Cambios climáticos
El invierno más extraño
La sucesión de tornados, inundaciones, sequías y temperaturas inusuales sorprende a la comunidad científica.
La sucesión de tornados, inundaciones, sequías y temperaturas inusuales sorprende a la comunidad científica.
En Navidad hablar del tiempo es un tema recurrente. Pero en este final de 2015 y en muchos lugares del planeta se ha convertido en cuestión de vida o muerte para cientos de miles de personas. Si miramos los partes meteorológicos de medio mundo, estamos condenados a enfrentarnos a una interminable sucesión de perplejidades, cuando no de dramas.
La Península ibérica vive uno de los diciembres más cálidos que se recuerdan, con estampas de sol y camisetas más propias de la primavera y la llegada de las nieves aún sin terminar de vislumbrarse.
En el centro de Europa ocurre algo parecido: muchas estaciones de esquí alemanas han tenido que abrir con programas especiales de actividades de verano. Pero el Reino Unido sufre al mismo tiempo inundaciones de récord. Los condados de Yorkshire, Greater Manchester, Lancashire y Cumbria han sufrido tales riadas que, incluso el Gobierno de Cameron ha tenido que salir a la palestra para rediseñar la política británica de defensa ante estas catástrofes naturales. Al otro de lado del Atlántico, Estados Unidos vive una Navidad realmente inusual. La costa Este, habitualmente azotada estas fechas por gélidos temporales derivados del desprendimiento de bolsas de aire frío polar, pasa las fiestas con temperaturas benignas similares a las de Europa occidental. Pero en el punto opuesto del mapa (el suroeste americano) una sucesión de gigantescos tornados ha provocado ya más de 40 muertos y decenas de heridos.
Más al sur, en Paraguay, Uruguay y Argentina tratan de salir a flote tras severísimas inundaciones que han obligado a desplazar a casi 200.000 familias.
¿Qué ocurre en otros continentes? Australia y el este de Asia empiezan a enfrentarse a las peores sequías recordadas. La ONG Plan Internacional acaba de lanzar una señal de alerta sobre el estado de gravísima escasez de agua al que se ve abocada la región del Cuerno de África, donde 22 millones de personas tendrán dificultades para acceder a una fuente primaria de alimento pronto si no vuelven las lluvias que hace meses abandonaron el lugar. ¿Qué está pasando con el tiempo? ¿Tienen todos estos fenómenos alguna conexión? ¿Es éste el efecto del cambio climático?
A pesar de que nos encontremos aún bajo el influjo de la sonada Cumbre de París sobre el clima, achacar este estado actual de las cosas de la temperie al calentamiento global sería prematuro. El cambio climático sin duda agravará los sucesos extremos o hará que los vaivenes del clima sean más radicales a medio y largo plazo. Pero la unión de todos estos acontecimientos en un periodo de tiempo tan breve (menos de un mes) puede tener otro culpable. Los meteorólogos señalan a El Niño.
A finales del verano muchos informamos de que las costas del Pacífico se estaban preparando para uno de los Niños más potentes de la historia reciente, un suceso del tamaño del que en 1998 generó situaciones extremas similares a las que ahora vivimos. Tanto es así que algunos medios alertaron de que se avecinaba «El Niño Godzilla».
El Niño es un acontecimiento periódico que tiene su origen muy lejos de nuestro país, frente a las costas de Perú. Allí, de cuando en cuando, las aguas superficiales del Pacífico sur se calientan más de lo habitual. En realidad llamamos El Niño sólo a una fase extrema de un ciclo que dura entre 3 y 8 años. Las aguas cálidas de las costas del Pacífico Sur frente a Perú o Ecuador suelen ser impulsadas por los vientos de baja cota hacia el este y terminan bañando Indonesia, Australia y Filipinas. En sustitución de estas aguas, afloran aguas más frías cargadas de nutrientes que hacen las delicias de los pescadores peruanos. Pero en algunas ocasiones la transferencia de aguas se detiene y las costas americanas siguen siendo regadas por aguas calientes. Al momento de mayor temperatura de las aguas se le llama El Niño. Al momento de menor temperatura se le conoce como La Niña y entre ambos extremos se viven años de neutralidad. Todo el proceso se conoce como ENOS (El Niño-Oscilación Sur).
Pero hoy sabemos que este trasiego de temperaturas afecta a todo el clima del planeta. Existen corrientes oceánicas como la de Humboldt que atraviesa la zona afectada por el juego Niño-Niña que regulan el clima y la presencia de nutrientes en buena parte de la zona intertropical del planeta. Otra gran corriente, la del Golfo, traslada aire cálido del sur del Atlántico hasta Europa y atempera nuestros inviernos. Estos movimientos de aire y agua son como cintas transportadoras que expanden por todo el globo las variaciones climatológicas de una determinada región. Como resultado, regulan el clima mundial. Sabemos a ciencia cierta que cuando El Niño es potente arrecian las lluvias en el eje occidental de las Américas. En este caso, podría ayudar a combatir las sequías que deshidratan buena parte de California, pero a cambio ha arrojado lluvias de inundación sobre Argentina y Paraguay. En el Este de EE UU, El Niño puede incluso interrumpir la corriente de El Labrador (responsable de los gélidos inviernos en Nueva York, por ejemplo) y conduce a Navidades más cálidas. El sur del Sáhara puede recibir más lluvias de lo habitual, pero el este de África se resiente con terribles sequías. Lo mismo ocurre en Australia.
¿Y qué pasa en Europa? Aquí los hechos parecen desconcertar a los científicos. Porque los episodios de Niño grave (como el que estamos viviendo) suelen desembocar en inviernos europeos muy fríos. Sobre todo en el este de Europa. Pero este año parece que el patrón indica una tendencia diferente. Desde luego en el Mediterráneo y en el centro de Europa, el invierno está siendo inusitadamente cálido. ¿Quizás haya que esperar a que se disuelva definitivamente el «veroño» prolongado desde septiembre para notar los efectos reales de El Niño en nuestros lares? ¿Vendrá entonces de golpe el frío que suele traer este acontecimiento de origen peruano? El Niño dirá.
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