Desapariciones
Carta abierta de un desaparecido
Seguramente me fui sin mi voluntad, quizás para siempre... quizás algún día aparezca... quizás con vida y pudiendo contar lo que pasó
Pocos son los que conocen mi mundo. Pero quieren que te lo presente, que lo conozcas, que lo vivas al menos por un breve momento en tus entrañas... que lo visualices... que uses tu imaginación y tu desesperación para comprenderlo...
Pocos son los que conocen mi mundo. Pero quieren que te lo presente, que lo conozcas, que lo vivas al menos por un breve momento en tus entrañas... que lo visualices... que uses tu imaginación y tu desesperación para comprenderlo... y que finalmente jamás vuelvas a jugar a los distraídos cuando alguien te hable de lo que viven las familias de un desaparecido. Intenta ahora mismo ir hacia una relación importante de tu vida, con la que hayas compartido años de vivencias intensas, con la que tengas recuerdos buenos y malos, una persona de tu vida a la que hayas tocado, acariciado, con la que se hayan mirado por largos y profundos ratos... puede ser tu pareja... tu hijo... tu padre... tu amigo... alguien muy especial que dejó huellas en tu recorrido personal, con la que tienen secretos y reminiscencias de cosas que solo vivieron juntos... que nadie más puede contar porque es algo demasiado íntimo entre tu y esa persona... ve a ese hijo... ve a ese padre... ve a ese amigo... o a esa pareja... y míralo... míralo aunque él no te vea... deja que siga atendiendo lo que está haciendo... y guarda ese registro, esa imagen ese cuerpo, esos movimientos tan únicos, que solo él tiene, ese olor que solo él tiene, esos gestos tan suyos que lo caracterizan como especial para ti, esa sonrisa, esa mirada, esa mueca distraída, o esa forma bien exclusiva de cantar... lo que sea... guárdalo... grábalo sobre una superficie imborrable de tu memoria porque cuando abras los ojos... ¡ Esa figura desaparecerá!... cuando abras los ojos esa persona que tiene tanta historia contigo, que forma parte sustancial de tu vida, que dejó huellas indelebles en tu pasado, simplemente no volverá a estar a tu lado, no la podrás volver a ver, no podrás ni abrazarla ni discutir con ella, no podrás hacerle preguntas, sacarte dudas, aclarar cosas que quedaron pendientes, no podrás ni siquiera verla de lejos... ni tocarle la mano si te necesita, ni siquiera saber el destino que tuvo... no tendrás idea de dónde está, de qué le pasó, no podrás llamarla y que gire su cabeza y te diga: ¿si? ¿Qué necesitas?... ¡no podrás escuchar más su voz!...ni sus bromas, ni sus rezongos, o sus malos humores, no lo verás ni feliz ni cansado, simplemente se esfumará... desaparecerá... como un terrorífico acto de magia del peor espectáculo de tu vida. Su cuerpo y toda su esencia se escurrirá de tus manos... Solo quedarán registros de memoria...recuerdos que te atacarán constantemente, que no te soltarán las manos jamás... Quedarán también sus cosas gritando su nombre, su ropa, sus caprichos, su cuarto, todo impregnado con su olor... Soy un desaparecido, y eso está sufriendo mi gente, mis seres queridos, mi familia, mis amigos. No comprenden nada lo que pasó... y yo no puedo llegar a ellos para contarles. Un muro inesperado e impactante nos separa. Y todos chocamos contra él... Los desaparecidos queremos llegar al otro lado, y avisar lo que nos ha pasado. Los que nos aman chocan desesperados tratando de trepar al intransigente muro, pero él se vuelve resbaladizo, les impide subir...hagan lo que hagan caerán siempre del mismo lado, nadie los ayuda, nadie los escucha, nadie se acerca para un trabajo juntos bien hecho. Están solos ante el muro de las impotencias y chocan contra el sin cansarse, el amor les impide desfallecer, no abandonarán la lucha... ¡ lo sé! Ellos me esperarán siempre... y yo me fui sin poderles decir cómo y a dónde.
