Opinión
¿Y si un viudo quiere sexo?
El otro día, no sé en qué emisora de radio, un hombre, hablando de la posible abolición de la prostitución en España, dijo: «¡Cómo se va a abolir la prostitución! ¿Y si un viudo quiere sexo y no quiere hacer el ridículo en Tinder?». La respuesta sería otra pregunta: «¿Y querría usted que fueran su madre, su hermana o su hija quienes le proporcionaran sexo a cambio de dinero a ese viudo?» «¿Aceptaría, incluso, obligarar a cualquiera de ellas a dedicarse a la prostitución, para darle satisfacción sexual a ese viudo? Perdónenme la dureza, pero en un país de puteros como el nuestro, donde el 50 por ciento de la población masculina asegura haber consumido prostitución en alguna ocasión (¡50 por ciento! Uno de cada dos…), hay que ser contundente. Verán, siempre lo digo: la abolición, que pone el foco en los proxenetas y en los puteros y no en las mujeres prostituidas, no acabará con la prostitución, por desgracia, como tampoco conocemos la fórmula para erradicar los asesinatos, solo se lo pondrá un poco más difícil a los vendedores de carne y también a los compradores. Porque esos puteros «inofensivos», ese viudo del que hablaba el periodista, visitan clubes de alterne sin pensar si en ellos hay menores o mujeres forzadas a ejercer la prostitución; y cuando ellas se lo cuentan, por supuesto, no las ayudan. Menos aún, si en vez de viudos son casados decentísimos que, como ya imaginarán, no van a informar en casa de sus correrías. Es muy importante abolir la prostitución para ponérselo un poquito más difícil a los malos que, siempre lo digo, abogan por la legalización porque les facilita el negocio, no por los derechos de las mujeres, que no les importan absolutamente nada.
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