Accidente nuclear
Cesio 137 y estroncio 90, los enemigos latentes
Hoy hay 444 reactores en operación en el mundo, 55 más que en 1986
Hoy se cumplen 30 años del accidente nuclear que marcó un antes y un después en la historia de esta tecnología. Fue el primer accidente nuclear clasificado de nivel 7 en la escala INES: un accidente nuclear grave por sus efectos agudos sobre la salud y el medio ambiente. Tal es así que se estima que se liberó 200 veces más material radiactivo que las explosiones de Hiroshima y Nagasaki. Pero, ¿sigue quedando radiactividad? «Sí, en la actualidad queda la mitad de radiactividad de cesio 137 y estroncio 90 en Chernóbil y en 30 años quedará un 25%. La explicación es que la ley de decaimiento radiactivo establece para cada radionucleido una vida media de desintegración, que se reducirá a la mitad en el periodo de su vida media», afirma el doctor Eduardo Rodríguez Farré, del CSIC y miembro en su día Comité de Investigación Médica y Salud de la Comisión Europea en esa época. Comité, por cierto, que propuso «un estudio epidemiológico a largo plazo y se dijo que no. De hecho, nunca ha habido un estudio en ese sentido en la UE».
A pesar de la consternación inicial, lo cierto es que la energía nuclear no sólo no bajó, ni siquiera en los años posteriores, sino que aumentó. En 1986 había 389 reactores nucleares en operación en el mundo con 272.074 megavatios (MW) de capacidad instalada, según datos de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA). Al año siguiente, a pesar de la tragedia, 18 más (295.812 MW) y otros 13 reactores en construcción. La tendencia desde entonces no ha variado. Si un año antes de Chernóbil esta tecnología producía el 15% de la electricidad demandada en el mundo, en 2011 cubría el mismo porcentaje. Y eso a pesar de la entrada de las renovables.
En la actualidad, Fukushima, también catalogada como un desastre de nivel 7, pareció que iba a suponer un adiós a la energía nuclear, al menos así se llegó a pensar en Europa, pero fue sólo un espejismo con Alemania como protagonista, ya que tras el accidente post-tsunami, la canciller anunció un apagón nuclear para 2022. Dos años después de su anuncio, el país germano había apagado ocho de los 17 reactores que tenía: su apuesta el carbón y las renovables. Pero curiosamente en 2011, Alemania importó 51.003 gigavatios hora (GWh) procedentes de Austria, República Checa, Dinamarca, Francia, Holanda, Polonia, Suiza y Suecia. Y aunque no se sabe con qué tecnología se abasteció, lo cierto es que ese año, sólo entre Francia, Suecia, República Checa y Suiza, tenían 79 reactores.
El espejismo del adiós nuclear lo rompió en 2013 Reino Unido, que se convirtió en el primer país europeo en anunciar que iba a construir una central nuclear tras el desastre de Fukushima. Y no fue el único en virar hacia la nuclear. Tras el accidente, Bélgica aumentó la vida operativa de algunos de los reactores de 40 a 60 años, según los datos que fueron facilitados en su día por Foro Nuclear.
Dicho de otro modo, «tras la tragedia de Chernóbil, al igual que tras Fukushima, al principio hubo conmoción. Pero pasado un tiempo, cuando uno procesa datos, se analizan mejoras de seguridad como las ya realizadas, las cosas siguen su cauce. En España no se planteó nunca el cierre tras Chernóbil. Ahora el precio del petróleo tan bajo puede hacer que alguien crea que es un buen momento, pero ese precio tan bajo no se asegura en el tiempo. Además, no se puede producir la descarbonización de la producción de energía eléctrica sin contar con la nuclear», asevera Eugeni Vives, portavoz de la Sociedad Nuclear Española (SNE). Buena prueba de ello es que en 2015, las centrales nucleares españolas volvieron a ser, por quinto año consecutivo, la principal fuente de producción eléctrica del país, al cubrir el 20,3% de la demanda eléctrica, según SNE. Algo que evitó la emisión a la atmósfera de más de 40 millones de toneladas de CO2.
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