Estreno

«Colgados» de las series

Bryan Cranston, protagonista de «Breaking Bad»
Bryan Cranston, protagonista de «Breaking Bad»larazon

Sudoración, palpitaciones, respiración agitada, inquietud, nerviosismo. Ése es el cuadro de síntomas que corresponde a lo que coloquialmente se entiende como un «mono» ante la falta de una sustancia a la que se puede ser adicto, bien sea el tabaco, el alcohol, otro tipo de drogas... y algunas series de televisión. Según un estudio de Neuromarketing Labs para Fox y Vodafone, el consumo habitual de «Breaking Bad», «The Walking Dad», «Juego de Tronos» y «The Big Band Theory», entre otras, crean dependencia en los espectadores. Quien más y quien menos se ha llevado un sofocón cuando finaliza una temporada de la serie o ha tenido un brote de ira al desvelarle un «spoiler» de la trama. Esos son síndrome veniales. Sin embargo, de ahí a subirse por las paredes... Ocurre, y con más frecuencia de lo que se piensa.

Somatizar las ausencias

Así lo documentan los datos del citado informe, que estudió la actividad cerebral de 74 personas, de entre 18 y 47 años, a las que les expusieron simultáneamente a fragmentos de varias series de televisión. Mientras las visionaban se analizó su actividad cerebral, el pulso, el riego sanguíneo, el nivel hormonal, la frecuencia respiratoria y el movimiento de los ojos. Cuando se dejan de ver el cuerpo somatiza su ausencia lanzando las señales físicas y psicológicas antes descritas.

«No me sorprende, ya que, según un estudio que hicimos en la franja de audiencia de espectadores de entre 14 y 25 años, ya se mostraba esa interrelación afectiva que se establecía entre los jóvenes y las series y sus personajes –dice Álvaro de la Torre, director de OnCeu y profesor de la Universidad San Pablo CEU–. Aunque sea la ficción más irreal, como la de «The Walking Dead», quieren ser como algunos de los protagonistas. Pero, sobre todo, estas reacciones son consecuencia directa del manejo que hacen de las emociones en la trama con escenas de alto voltaje».

La reflexión de De la Torre coincide con las conclusiones de los análisis cerebrales a los que se sometieron las personas del estudio: los espectadores quieren sentir al ver las series, tanto da que sean estímulos positivos o negativos.

De la Torre apunta que, más allá de las tramas, la realización, el montaje y los efectos visuales y auditivos también tienen mucho que ver, tanto con el éxito de las ficciones así como que vaya creciendo en proporciones geométricas su número de seguidores episodio tras episodio. «Para empezar, ''Breaking Bad'' o ''Juego de Tronos'', por poner dos ejemplos, no siguen la narrativa tradicional y optan por contar varias historias que van confluyendo –explica De la Torre–. Luego, desde el punto de vista estético, el montaje de las secuencias tiene otro ''tempo'', mucho más rápido, en el que se dosifica con acierto la banda sonora y los efectos de sonido, que suelen ser muy potentes, el aspecto visual... No es descabellado afirmar que se han ''contaminado'' del ritmo frenético de algunos vídeos que están colgados en YouTube».

La clave es que se ofrezca un producto contundente que encoja el corazón del espectador. El efecto sorpresa también es fundamental y, por supuesto, unos personajes que despierten del letargo a una audiencia que ya está resabiada. En el estudio se cita como los personajes más adictivos a tres seres muy particulares: Sheldon Cooper («The Big Bang Theory»), Daryl («The Walking Dead») y Ted Mosby («Cómo conocí a vuestra madre»). Curiosamente, no son muy ejemplarizantes. El primero es un cerebrito irritante con síndrome de Asperger; el segundo, un hombre estigmatizado, y emocionalmente dañado, por el pasado de su hermano; y el tercero, un adulto inmaduro e influenciable en busca del amor y que sólo colecciona conquistas y disgustos. «Son imperfectos, puede que no sean aceptados por su entorno, pero rompen las normas, de ahí que en el fondo despierten admiración y el espectador empatice con ellos hasta echarlos de menos cuando ya no emiten sus series», concluye De la Torre.