Londres
Orden, y no caos, en los cuerpos celestes más lejanos del universo
Los agujeros negros supermasivos que activan los cuásares lejanos, fuentes de energía electromagnética, crecen de forma coherente y ordenada y no caótica como se creía, según un estudio publicado en la revista «Nature».
Para estudiar cómo crecen los agujeros negros, lo que se puede saber a través de su giro, un equipo de astrónomos estadounidenses liderado por Rubens Reis, de la Universidad de Michigan (EEUU), eligió uno que alimenta un cuásar ubicado a más de 6.000 millones de años luz de la Tierra.
Los cuásares son los cuerpos celestes más lejanos del universo, emiten mucha radiación y son alimentados por agujeros negros supermasivos, que crecen «engullendo» materia de la galaxia en la que se alojan de forma lenta y ordenada o bien de forma caótica y aleatoria.
Los que añaden materia a través de pocas fases, largas y ordenadas, presentan un giro rápido, con muchas vueltas, mientras que aquellos que crecen en muchas fases cortas, que se suceden de forma aleatoria, tienen un giro lento y dan pocas vueltas.
La rotación del agujero negro lleva codificada la información sobre su crecimiento, pero medir ese movimiento circular en agujeros muy lejanos no había sido posible hasta ahora.
Al observar ese cuásar tan distante de la Tierra, el equipo de Reis descubrió una galaxia elíptica en primer plano obstaculizando su línea de visión, pero, para su sorpresa, actuaba como una lente, un «telescopio natural» que magnificaba la luz y proyectaba cuatro imágenes distintas del cuásar, de acuerdo con el estudio.
Esas imágenes fueron las que les permitieron medir, a través de análisis con rayos X, la rotación del agujero negro, que, según observaron, giraba muy rápido.
Esa velocidad indica que el agujero negro adquirió su masa mediante fases largas, coherentes y ordenadas de adhesión de materia.
Los agujeros negros supermasivos se formaron al comienzo del universo a partir de pequeñas «semillas cósmicas» con una masa inicial equivalente a 10.000 veces la masa solar, que posteriormente fue creciendo hasta ser mil millones de veces superior a la del Sol.
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