidad de tumores mamarios que antes presentaban muy mal pronóstico y que, identificados a tiempo, ahora son curables. Al mismo tiempo, ha supuesto la acumulación de ingentes cantidades de datos sanitarios que es necesario procesar. Cuanto más arraigada está la práctica del rastreo preventivo, mayor es la carga de trabajo para los servicios de radiología y más difícil es la gestión de los datos acumulados.

Es ahí donde la IA acude al rescate. Y es que una máquina podría convertirse en un excelente intérprete de las mamografías que apoye la decisión del médico o, quién sabe, quizás incluso la sustituya.

Científicos noruegos encargados del Servicio de Prevención del Cáncer de Oslo, han realizado el mayor estudio hasta la fecha que compara la eficacia de un programa de IA a la hora de detectar un cáncer con los resultados obtenidos mediante el tradicional cotejo humano. El trabajo se ha realizado sobre 123.000 exámenes de imágenes recogidas entre 47.000 mujeres.

De todas las personas analizadas, surgieron 752 cánceres descubiertos en la primera prueba y 205 tumores que aparecieron en el periodo entre dos mamografías.

Una vez recopiladas las imágenes y certificado por un equipo humano cuáles de ellas sugerían un diagnostico de tumor, se le pidió a un programa de IA que analizara las mamografías de manera independiente. Se evaluó de 1 a 10 la capacidad del programa de acertar con el diagnóstico. En el 87,6% de los casos el robot obtuvo un 10. Además, en ningún caso el programa determino como patológica una imagen que en realidad respondía a una mujer sana.

La lectura también se puede hacer en el otro sentido: si se hubiera dejado sola a la máquina, un 13% de los cánceres no habrían sido diagnosticados. Y es que, aunque los datos son muy prometedores, exigen un recorrido de mejora considerable para que pueda llegar el, de momento, utópico escenario en el que un robot sustituya al doctor de carne y hueso.

Esta misma semana también, hemos tenido conocimiento de otro estudio que refuerza el potencial de las máquinas como “diagnosticadoras”. En este caso, se ha descubierto el potencial de los programas de IA para ayudar a los médicos de urgencias a valorar la gravedad de una fractura ósea.

Un retraso en una prueba de radiografía o un error en su primera interpretación puede generar serias complicaciones en el paciente. En las salas de urgencias el error es más habitual debido a las sobrecargas de trabajo y a la premura de tiempo. Un equipo de científicos de Oxford ha descubierto que un programa robotizado podría resolver buena parte del problema.

Se ha analizado el resultado de centenares de radiográficas y escáneres recopilados en 42 estudios diferentes y después se ha comparado con el resultado que predijo un programa de algoritmos. La capacidad de análisis de la máquina fue perfecta, detectó el 92% de las fracturas en una primera visión (dato muy similar y, en algunos casos, superior al que arrojaría un equipo médico humano).

Los resultados de este estudio podrían aplicarse a la población general y servir de base para la introducción de asistentes artificiales en las salas de radiología de las clínicas de Urgencias. “Hemos demostrado que un programa inteligente actúa con un grado de eficacia comparable a la humana en estas circunstancias”, afirma la principal autora del estudio, Rachel Kuo.

Las maquinas no tienen estrés

Los expertos en ingeniería biomédica suelen recordar que un robot no necesita ser perfecto para sustituir a un ser humano, basta con que sea mejor que éste. Algunos estudios internacionales han determinado que cerca del 15% de los diagnósticos realizados por médicos de carne y hueso son erróneos. Una máquina que genera errores por debajo de ese umbral estaría mejorando el sistema de atención de manera considerable. Además, existen dos factores que juegan a favor de la IA. Su capacidad de mejora es casi infinita y su exposición al estrés, la tensión emocional, el cansancio o la falta de recursos casi cero.

El escenario más probable en los próximos años es un escenario de convivencia pacífica. Las máquinas y los doctores humanos se complementarán en sus tareas. No tiene sentido establecer una competición sobre qué método de diagnóstico gana a cuál en cuanto al porcentaje de aciertos o errores. Pero la competición, tarde o temprano, será inevitable.

Hace tres años, el hospital Tiantan de Pekín realizó una competición entre máquinas y hombres. De un lado, un equipo de quince prestigiosos médicos; de otro, un programa de IA. Se les enfrentó al reto de diagnosticar tumores cerebrales y hematomas intracraneales a partir de imágenes de diagnóstico. La máquina venció.

En 15 minutos de trabajo sobre los tumores acertó en el 87% de los diagnósticos. En ese tiempo, los médicos humanos acertaron en el 66% de los casos. En el caso de los hematomas el resultado fue del 83% frente al 63%, a favor de las máquinas también.

La experiencia sirvió para detectar la principal virtud de los robots frente a los humanos: ser capaces de trabajar en entornos de presión de tiempo sin que sus facultades se vean mermadas.

Arritmias cardiacas, enfermedades pediátrica, melanomas… muchas patologías han sido enfrentadas a la potencia de la Inteligencia Artificial con resultados más que prometedores.

Los estudios son aún demasiado escasos y poco afinados. Pero la tendencia creciente de incorporación de sistemas inteligentes en el entorno médico hace pensar que la IA formará parte del acto diagnóstico más temprano que tarde. Los retos éticos, sociales y laborales que ello implica están sin resolver. Pero ya no es una locura pensar que, como titulaba recientemente una revista tan sensible para la profesión como Redacción Médica, “La inteligencia artificial ya iguala al médico en su eficacia diagnóstica”.