Lenguaje

Fumar mata. Perdón, interrumpe el proceso vital

La Razón
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Por más que la leo, no logro reprimir la reacción de horror que me causa la etiqueta tétrica de los paquetes de cigarrillos: "Fumar mata". Pero fumadores y no fumadores hemos aprendido a convivir con ese aviso omnipresente. Las autoridades públicas no se andan aquí con rodeos. Al pan, pan. Quizá por ese motivo me resulta extraño que las mismas autoridades envuelvan en pudorosas expresiones eufemísticas la denominación del aborto provocado. Hasta el mismo nombre de la ley (Ley orgánica 2/2010 de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo) parece diseñado por un gabinete de imagen empeñado en vender un producto del que ocultan su verdadera realidad.

Es sabido que cuando se desea hacer "ingeniería social", se acude antes a realizar la oportuna "ingeniería lingüística", a acuñar expresiones nuevas para renombrar las cosas de siempre. La "ingeniería lingüística"se apoya en la pretensión de que, si cambiamos las palabras, cambiará la realidad, o al menos su percepción social. Y un recurso privilegiado de la "ingeniería lingüística"es el empleo de eufemismos, un recurso tan viejo como el lenguaje, aunque las ideologías totalitarias del siglo XX lograron sacarle el máximo partido: las dictaduras comunistas, nazi o los nacionalismos radicales han puesto por obra el camuflaje verbal y la manipulación que G. Orwell pronosticó en su novela 1984.

Cierto que no todo eufemismo es manipulador y mendaz: hay eufemismos humanitarios, atenuadores, corteses, como invidente o discapaz; y también eufemismos magnificadores, como los que se emplean para designar ciertas profesiones o establecimientos (empleado de finca urbana "portero", pedicuro o podólogo "callista", boutique "tienda", técnico en limpieza viaria "barrendero"), fenómeno que Delibes bautizó como "revolución de tarjeta de visita". Aquí me refiero al eufemismo mentiroso o manipulador. El eufemismo consistente en el enmascaramiento, la cosmética al servicio de una ideología. Este tipo de eufemismo, al otorgar una nueva denominación a una determinada realidad, propone una nueva visión de ella, acorde con la ideología que lo acuña. Es el lenguaje políticamente correcto. Pero la realidad designada sigue manteniéndose intacta. De ahí la necesidad de buscar otros sustitutos eufemísticos cuando el uso ha terminado por "contaminar"a la expresión eufemística. Se trata del llamado "efecto dominó": país atrasado, subdesarrollado, en vías de desarrollo, emergente...

Uno de los productos estrella del eufemismo manipulador es la expresión interrupción voluntaria del embarazo, sigla IVE, para designar el "aborto provocado", expresión que se ha impuesto en el discurso legislativo y administrativo oficial con la polémica ley orgánica antes citada. Y esa expresión se "ha colado"en el Diccionario de términos médicos de la Real Academia Nacional de Medicina y hasta en el Diccionario académico oficial. En ambos diccionarios se define aborto como "interrupción del embarazo". Pero, por fortuna, no todos los diccionarios del idioma han incluido ese eufemismo en la definición. El Diccionario del Español Actual (de Manuel Seco, O. Andrés y G. Ramos) y el Diccionario del Español de México, por poner un ejemplo de buenos diccionarios de cada orilla del Atlántico, discrepan de la definición académica oficial. Para el primero, aborto es la "expulsión provocada del feto". Para el segundo, abortar es "expulsar un feto antes del tiempo en que puede vivir o expulsarlo ya muerto".

Podrá argumentarse que el significado de interrumpir puede ser también "cancelar, cortar la continuidad de algo". Y aquí vuelven a discrepar del Diccionario oficial los diccionarios no académicos, que precisan que forma parte del significado de interrumpir el rasgo distintivo 'durante cierto tiempo y espacio', motivo por el cual no resulta adecuado aplicar al aborto la noción de "interrumpir": con el aborto no se "interrumpe"el embarazo, sino que se corta o cancela definitivamente.

Pero aun cuando admitiéramos que abortar es cancelar el embarazo, tal definición seguiría siendo eufemística y un tanto opaca al silenciar lo más importante: que se suprime una vida que comienza; una vida que es, desde el comienzo, distinta de la de la madre, como demuestran los últimos datos científicos sobre la génesis de la vida humana.

Una vida que comienza es siempre asunto de tres: padre, madre e hijo. No parece justo tratar de solucionar la tragedia de un embarazo indeseado con la tragedia superior del aborto. La legislación de un país civilizado del siglo XXI no puede desentenderse de la defensa de los más débiles, el hijo y la madre. Solo una sociedad que protege al débil es una sociedad fuerte y sana. Los poderes públicos deberían facilitar al máximo que los padres que, por lo que sea, se consideren incapaces de hacerse cargo de un niño, encuentren a otros que sí puedan hacerse cargo de él y, además, lo deseen, con lo que se solucionarían dos problemas.

Las palabras son algo más que palabras. No es indiferente nombrar algo de una u otra forma. Si es cierto que fumar mata (y decir que "interrumpe un proceso vital"no sería de recibo), no lo es menos que abortar también. Sabiéndolo o sin saberlo, queriendo o sin querer, cuando usamos el lenguaje estamos dando, con frecuencia, lecciones morales al ningunear determinados aspectos de la realidad y poner el acento en otros.

¿No da que pensar el simple hecho de que haya tanto eufemismo en tantos puntos centrales del debate actual sobre la vida: interrupción del embarazo, derechos reproductivos, salud sexual...? El contenido de la citada ley de 2010 parece que, por fin, se va a cambiar. Esperemos que también se cambie su mismo nombre, para que transparente lo que designa y no engañe a la gente. Ojalá no tengamos que lamentarnos, como tantos intelectuales de Occidente en el siglo pasado, de haber sido complacientes con una mentalidad que quiere cambiarnos las palabras corrientes e imponernos un lenguaje de diseño políticamente correcto, acorde con la ideología imperante. Ojalá llegue pronto el día histórico en que la misma humanidad que un día desterró la lacra de la esclavitud, supere también la monstruosidad del aborto.