Seguramente me fui sin mi voluntad, quizás para siempre... quizás algún día aparezca... quizás con vida y pudiendo contar lo que pasó, ...quizás sin vida dejando una eterna interrogante entre los que me esperaron y me buscaron. Pero soy un desaparecido que busca justicia, que intenta tener una voz, a pesar de mi silencio, y que trata de ser escuchado a través de los gritos desesperados de los que aún me esperan. Así hablaría un desaparecido... si lo dejaran, si pudiera. En psicología hay temas extremadamente delicados para tratar, y éste es uno. En lo personal me toca de cerca, quizás por eso la objetividad falle, mi pareja tiene un hijo desaparecido desde hace casi 8 años, y obviamente esto toca demasiado el corazón como para poder distanciarse analíticamente sobre el asunto... pero me pidieron éste artículo que más que artículo de formación e información es una reflexión personal sobre el tema, con los toques profesionales correspondientes desde mi lugar de psicóloga. ¿ Cómo es el mundo del desaparecido?... del mundo de los que quedan de éste lado del muro,... una vez ese ser querido se fue de la realidad diaria... de la convivencia... del compartir tantos detalles... se fue de las charlas, de los encuentros, se fue de la mesa y dejó su silla vacía, se fue de los paseos especiales que solo hacíamos con él, se fue de las conversaciones profundas, y de las bromas que siempre compartíamos, se fue en forma abrupta de nuestra vida, como si un cuchillo invisible cortara el lazo que nos unía, y una sombra oscura se lo devorara. Y no pudiésemos hacer nada para encontrarlo, y todo intento abre mil interrogantes más... La impotencia de los que quedamos de éste lado se vuelve un sube y baja de emociones encontradas, de duelos que quedan pendientes, no podemos llorar un muerto, ni podemos tener certezas de que volverá a aparecer, solo hay interrogantes constantes que no pueden responderse, se vive en un mundo de preguntas que nadie contesta, y nos damos de frente con otro muro más que desconocíamos: el de la indiferencia. El entorno hace un camino único: al principio se acerca, brinda palabras de apoyo, se vuelven optimistas, nos motivan a continuar con la búsqueda, se ofrecen, participan, llaman, escriben... pero poco a poco se van alejando por la misma impotencia de ya no saber qué decir ni qué hacer... y nos abandonan en el dolor, ocasionales palabras de apoyo que no llenan ni un milímetro de nuestra desesperación, no la calman, no la alivian. ¿ Qué nos queda en el interior? El infaltable signo de interrogación que como un fantasma diario nos pisa los talones... y el altibajo normal de sufrir con desesperación por momentos... y en otros buscar con optimismo intentando reanimar a la cansada esperanza... El entorno familiar se va desarticulando lentamente... cada persona se va perdiendo en su propio proceso de aceptación, algunos se resisten a reconocer que el desaparecido no aparece... otros lo ven vivo... otros lo imaginan y lo aceptan muerto, ...según la fortaleza, según los hechos, según lo que se va descubriendo, según la entereza interna, cada miembro se defiende del golpe bajo de una desaparición según sus propias herramientas de autoprotección. Al principio servía estar juntos, pero poco a poco y desde la relación misma con el desaparecido, cada uno queda haciendo su propio camino... y se para ante el que ya no está de un modo distinto... y sin darse cuenta se van alejando unos de otros...distanciando... De todos modos hay momentos de unión a través de la nostalgia y el recuerdo, y algunos se unen volviendo a revivir al que ya no está en esas memorias compartidas... y casi sin querer traen al desaparecido por un rato a la vida y a la mesa...
Pero el dolor impacta profundo, y los duelos necesitan hacerse... y el desprendimiento se impone... si los años pasan y el no saber lastima como un puñal caliente en el pecho, la persona siente alivios al asumir el duelo... al asumir que mejor es volver a la vida pero siempre esperando, siempre buscando, siempre moviendo fichas, levantando pancartas, colgando carteles y fotografías, registrando la desaparición en cada oportunidad que se cruce, en internet, en diarios, en revistas, en programas de radio, en supermercados, en marchas, ... la tarea se vuelve parte esencial de la vida, no hay otra opción, el amor puede más que cualquier indiferencia de otros, el amor y el saber la verdad de qué pasó, que es lo único que brindará paz a la familia. Unirse es un modo de aliviarse... los que compartimos un mismo dolor somos los mejores en entendernos, es ya una costumbre social: agruparse por un mismo dolor, por vivir una misma causa, por sufrirla juntos, porque: ¿quién puede entendernos más que el que pasa o pasó por lo mismo?, y surgen ideas, proyectos, organizaciones, y sin darnos cuenta se suman extraños que conocen y practican hasta en las entrañas la palabra solidaridad, compañerismo, complicidad, participación, ayuda, defensa, respaldo, fuerza... fuerza... fuerza... que justamente es lo que más necesitan los que llevan una lucha tan incierta... diaria... sin descanso... sin fin seguro...sin idea del destino... sin el cuerpo del que amamos y buscamos... sin idea de qué hacer con el amor que le teníamos... ¿dónde ponerlo?... ¿dónde depositarlo?... El lazo con el desaparecido a diferencia de debilitarse se va transformando y fortaleciendo... se comienza una relación nueva con él... se le habla, se le recuerda, se le confiesan cosas, no se sabe su condición real y actual pero se lo tiene presente... y por momentos casi palpable... Pero la vida sigue y el familiar que quedó buscando debe volver a la vida... debe procesar esa nueva situación emocional, debe buscar soportes afectivos, debe animarse a reír y a llorar, debe asimilar que mientras se busque la silla no estará realmente vacía... que hay contenidos que jamás se borrarán, y se mantendrá un lazo de unión invencible, indestructible, inquebrantable... donde quizás los cuerpos ya no se abracen pero sin duda el amor estará INTOCABLE, perdurará en la búsqueda, nadie se cansará... siempre se esperará al que se fue... siempre se querrá saber ¿ dónde, cómo, quién, cuándo? , siempre se recorrerá el camino de la incansable búsqueda de nuestros queridos desaparecidos.
Patricia Raquel Cabrera Sena, responsable Área Psicológica Sosdesaparecidos
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