Ciencia
¿Y si la comida basura no engordase?
Un americano medio come 500 calorías más hoy que hace 40 años, pero el problema, según un nuevo estudio, no es de las patatas fritas, sino de los cereales y las grasas
Un americano medio come 500 calorías más hoy que hace 40 años, pero el problema, según un nuevo estudio, no es de las patatas fritas, sino de los cereales y las grasas
La ecuación parecía sencilla. El país del mundo con mayores tasas de obesidad es Estados Unidos. También es el país en cuya dieta más abundan las bebidas azucaradas, la comida rápida, las grasas, las chucherías... Ergo este tipo de dieta debe estar íntimamente relacionado con la prevalencia de la obesidad. Así que, como es lógico, la mayor parte de las campañas para prevenir la llamada epidemia del siglo XXI (el exceso crónico y patológico de peso) deben ir encaminadas a la reducción de la ingesta de ese tipo de alimentos.
Pero parece que nadie se había preocupado realmente de medir la relación directa entre comida basura y obesidad. Y ya se sabe que nada que no pueda medirse puede mejorarse. Un grupo de científicos de la Universidad de Cornell ha dedicado su tiempo a cuantificar cuánto interviene de verdad el consumo de estos productos en la curvas de obesidad en su país, Estados Unidos. Y el resultado ha sido toda una sorpresa.
Aunque evidentemente una dieta a base de chocolatinas y refrescos mojados en pizza no es ni de lejos lo más recomendable, a la luz de los datos parece que el consumo de esos alimentos no está directamente relacionado con el aumento de las tasas de sobrepeso de un país. Al menos, si se comparan las estadísticas de ingesta con las tablas de índice de masa corporal de un adulto medio. Tras revisar con cautela los datos epidemiológicos de obesidad en Estados Unidos y las estadísticas de consumo alimentario, los autores del trabajo están en condiciones de asegurar que el 95 por ciento de los casos de obesidad no pueden explicarse por la ingesta de comida rápida, azúcar o fritos.
La única excepción son las personas que se encuentran en los extremos de las tablas (los que sufren obesidad mórbida y los que sufren delgadez extrema). En esos casos sí se detecta una relación directa entre el exceso de comida basura y su situación nutricional deficiente. De hecho, no se aprecia una diferencia significativa de consumos de estos alimentos demonizados entre la población obesa y la población no obesa lo que hace pensar a los investigadores que sería necesario buscar otros factores que expliquen las tasas de obesidad. De hecho, según este estudio, es probable que las campañas de prevención que ponen el foco fundamentalmente en la reducción de estos alimentos estén equivocando el tiro o, en el mejor de los casos, perdiendo algunas oportunidades de detectar otros factores que sí puedan afectar más a los datos de obesidad globales. Por ejemplo, se sugiere que se profundice en el estudio de cómo los estilos de vida y las costumbres en la mesa intervienen en la obesidad. La falta de ejercicio o la falta de higiene al comer (horarios disparatados, comer demasiado rápido, picar entre horas...) pueden ser factores de riesgo mayores que el mero consumo de alimentos de la «lista negra».
Los datos son sorprendentes. Se suele identificar la década de los 70 del siglo pasado como el momento de inflexión en la dieta occidental. Es entonces cuando comenzó la llamada «crisis de la obesidad» que ha tenido su pico en esta segunda década el siglo XXI. Pues bien, el consumo de calorías media de un ciudadano estadounidense antes de la crisis era de unas 2.039 al día. Hoy es de unas 2.550. Pero la mayor parte de la aportación extra de esas calorías no ha llegado en forma de comida basura sino a partir de cereales y grasas. Por grupos de ciudadanos, se ha descubierto que las personas en su peso ideal, los que tienen sobrepeso, los obesos e, incluso algunos obesos extremos consumen la misma cantidad de comida basura. De manera que habría que eliminar teóricamente la relación directa entre este tipo de alimentación y el riesgo de obesidad. Y esos tipos de perfil suponen el 95 por ciento de la población estadounidense. Un americano medio consume 500 calorías más hoy que hace 40 años. Pero esas calorías extras no parecen proceder de la comida basura.
¿Estamos ante otro caso de demonización injusta de un alimento? Habrá que seguir profundizando en el estudio de la verdaderas causas de la obesidad porque, lo que está claro, es que este mal puede convertirse en la principal causa de muerte y enfermedad en el mundo contemporáneo.
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