Opinión

La desigualdad en salud y qué la motiva: los determinantes sociales

Decano de la Facultad de Ciencias de la Salud en la Universidad Internacional de Valencia - VIU.

Maquinaría del hospital Universitario de Melilla, en la inauguaración de inauguración del Hospital Universitario de Melilla (HUME), a 2 de junio de 2025, en Melilla (España). El hospital, que ha supuesto una inversión final de 150 millones de euros y cuya obra ha sido cofinanciada por el Programa Plurirregional de España FEDER 2021-2027, albergará a más de 1.100 profesionales y contará con 40 servicios con tecnología avanzada. La infraestructura dispone de 45.000 metros cuadrados de superfici...
Sánchez preside el acto de inauguración del Hospital Universitario de MelillaÓscar Giménez BarriosEuropa Press

Es habitual pensar que la salud de una persona depende de su naturaleza biológica, junto a algunos comportamientos insanos. Pero la evidencia científica es tozuda: la salud está profundamente modulada por los llamados determinantes en salud, que son las condiciones sociales, políticas o económicas en las que las personas nacen, viven, trabajan o envejecen. Condiciones que acaban condicionando su nivel de estudios, empleo, ingresos, vivienda e incluso sus relaciones sociales. Aunque pueda parecernos sorprendente, estos factores afectan a la salud mucho más que la propia genética del individuo.

Muchos de esos determinantes están fuera del control de las personas, porque son estructurales. Es nuestro modelo de sociedad, cómo nos hemos organizado para funcionar. El modelo socioeconómico o político, los recursos sociales o la distribución del poder, es algo lejano a las personas. Pero define sus condiciones de vida y las tomas de decisiones que afectan a su salud, como consumir alimentos poco saludables, no realizar ejercicio físico, consumir tabaco, alcohol u otras sustancias, o realizar escasas actividades preventivas. Esta es la realidad. Y si esas condiciones son provocadas por determinantes estructurales, junto a maniobras de marketing agresivas de productos que dañan la salud, deberíamos dejar de responsabilizar íntegramente a las personas de que perder salud es consecuencia directa de sus actos, porque no es totalmente así.

El gradiente social en salud es claro: a menor nivel socioeconómico, peores resultados en salud, calidad de vida y bienestar, mayor prevalencia de enfermedades y menor esperanza de vida. Esta desigualdad en salud es (además de sistemática e injusta) potencialmente evitable, y reducirla es incuestionable.

Afrontar el reto de transformar esta realidad, actuando sobre dichos determinantes estructurales (las causas de las causas) exige políticas públicas decididas y coordinadas, en todos los sectores, no sólo el sanitario, también el social, el educativo, o la administración pública local, haciendo que las elecciones más fáciles en la vida de las personas sean las más beneficiosas para la salud. Con el claro objetivo de disminuir inequidades en salud, para reducir esa brecha que sabemos que existe.