"Nueva pandemia"

Las altas temperaturas y las desigualdades sociales agravan la obesidad

El 25% de los hombres y el 23% de las mujeres en España conviven con esta patología

Madrid no sale mal parada en un estudio sobre los hábitos de alimentación
Madrid no sale mal parada en un estudio sobre los hábitos de alimentaciónSandra R. PovedaSandra R. Poveda

El cambio climático y los factores socioeconómicos están acelerando la epidemia de obesidad: el aumento de las temperaturas -las externas por el calentamiento global y las internas por las calefacciones- y la expansión de la comida basura amenazan la principal herramienta para tratar esta enfermedad: la grasa parda.

Así lo han advertido la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO) y la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) en una rueda de prensa en la que han reivindicado más investigación para poder avanzar hacia una medicina personalizada para frenar la que ya es una “nueva pandemia”, informa Efe.

Este Día de la Obesidad lo celebran bajo el lema “Investigación por un futuro sin obesidad” para reclamar el derecho de las personas obesas a que se investigue su enfermedad como se hace con otras como el cáncer. Porque eso es lo que es, una enfermedad del tejido adiposo que “funciona mal” y que hace que se acumule donde no debe, ha acentuado la presidenta de la Fundación de la SEEN, Irene Bretón.

La situación roza lo alarmante: en España, las tasas de exceso (tanto preobesidad como obesidad) superan el 60%. El 25% de los hombres y el 23% de las mujeres viven con obesidad, lo que se corresponde con un 9,7% del gasto total en salud.

En niños de 6 a 9 años la prevalencia de sobrepeso es ya del 23,3 % y la de obesidad de un 17,3 %. El estilo de vida y la alimentación tiene mucho que ver, pero hay que saber por qué muchos que mantienen una buena alimentación y hacen ejercicio físico desarrollan sobrepeso. De hecho, cerca del 30% de las obesidades graves en adolescencia se deben a variantes genéticas.

“La obesidad se estudia desde la perspectiva de los adultos, pero empieza mucho antes, desde el embarazo. Los dos primeros años de vida son cruciales porque marcan riesgo a futuro”, ha apuntado Gilberto Pérez, miembro del área de obesidad de la SEEN.

Como sociedad, ha proseguido el pediatra, “tenemos la obligación de hacer diagnósticos y no solo recomendar dieta y ejercicio. Es fundamental no estigmatizar”, mensaje en el que han coincidido todos los expertos; sin embargo, aún se sigue culpabilizando al obeso de su enfermedad.

Precisamente por eso no se da a la investigación en este campo la relevancia que merece, si bien en los últimos años se han dado avances alentadores y se camina hacia esa medicina personalizada que permite identificar los factores individuales y obtener tratamientos más eficaces y seguros.

Existen así varias líneas de investigación sobre los factores genéticos y el balance energético (la ingesta y el gasto metabólico), la fisiología y fisiopatología del tejido adiposo y cómo se relaciona e influye en otros órganos y tejidos, y el papel de la microbiota.

Distintos frentes se centran en el estudio de hormonas, péptidos o moléculas que reduzcan el acúmulo de grasa y evitar su efecto tóxico en otros tejidos diferentes al adiposo, lo que evitaría la aparición de comorbilidades asociadas a la obesidad, como la diabetes o las enfermedades cardiovascular o renal. Pero donde más se concentran las miradas es en descubrir cómo activar la grasa parda para tratar, e incluso prevenir, la obesidad.

La grasa “quemagrasas”

El metabolismo cuenta con dos tipos de tejido graso: uno blanco que almacena calorías extra, y el pardo, al que inicialmente se atribuía una función de producir calor y mantener la temperatura del cuerpo en condiciones de frío ambiental, pero que ya se sabe que es un sistema de protección “quemagrasas” que elimina el exceso de alimentos ingeridos y evita que se acumulen como grasa blanca.

Ya no hay duda de que potenciar su activación sirve para prevenir e incluso tratar la obesidad, ha enfatizado el catedrático del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Barcelona Francesc Villaroya.

Intentar hacerlo con fármacos es factible, pero se topa con muchos efectos secundarios indeseables a nivel cardíaco; superar esta limitación constituye una de las principales líneas de investigación.

Otra es identificar los factores hormonales -batoquinas- que se cree que libera el tejido adiposo pardo a la sangre y que tienen un impacto saludable en el sistema cardiovascular. Cuando eso ocurra, se podrán utilizar para tratar y prevenir enfermedades graves que son muy frecuentes en personas con obesidad.

El cambio climático

A la grasa buena que se activa a temperaturas relativamente bajas y tiene un declive natural en su actividad con la edad le ha salido también otro enemigo: el cambio climático.

El aumento de temperatura ambiental puede bloquear su actividad, favoreciendo la acumulación de grasas, y así lo apuntan estudios internacionales y nacionales como di@betes, que demostró que en las zonas más cálidas, la prevalencia de obesidad, diabetes y resistencia a la insulina es más alta.

También es mayor en lugares de frío extremo, ha precisado Villarroya; y ahí es porque la vida se hace en interiores.

Se da la circunstancia además de que cada diez años, las culturas occidentales hemos aumentado la denominada temperatura de comfort; es decir, “ponemos la calefacción a cien”.

La comida “basura”

A todo eso se suman otros factores socioeconómicos, que empujan al consumo de comida basura en forma de alimentos de relativo bajo coste que, a menudo, son de baja calidad nutricional, pero con potencial calórico relativamente alto, en lugar de otros de proximidad.

De hecho, según el profesor, las sociedades con más nivel educativo y menor desigualdad social son las que están mejor de forma, por lo que invertir en formación debe ser prioritario.

¿Hay alguna forma de activar el tejido adiposo pardo? El ejercicio puede contribuir, y también cuidar el entorno térmico como factor de riesgo: dado que el tejido adiposo pardo se “enciende” con bajas temperaturas, es recomendable aumentar la actividad al aire libre y huir de las calefacciones al máximo.

Con eso además se ayudará al planeta “Las acciones que hagamos para las personas también lo son para el medioambiente”, ha concluido.