Pandemia

Nada de profecías con la covid. Solo ciencia

“Creyeron algunos que habíamos aprendido y no es verdad. Estamos como estábamos, pero peor que antes de la pandemia porque ahora, encima, somos más estúpidos”

En diciembre de 2019 los chinos estaban enfermando masivamente, no sabíamos muy bien de qué enfermedad. El día 7 de enero de 2020 salieron con la información científica que atribuía la epidemia a una variante de la familia de los coronavirus, y describieron sus características estructurales. Con ello, se podía advertir su gran capacidad agresiva. La OMS, hasta ese momento, había permanecido impertérrita a lo que ya se veía que iba a ser un problema universal por la magnitud y la velocidad en la expansión. Tardó mucho el organismo internacional en reaccionar y, cuando lo hizo, fue tarde, porque ya se había extendido a otros países, empezando por Italia, y siguiendo por España.

Luego vinieron las diversas actitudes políticas, que eran un cumulo de ocurrencias de quienes –sin encomendarse a los equipos técnicos, porque todos los han ido eliminando de su proximidad– iban dando consejos y actitudes cargadas de contradicciones. La mayor parte de ellas se basaban en posicionamientos políticos llenos de controversia y con la única característica común de ser oportunistas. ¡Para qué vamos a recordar los días iniciales del mes de marzo del 2020 en España!

Y, al final, todos se equivocaron porque ninguno se sustentaba en la base racional del conocimiento científico. Y porque no estaban comandados por un organismo técnico bien informado a nivel internacional y, por supuesto, nacional. La epidemia pasó y hasta Anthony Fauci, un referente de la Medicina quedó tocado de incongruente, yendo y viniendo con Trump y luego con Biden, y ahora, a su casa a sus 83 años, en plena salud mental, y con un final controvertido en lo personal.

Creyeron algunos que habíamos aprendido y no es verdad. Estamos como estábamos, pero peor que antes de la epidemia porque ahora, encima, somos más estúpidos. Imaginen que estuviéramos ante una variante de la covid con algún cambio en su corona de espículas. En febrero de este año –que lleva un número con tantos «patitos feos»– Rusia declara la guerra a Ucrania. El mundo convulsiona en horas. Los políticos hablan, pero se guardan sus opiniones hasta que los estados mayores de cada nación o de cada conglomerado militar generan su posición. En Defensa no hay un organismo del que fiarse como la OMS, porque la ONU se sabe que ni va a parar la guerra, ni la va a caldear. En este terreno, el miedo ha conducido a alinearse, y son los aliados los que hacen pensar a sus técnicos que están preparadísimos para discernir y saber diferenciar las noticias políticas de las realidades del enfrentamiento.

En días, España se entera de que el gasto militar español es exiguo para garantizar la seguridad de nuestros compatriotas. Ninguno de los gobiernos de la democracia se había percatado de tal circunstancia o –seguro que avisados por los sucesivos estados mayores– o habían pasado de ello. Pero, en horas, se toma la decisión de aumentarlo, con la única oposición de quienes viven en un mundo de fantasía. Pero la posición de los profesionales era científica y técnica y, por ende, compacta y respetable. Y claro está que, por encima de declaraciones políticas, el desarrollo es técnico, y los políticos han sabido dar una opinión razonable. Lo que nos falta en la Sanidad a nivel nacional y autonómico es esa profesionalidad al mando.

Esto es lo que añoro en la pelea sanitaria durante toda la vida. Por el contrario, la pandemia ha sido mucho más terrible que la guerra, pero los que gobiernan el mundo se convierten en políticos ocurrentes. Y China está demostrando, al liderar la lucha contra la covid, que su base científica –que no dudo que la tenga– está al servicio de los políticos. Es como todos los países en cuanto a esta materia. Ni fueron fiables en el inicio con el origen del virus, ni en las claves de la transmisión inicial –si había o no–, ni en determinar los animales reservorios, ni en la capacidad de aerolización del germen, ni en el número de muertos, ni en la persecución de los médicos que decían verdades, ni tampoco entendimos por qué no hicieron una valoración técnica de la protección de su vacuna ni por qué se empeñaron en la política del covid cero. Y ahora, lo que les está ocurriendo no sé sabe si es por ser tan vulnerables por su falta de inmunidad –aparentemente atribuida a su torpeza– o es que hay alguna variante más letal. Y la OMS, cómo la ONU, sin utilidad alguna. Veremos qué se les ocurre a los políticos.