Energías alternativas

Ecologismo: dejad que los niños se acerquen a mí

En el 68 fue la revolución sexual. En el 2011, la Primavera Árabe y el 15-M. Ahora, la generación Z ha hecho suya la lucha contra el cambio climático.

Miles de estudiantes de todo el mundo, siguiendo la llamada de la activista sueca de 16 años Greta Thunberg, salieron a la calle para protestar contra el cambio climático
Miles de estudiantes de todo el mundo, siguiendo la llamada de la activista sueca de 16 años Greta Thunberg, salieron a la calle para protestar contra el cambio climáticolarazon

En el 68 fue la revolución sexual. En el 2011, la Primavera Árabe y el 15-M. Ahora, la generación Z ha hecho suya la lucha contra el cambio climático.

En la Universidad de Guadalajara (México) hay una placa en la que se lee «Ser joven y no ser revolucionario, es una contradicción hasta biológica». Lo proclamó el presidente chileno Salvador Allende en 1972 ante un auditorio abarrotado de estudiantes dispuestos a luchar por una América Latina más justa y equitativa.

Ser revolucionario, en el sentido de querer cambiar reglas injustas, no tiene por qué ir ligado a ninguna ideología o causa. Ni tampoco es exclusivo de los jóvenes. Pero de alguna manera está inscrito en su ADN, porque son los encargados de construir la sociedad del mañana. Por eso han liderado las protestas y los movimientos que con más fuerza han hecho tambalear las estructuras del sistema: Desde el 68 francés por una nueva moral y mayor libertad sexual; a la revuelta estudiantil contra la Guerra de Vietnam; hasta la Primavera Árabe o el 15-M nacido en la madrileña Puerta del Sol, en 2011.

Ahora le ha tocado a la Generación Z coger el testigo de la indignación. Su causa: el cambio climático. Fue la activista sueca Greta Thunberg la que prendió la mecha. A sus 16 años, decidió faltar todos los viernes a clase para protestar en el parlamento de su país. Sentada frente al majestuoso edificio del el Riksdag, colocaba el cartel «Skolstrejk for Klimatet», huelga escolar por el clima. Lo que empezó en agosto como una protesta aislada, a principios de año se extendió como la pólvora en los institutos de todo el mundo, con una huelga cada viernes.

Ayer, miles de estudiantes de más de 1.200 ciudades respondieron a la llamada del movimiento «Friday For Future» para exigir a los gobiernos que cumplan con sus promesas y combatan con fuerza el calentamiento global. En España no había terminado de calar, pero ayer los jóvenes de nuestro país decidieron sumar sus voces a los de Londres, Copenhague, Sidney, Alemania, Roma, Hong Kong y un largo etcétera.

Cerca de 4.500 personas en Madrid y más de 2.000 en Barcelona corearon lemas como «Ni un grado más, ni una especie menos» portaron carteles en los que advertían «No hay planeta B». Una asistencia muy exigua comparada con la que se registró en ciudades como Bruselas, donde más de 30.000 personas abarrotaron el centro para exigir medidas contundentes contra el calentamiento global.

Pero, ¿por qué ahora deciden salir los jovenes a las calles por esta causa? Hay que tener en cuenta que antes de Greta Thunberg, en 1992 la joven canadiense Severn Suzuki ya logró silenciar a la ONU durante más de seis minutos con su discurso ambientalista y no hubo una reacción global del ámbito estudiantil como el actual. «Ya no estamos en un contexto de crisis económica y ya no existen los problemas que nos movilizaron con el 15-M, por ejemplo. Por eso, ahora los jóvenes buscan otras causas y lo cierto es que el elemento medioambiental está muy presente», responde el sociólogo Ignacio Urquizu. Quizá haya que tener en cuenta toda la moda animalista y vegana que cada vez está adquiriendo más fuerza: «Nos preocupa mucho todo esto, somos sociedades en las que hay más perros y gatos en las casas que niños», ironiza, si bien añade que «no hay que buscar siempre un factor estructural, esta movilización global es fruto de años de activismo de onegés como Greenpeace y de herramientas de difusión como las redes sociales».

Ayer, los estudiantes que rodearon el Congreso de los Diputados, protestaron contra el cambio climático, sí. Pero también contra la inacción de los políticos y el sistema en general. Se escuchó el «no nos representan» como un eco tardío del 15-M. Hasta Íñigo Errejón, el cofundador de Podemos, de se sumó a la marcha pidiendo «una transición ecológica de la economía». Así que el movimiento que inició la niña Greta, que se proclama apolítico, en Madrid terminó por diluirse.

Para la socióloga Elisabeth Delgado, este tipo de iniciativas que involucran a niños y adolescentes son positivas para que «los organismos internacionales como la ONU los valoren como agentes activos en las sociedades y no como simples receptores de ayuda». Delgado se refiere a su capacidad para implementar los retos de desarrollo sostenible «porque tienen una visión más bonita y más ingenua del mundo y pueden hacer al adulto reconectarse con la naturaleza y tomar conciencia de su importancia». Pero también advierte sobre la posibilidad de que detrás de movimientos como «Friday for Future» exista manipulación política: «A veces ocurre que si los políticos no consiguen que se les haga caso, utilizan a los niños para que digan lo que ellos quieren transmitir. Así es más fácil, porque el mundo está más predispuesto a escucharles».